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Tu mejor amiga.

Tienes una discusión con ella.

No te comprende,

no te entiende,

no sabe entender cómo una niña de 13 años,

vive la mayor parte del tiempo sola

y sin su padre.

No logra entender aquello,

porque nunca nadie logrará entender algo

que jamás ha vivido.

Ella no lo entiende,

por la simple razón,

de que nunca lo ha vivido.

Sus padres siguen juntos

y se quieren.

Su vida fue perfecta,

desde pequeña.

Así como pensaste tú,

que era la tuya.

Pero en aquel momento,

en aquella discusión,

en aquel instante de tu vida,

te das cuenta de que no,

te das cuenta de que creciste antes de tiempo,

de que maduraste sin quererlo,

de que empezaste a soportar peso,

con muy poca edad.

Te das cuenta,

de que la frase

"Más daños que años",

te corresponde a ti.

Te das cuenta de que jamás

te entendió.

Te das cuenta,

de cómo es.

Al día siguiente,

volvéis a estar bien.

Tan solo fue una pelea absurda,

de niñas de 13 años.

O eso crees.

Tú sabes que no.

Sabes que ya no seréis lo mismo nunca.

Nunca.

Con ella te ríes,

quedas las tardes de los viernes

junto a tu grupo de amigos.

Y un día, en el que todos se fueron,

y tú debías esperar a que mamá te recogiera,

viste a aquellos chicos mayores en la plaza,

a aquellos chicos de primer día

de instituto.

Ves como uno entra al chino.

Anda extraño,

anda como si fuera a comerse el mundo.

Tus amigos criticaban aquello,

ellos decían que eran escoria

y que poco durarían.

Sale del chino con un cigarro.

Tal vez se lo haya vendido el chino.

Mamá te llama.

Ella está alterada.

Te echa en cara el tener que ir a recogerte.

Le dices que se calme.

Pero comienza a insultarte de nuevo,

como el día anterior,

y el anterior,

y el anterior,

y el anterior.

Te dice que llegará en media hora.

Cuelga y te sientas en el banco.

Miras al cartel luminoso del chino,

¿y si entro a por un cigarro,

me lo venderán?

Te preguntas.

Dolor crónicoWhere stories live. Discover now