XIV

151 28 1
                                    

Mírate,

ha pasado más de un año,

un año jodido, ¿cierto?

Recuerdo como creciste,

pero no de forma física,

sino psicológica.

Empezaste a conocer,

y no por obligación,

sino porque pensabas

que podrías volver a querer.

Encontraste a gente,

a un grupo diminuto,

exactamente;

de cuatro.

Tan solo eráis cuatro personas

pero, eráis vuestra vida.

El destino os juntó,

decidió averiguar si aquel cambio

podía resultar bueno.

Quedabais cada tarde

desde bien temprano

hasta bien tarde.

Reías.

Reías.

Sonreías.

Y volvías a reír.

Eras feliz.

Ellos te enseñaron a quererte de nuevo.

Te prohibiste volver a querer a nadie,

¿no?

Esa prohibición te la saltaste

y los quisiste.

Porque no te importaba

querer a alguien que te hacía feliz.

Pero,

si tu cabeza te prohibió aquello

sería por algo,

y aún así,

tú fuiste tan tonta

de volver a querer.

Y,

¿que pasó?

Que volvió a salir mal;

demasiado.

La gente se aleja,

algunos físicamente

y otros como ellos.

Ellos estaban contigo,

pero les notabas distantes,

les notabas con ganas de dejarte

e ir con alguien que les llenase más

después de estar contigo.

Era como si deseasen que te fueras

para pasárselo bien.

Entristecías poco a poco.

Muy lentamente.

Y un día,

sin más,

les diste a elegir.

O el resto o tú,

¿a quien eligieron aquellos

a los que llamabas hermanos?

¿A quien eligió tu familia?

¿Eh?

Tu familia de barrio

eligió al resto.

Les diste todo lo que tenías,

pero tal vez el problema

estaba en que aquello que dabas

no era suficiente para ellos.

Después de meses ellos ahora son felices,

andan con esa gente,

son diferentes,

están cambiados,

ellos no se molestan en pensarte

y tú con puras tonterías

haces que pasen por tu mente.

El tiempo ha hecho

que te vuelvas a acostumbrar

a sentirte sola,

a estarlo,

a sentir que la gente se va,

a aprender que a veces se quiere mucho

y que cuando esa gente se va,

duele aún más de lo que los quisiste.

A asumir que la gente

cuando se quiere ir;

no se despide.

Pero que cuando no quieren;

si lo hacen.

Que si no quieren irse,

siempre echan una mirada atrás,

porque no son capaces de creer

que esa será la última vez que te verán.

Sin embargo,

aquel que si quiere,

simplemente se levanta y se va,

sin miradas atrás,

sin despedida,

sin nada.

Y así hicieron ellos.

Dolor crónicoWhere stories live. Discover now