El vals del Te lo dije

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Minutos después todo daba vueltas y luego se detenía, y así sucesivamente. Me reía sola como una maniática, la sensación del vaivén me hacía sentir como una niña sobre un columpio, con cosquillas. Y ese calor desde el interior de mi cuerpo me hizo sentir cómoda, como si nada pudiera hacerme daño.

Cuando estás allí, olvidando todo, ni siquiera sintiendo el cuerpo, nada duele. En ese momento estuve en completa negación. Y todo habría salido bien, pero una presencia maligna llegó a mi lado de pronto: mi madre. Se acercó a mí mientras los demás bailaban a lo lejos. Sin mirarla podía sentir su mirada juzgándome.

—Hola, mami —dije, mi voz ya tenía un tono festivo.

—¿Estás ebria? —cuestionó. La pregunta se respondía por sí sola, pero de todas formas le mostré orgullosa mi copa vacía, aunque las dos anteriores no eran parte del paisaje—. No me gusta que estés bebiendo, Celeste. Ser bebedora no es una cualidad adecuada para una señorita.

Ella miró feo a mi nuevo mejor amigo, algo inaceptable en mi condición de borracha. ¿Acaso no sabe que no puede juzgar a alguien por querer disfrutar de un bebestible en paz cuando el mundo que conoce se cae a pedazos?

—¿Qué sucede? —exigió la mujer.

Dicen que las madres tienen un sexto sentido para saber cuándo algo les sucede a sus hijos, y en mi caso, mi madre tenía el don de las brujas para saber cuándo algo andaba mal en mi vida amorosa. Un radar que siempre ha sido exitoso para ejercer su poder, sobre todo a la hora de humillar las pobres decisiones de mi corazón.

—Terminamos... se acabó con Marcos.

Las palabras sonaron extrañas en mi boca, dejando un sabor amargo. Miré a mi madre y ella no pudo evitar sonreír levemente. Puse los ojos en blanco porque era la obvia reacción que esperaba de su parte. Nadie más que ella podía ser feliz sabiendo que yo había acabado una relación con alguien que, a su parecer, no era digno. Y no, no se refiere a no ser adecuado para mí, sino para nuestra familia, nuestro legado y todo lo que conllevaba ser parte de esa pesadilla en la que solía vivir. Diría que incluso yo no era digna de todo eso, pero al estar unidas por la sangre no podía sacarme de esa historia, aunque quisiera.

—Siempre te dije que ese muchacho no era para ti, hija.

Oh, mi mamá y sus prejuicios sociales. ¡Salud por la señora "te lo dije"!

Bebí e ignoré a mi madre. Ella y sus "él no es para ti", "mereces algo mejor" o "no tienen futuro", pero yo sentía que eso era justo lo que yo necesitaba, no lo que los demás decían que merecía por pertenecer a una familia con dinero. Necesitaba lo incorrecto, para demostrar que era lo perfecto.

Mi madre quitó la copa de mi mano y la dejó lejos. Yo reaccioné como un niño a quien le quitan su dulce.

—¡Hey! ¿Qué haces?

—Te estoy ayudando —respondió solemnemente. Ella creía que por quitarme la copa yo no podría conseguir una nueva. Todavía intentaba controlar mis acciones.

—¡Ya no tengo quince años!

—No, y eso es lo peor, te comportas como una niña —susurró para que solo yo pudiera oírla y que ningún invitado notara nuestro enfrentamiento—. No dejaré que arruines este valioso día para nuestra familia, luego me lo agradecerás.

Claramente yo no planeaba agradecerle nada luego. Y no piensen mal, yo no odiaba a mi madre. Teníamos una relación complicada porque nuestras personalidades siempre chocaban. Pensábamos de forma diferente, a pesar de que fue ella quien me crio y educó. Yo siempre fui la protegida de mi papá, fui su alegría y su cielo, fuimos muy unidos. Él me dejó crecer libre y de la forma que se me diera la gana, eso molestaba a mi madre, pues ella quería hacer de mí una dama ejemplar. Después de todo, aunque fuera un desastre seguía siendo su primogénita, y ella nunca aceptaría una derrota.

Cuando papá falleció, la relación con mi madre comenzó a decaer, y yo busqué la manera de mantenerme alejada de esas peleas, no veía el sentido en discutir en asuntos imposibles de ganar. Al menos hasta ese momento en la boda de Annie. Deseaba que ella fuera más amable, poder abrazarla y llorar y hablar con ella. Yo miraba su rostro, sus arrugas, la calidez de su sonrisa cuando saludaba a los invitados, la emoción en sus ojos cuando veía a Annie, pero cuando me veía a mí no estaba ese sentimiento. Y aquello era culpa de ambas.

Me quedé echada sobre la barra mientras oía al presentador anunciar un baile entre los novios. Nadie me prestaba atención mientras admiraban a la feliz pareja, deslicé mi mano sobre la barra para tomar una botella a escondidas y la abracé como si temiera que escapara rodando de mi lado. Y la música sonaba a lo lejos...

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La novela prontamente saldrá en formato físico junto a una Editorial chilena, para más información pueden seguirme en
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Por este motivo deberé borrar capítulos en Wattpad, espero puedan darle apoyo.

Muchas gracias por leer ♡ Les invito a seguirme y apoyarme con un voto!

𝚄𝚗 𝚌𝚘𝚛𝚊𝚣ó𝚗 𝚛𝚘𝚝𝚘 𝚢 𝚞𝚗 𝚙𝚛𝚘𝚖𝚎𝚝𝚒𝚍𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora