𝚄𝚗 𝚌𝚘𝚛𝚊𝚣ó𝚗 𝚛𝚘𝚝𝚘 𝚢 𝚞𝚗 𝚙𝚛𝚘𝚖𝚎𝚝𝚒𝚍𝚘

Cuidado con lo que escuchas en el baño

Pasé entre las parejas que bailaban en mi camino al baño, de tanto en tanto me daba un girito al ritmo de la música mientras fingía disfrutar del momento, quería pasar sin llamar mucho la atención.

En el baño rápidamente me senté en una taza levantado mi vestido, me quité los zapatos de tacón y me quedé un largo rato moviendo mis deditos, porque prácticamente no los sentía desde hace varias horas.

Oí que alguien entró al baño, las voces de varias mujeres llenaron el silencio de paz que había encontrado. Levanté los pies y me hice bolita sobre el retrete, no necesitaba que me vieran allí escondida y sintieran lastima de mí.

—Odio los vestidos de dama de honor.

Escuché la voz de una de ellas quejarse, y ciertamente yo compartía su opinión, esos vestidos no eran muy cómodos. Seguí escuchando.

—Sí, es horrendo vestir iguales —dijo otra riendo.

—Hey, pero sí es por Annie vale la pena.

Dijo una tercera. Yo también odio verme como ustedes y que mi vestido sea celeste como mi nombre, pensé. Era un vestido hermoso, pero que mi hermana escogiera un color que coincidía con mi nombre me hacía sentir incomoda. Traté de recordar el rostro de las damas según sus voces.

—¿Vieron lo bien que se veía Marcos? Ese hombre es tan guapo —dijo la segunda saboreando demasiado sus palabras.

Al oír eso se me resbaló un pie provocando que mi cuerpo se moviera contra la puerta al punto de casi golpear mi nariz. Me quede quieta esperando no llamar la atención y que ellas siguieran hablando como si nada, por suerte la música seguía sonando a niveles elevados.

—Sí, lo confirmo. Es un desperdicio que esté con Celeste, será la hermana de Annie, pero no son para nada iguales, ¿qué le verá Marcos a ella? —criticó la primera.

Maldita primera. Yo sólo pensaba en que si ella seguía hablando mal de mí saldría del baño y la enfrentaría, o al menos lo imagine.

—Todos saben que él la quiere por el museo, eso y el dinero de su familia.

Siguió hablando la muy maldita, pero sus palabras se me quedaron grabadas. ¿Acaso seria así? ¿Todos pensaban eso? Si él se me acercó por el museo nunca lo noté, yo creía fielmente en su amor, no era posible fingir a tal nivel esos sentimientos, mucho menos que se atreviera a vivir con alguien para conseguir un simple trabajo. ¿Sería Marcos capaz de hacerme daño sólo por un poco de fama?

—Pero ellos ya no están juntos, Lorena, él la terminó —le respondió la segunda voz, con un tipo de entonación muy arpía.

Incluso oírlo de unas arpías me dolió, y me sorprendió lo rápido que las personas se enteraban de todo, la facilidad con que los demás hablaban sobre la vida de otros como si nada. Supongo que el hecho de que no supieran que yo estaba oyéndolas les quitaba el remordimiento, si es que tenían consciencia.

—¿Y qué hago en el baño con ustedes y no bailando con él? —dijo Lorena, la primera. La primera en morir. Todas se rieron y se fueron del baño.

Salí de mi escondite sintiéndome expuesta. ¿Cómo se habrían enterado? Quizás era fácil suponer que por estar tan alejados durante la fiesta habríamos discutido, pero el confirmar nuestra ruptura era tener información de buena fuente. ¿Acaso Marcos había contado alegremente nuestra nueva libertad? O quizás lo contó desconsolado por haberme roto el corazón.

La peor situación incluía a mi madre.

Quizás ella, luego de verme desamparada le contó a todo el mundo con orgullo que su hija al fin era libre de su tan terrible relación, quizás se puso a ofrecerme como el nuevo producto del mercado. O simplemente, se sentía satisfecha de que otra cosa que yo amaba en mi vida saliera mal, tal y como ella lo había previsto.

Me mire en el espejo refrescando mi cara con un poco de agua y retoqué mi labial decidida a humillar públicamente al responsable de hacerme sentir tan miserable. Aunque eso implicara humillarme a mí misma en el proceso.

En retrospectiva, fue una gran estupidez lo que decidí hacer. Uno de los primeros actos que cometí bajos los efectos del corazón roto. La venganza nunca es buena y ahora lo comprendo.

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