Capitulo #6

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Sábado, 21 de Septiembre de 2013.

El olor a café me inundó cuando entré a Starbucks por cuarta vez en lo que va de la semana. No me iba a llamar la atención encontrar un cuadro con mi foto y un cartel que diga “nuestra clienta estrella”. En fín, el olor a café, me despertó un poco más. Tenía mucho sueño ¿quién me mandó a mi a venir a trabajar después de una noche como la de anoche?

—¡Hey Nina! ¿Te viniste con la almohada pegada?—bromeó Nancy.

—Uhm, pues sí—le dí la razón porque después de todo, la tenía.

Ella rió—No te preocupes, en las mañanas no viene mucha gente—se compadeció de mi.

—¿No nos vas a presentar?—dijo una voz gruesa detrás del mostrador.

—¡Claro, cielo!—dijo ella.

¿Cielo? ¿Será su novio? pensé

—Nina—llamó mi atención Nancy—. Ella se llama Mía.

Señaló a una chica de pelo azul eléctrico que combinaba con sus ojos. Tenía un piercing en el labio inferior y otro en la ceja izquierda. Le calculé aproximadamente diecinueve años.

—Hola—dije con una sonrisa tratando de ser amable, mientras que la muchacha no se dignó ni a sonreir, tan solo asintió en modo de saludo y volvió a concentrarse en secar el plato que tenía entre las manos, al parecer más interesante que mi presentación.

—Yo soy Samuel. Sam para tí, bonita—dijo con una sonrisa que mostraba todos su perfectos y blancos dientes.

—Deja de coquetear con tu nueva compañera, Samuel—lo regañó Nancy, aunque en su tono no dejaba de haber diversión, así que solté una carcajada. Es que tendrían que ver la cara seria que puso Nancy y como rodó los ojos Sam, totalmente fastidiado. Ahora no había duda de que no eran novios. Quiero decir, se llevaban como ¿quince años? ¡tal vez más!

—Yo me llamo Nina. Dobrev para tí, muchachote—me mofé de su actitud de niño caprichoso anterior y él me lanzó un guiño, confirmando que aún no había dañado se ego. Por último y para completar la escena de película romántica, se pasó la mano, en cámara lenta, por su sedoso pelo rubio. Lo demás ocurrió simultáneamente: Nancy rodó los ojos, Mía bufó, y yo, al pasar mi mirada de mi jefa a el chico, no pude hacer más que reír.

—Bueno, a trabajar señores—sentenció Nancy—. Basta de charla.

—Uhm ¿qué hago?—pregunté al notar que no me indicaba mi trabajo.

—Pues… acomoda las sillas, limpia las mesas, pasa la escoba. En media hora abrimos. Ahí en ese cuartucho están las cosas que necesitas—informó señalando una puerta al lado de otra que decía “baño”.

—Bien. Ahora me pongo en ello—dije asintiendo.

 

Después de limpiar y barrer debajo de aproximadamente cien mesas, todo brillaba. Bien, puede que hayan sido veinte mesas, pero teniendo en cuenta de que nunca moví un pelo en mi casa (más que ordenar mi habitación), esto era una gran hazaña. Justo cuando dejé la escoba y demás en el cuartucho, sonó la campanilla indicadora de que alguien entraba. No me giré para ver quien se trataba, solo me acerqué a Nancy para preguntarle qué debía hacer.

—Mmh, atiende a las personas que llegaron ¿se te da bien?—dijo mi jefa al ver que Sam y Mía estaban ocupados.

—Claro, inmediatamente me pongo en ello—dije, sin saber que el lugar cada vez estaba más lleno.

Atendí a los primeros en la fila, que pidieron dos cafés medianos sin leche. Claro, yo solo atendía y cobraba, Sam entregaba los pedidos. Nadie en especial me llamó la atención. Al menos no hasta que llegó Maureen, con Paul, la rubia cuyo nombre todavía desconocía, y… Cory.

Mr. & Mrs. Somerhalder |en pausa|Where stories live. Discover now