Capítulo 3

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El domingo fue mucho menos interesante que el sábado. Todos siguieron con sus actividades normales, turnándose para hacerme compañía (o para vigilarme, seamos claros).

La más amable fue Esme, de lejos, quien se desvivió por intentar que yo lo pasara bien. Incluso, cuando me preguntó qué hobby tenía cuando era humana le contesté (de mal modo) que cocinar y jugar con mi hermanita. Pareció apenada un segundo, pero luego me llevó a la cocina para hacer galletas y decorarlas.

No acepté hacer galletas, a pesar de su entusiasmo, ya que hacer galletas que nadie comería no tenía ninguna gracia. Ni siquiera podría alegrarme de que la casa oliera a galletas, ya que el olor a comida humana ya no me resultaba agradable.

Pasar tiempo con Jasper y Alice no fue tan malo, ya que pusieron una película. Pasar tiempo con Alice sola fue más complejo, ya que quiso jugar a las muñecas. El problema: la muñeca era yo. Por lo menos, como tenía el bloque de hierro, no pudo cambiarme los jeans. Así que se tuvo que conformar con cambiarme la parte de arriba. Eso me dio la idea de volcarme algo en los pantalones y pedir que me sacaran el bloque para poder cambiarme de ropa. Pero, antes de que lograra seguir madurando mi plan, Alice ya lo había visto y me avisó que si lo intentaba me sacaría los jeans con tijeras y me pondría una falda.

Cuando pasé tiempo con Bella y Edward la cosa fue, por lo menos, más honesta. Bella simplemente se sentó a leer, y Edward puso un rato la televisión. Luego de un rato la apagó y me sentó con él a armar el rompecabezas del unicornio. Con ellos las cosas estaba más claras: estaban conmigo simplemente porque no me podían dejar sola. Bella me ofreció sus libros para leer, pero estaban en inglés (o esa fue la excusa que le di). No me tincaron para nada sus libros.

Carlisle optó por jugar Scrabble otra vez conmigo. Al igual que Esme, se notaba que intentaba generar alguna clase de vínculo.

El primer lunes representó un cambio. Carlisle se fue a trabajar, llevándose con él a los demás para depositarlos en la escuela. Y yo me quedé con Esme y una sensación de vacío. Pensé en mi hermana, que estaría todo el día en el mismo colegio que los vampiros. Como yo no estaba, probablemente sería mi madre la que la llevaría y la iría a buscar. Casi me las podía imaginar. Probablemente estaban tristes por mi desaparición, pero mis padres intentarían que la vida no cambiara mucho para mi hermana. Se mantendrían fuertes por ella.

No supe cuánto tiempo permanecí parada, sin moverme, en la ventana junto a la puerta, hasta que sonó el celular de Esme. Pude oír toda la conversación, ya que ahora tenía muy buen oído. Era Alice, avisándole que yo estaba dándole vueltas a lo de mi familia, que no me dejara parada en el mismo punto todo el día, y que cuidara que yo no le sacara el celular del bolsillo.

Es curioso cómo funcionaba el don de Alice. Yo no había tenido el pensamiento consciente de robarle el celular a Esme. Pero, luego de haberla oído, me di cuenta de que efectivamente iba a tener esa idea luego de ver en qué bolsillo lo tenía Esme.

Esme hizo aseo. Fue interesante verla sacudir a velocidad vampiro. Me explicó que procuraba limpiar la casa todos los días, incluidos los baños y la cocina, rara vez usados, ya que nunca se sabía cuándo un vecino podía aparecer. Le pregunté si venían vecinos con frecuencia. Me respondió que hasta ahora ninguno, que no había otra casa en kilómetros, y que por eso la habían escogido. Pero insistió en que había que estar preparado igual, por si acaso. Entonces le recordé que un humano encontraría extraño que tuvieran el refrigerador desenchufado, sobre todo viviendo tan aislados. Se quedó pensando, y me explicó que quemaban todos los alimentos perecibles que compraban porque sus olores eran desagradables.

Me llevó con ella de cuarto en cuarto. Incluso me sacó con ella a ambas terrazas, mientras barría las hojas secas y sacudía los muebles.

Estábamos rodeados de bosque, y olía agradable. Había millones de aromas. Incluso pude oler sangre, y no sé cómo supe que se trataba de pequeños pájaros y roedores.

No juegues en el bosque Où les histoires vivent. Découvrez maintenant