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El rubio tomaba café en el pórtico de su casa.

Disfrutaba de su libertad, tanto como los días fríos. Las nubes se tomaban el cielo, y parecía que iba a llover.

Había salido del hospital hace dos días . No más vendas, no más chequeos, no más suero, no más máquinas conectadas a él.

Era libre y estaba sano. Aún tenía algunas marcas de sus heridas, pero ya no le importaban tanto como antes.

Se percató de que un auto desconocido se estacionó al frente de su casa.

De éste salió alguien a quien conocía.

-¿Cómo me encontraste?- Le dijo con una sonrisa.

-Supuse que vivirías en medio del bosque entonces... Como es la única casa aquí.-Le sonrió Diana, saludándole con un abrazo. -Así que, ésta es tu casa.

-Si, casa mía y de Dipper.

- Es muy linda. -Dijo observando el lugar, mientras tomaba asiento. -¿Por qué en el medio del bosque?

-A mí me gusta mucho el bosque y Dipper buscaba algo de "tranquilidad" -Hizo comillas con los dedos.

La casa de Bill y Dipper era algo pintoresca para unos jóvenes de apenas veinte años en ese entonces, parecía esa típica casa pacífica de bosque. Paredes color mantequilla, pórtico café, techo del mismo color, ventanas por toda la casa... Una linda casa llena de luz y color.

La habían comprado y se habían mudado a sus veinte años de edad, cuando decidieron que ya era tiempo de formalizar su relación de cuatro años.

Ambos pusieron de su parte, y terminaron viviendo juntos. ¿Quién lo diría?

-Ésta tranquilidad no se comprara a la de un hospital, ¿Verdad?

-No. Ni lo menciones... En un hospital te tienen como momia-marioneta. Es espantoso tener vendas en todo el cuerpo, y estar atado a máquinas.

-Me lo imaginé... Pero jamás estuve en uno internada.

-Es cuestión de suerte.

Un trueno y un relámpago hiceron que ambos se diesen cuenta de lo que estaba por pasar.

-Es una tormenta. -Le dijo. -¿Bill, no crees que deberíamos entrar?

-Sólo un segundo. -El rubio dejó su café en su asiento y salió a sentir la lluvia.

Hace mucho que no sentía como llovisnaba . En su mente había tranquilidad, recuerdos. Bonitos recuerdos.

Alzó la cabeza para ver las nubes grises y sentir las gotas de lluvia contra él .

-¡Oye viejo! -El rubio le miró - Te vas a resfriar y no vendré a cuidarte.

-Ya voy. -Se secó el cabello.

-¿Te gusta la lluvia?- Le preguntó la rubia.

-No. Jamás me gustó mucho la lluvia; ni el invierno. Pero, me trae recuerdos... ¿A él le gustaba sabías?

-Imagino que lo amaba... Hay excusas hasta para dar abrazos.

-Supongo que por eso siempre tenía frío. -Sonrió.

Ambos rubios entraron a la casa. Éste le presentó todo el lugar.

Había una amplia sala de estar donde yacía una biblioteca y otra parte, donde había un telescopio y un sofá acompañado de la mesita de centro.
Se sentaron en el sofá de la sala a beber café.

-¿Ha llegado alguna carta? -Le preguntó Diana.

El rubio rió por lo bajo y le entregó una.

Love Letters •BillDip• #BillDipAwardsWhere stories live. Discover now