Capítulo 2 extra (Carlisle)

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Cuando volví a entrar en la casa pude oírlos a todos arriba, en la sala de estar, todavía viendo la película. Me lavé las manos y subí. Todos me miraron cuando me vieron aparecer, pero sólo tres me sonrieron. Daniela pareció desinteresada, y se veía deprimida. Bueno, no era para menos. Aunque al menos estaba sentada junto a mi esposa, y no parecía molestarle que le hubiera pasado el brazo sobre los hombros.

Aunque me hubiera gustado sentarme junto a Esme, el hecho es que el espacio que quedaba era pequeño y no quise presionar. Me senté en otro sillón para no forzarlas a que me hicieran espacio. Mi amada esposa me sonrió, y se apretó de todas formas junto a Daniela para dejarme lugar, y sonriéndole de vuelta me fui a sentar junto a ella. Daniela seguía con la vista fija en la pantalla, pero me dio la impresión de que no estaba realmente viendo la película.

Sólo alcancé a ver el final, pero daba igual porque ya la había visto. Cuando acabó, vi que Daniela quedó mirando el control remoto de la televisión, que Jasper había dejado sobre la mesita tras apagar los aparatos. Pensé por un momento en dejarla ver televisión más tiempo, si eso era lo que quería, pero descarté la idea. Era mejor aprovechar el fin de semana para interactuar con mi nueva hija y llegar a conocerla mejor. Tomé los dos controles y los dejé lejos de su alcance, junto al DVD. La vi fruncir el ceño ligeramente, pero no reclamó.

Esme la tomó en brazos y comenzó a bajar la escalera. Mis hijos y yo la seguimos. Ya abajo, decidí que lo más apropiado sería un juego en familia y me dirigí al comedor. Me siguieron, como por inercia.

-¿Quién quiere jugar Scrabble? –Propuse entusiasta. Esa sería una buena manera de aprovechar de evaluar el nivel de vocabulario de la niña. Además, me encantaba jugar a eso con mis hijos.

Esme se entusiasmó de inmediato, pero por desgracia ninguno de mis hijos mostró interés. Alice hizo un mohín y Jasper miró para otro lado. Daniela hizo una mueca casi imperceptible. Parecía concentrada en otra cosa, y me pregunté en qué estaría pensando.

-No me gusta jugar en español –se quejó Alice. Vi que empujaba a su esposo ligeramente de vuelta al pasillo, y tuve que contener un suspiro. Seguro que deseaba ir a su dormitorio. A mí también me hubiera gustado aprovechar el sábado para estar con mi hermosa y perfecta esposa, pero eso tendría que esperar. Los vi escapar con algo de sana envidia.

-¿Quieres jugar un rato con nosotros? –Le propuso Esme a Daniela, intentando animarla.

Daniela volvió la vista hacia nosotros, sin animarse en lo más mínimo. Seguía dándole vueltas algo en su cabeza.

-¿Qué pasa Daniela? –Le pregunté con amabilidad, y con bastante curiosidad.

-¿Qué día es hoy? –Preguntó.

Ah, eso. La pregunta, aunque algo tardía, era completamente comprensible.

-Es sábado –le respondí-. Sábado veintidós de marzo. Estás aquí desde el martes.

-Ya sé que era martes... -Murmuró. Parecía amargada, y mi esposa le pasó la mano por la espalda.

-¡Vamos a jugar! –La animó, sentándola en una de las sillas. Luego se sentó frente a ella dejándome libre la cabecera de la mesa. Saqué el juego del mueble, me senté y comencé a instalar todo.

Sentimos arriba cómo mis hijos comenzaban a hacer el amor, y vi que eso puso incómoda a Daniela. Lamenté que tuviera que oírlo, sabiendo como sabía (o suponiendo, con certeza razonable) que ella no había experimentado esas cosas. Pero no podría taparle los oídos por el resto de su existencia, viviendo como viviría con cuatro parejas.

-El excelente oído de los vampiros tiene sus desventajas –le dije, intentando poner un toque de humor a mi respuesta, esperando que así ella se lo pudiera tomar del mismo modo. No pareció funcionar, siguió amargada-. Ya te acostumbrarás -le prometí-. En un tiempo más ya ni siquiera pensarás en ello.

No juegues en el bosque Where stories live. Discover now