VI

165 28 0
                                    

Decides ir.

Entras,

lo pides,

y sorprendentemente,

el chino te lo da.

Le pides fuego,

nunca habías sostenido

un cigarro entre tus dedos.

Y menos lo habías encendido.

Sales afuera.

Es de noche.

Es la primera vez que fumas.

Y de hecho,

te planteas por un segundo

lo que estás haciendo.

Pero sigues.

Miras el cigarro,

y le das la primera calada.

Ahí la fastidiaste,

ahí dejaste de ser una niña,

ahí te convertiste en un adulto,

ahí,

en aquel instante,

te diste cuenta de que te habías hecho mayor,

y que habías madurado demasiado pronto.

Te fumas el cigarro,

y al terminar

y tirar la colilla,

te das cuenta de que

te sientes mejor.

Te sientes relajada,

te sientes a gusto desde hacía tiempo.

Mamá llegó a los 10 minutos.

En ese período de tiempo,

tú observabas a aquellas personas

en aquella mesa.

Desde bien lejos veías que se reían,

que no comentaban a los demás,

que no juzgaban.

No eran como tus amigos,

eran diferentes.

Eran personas completamente opuestas.

Te montaste al coche con mamá,

con miedo de lo que pudiera decirte.

Comienza a gritarte,

tú no entiendes nada.

¿Por qué otra vez gritos?

¿Qué habías hecho esta vez, pequeña?

De golpe,

mamá pegó un frenazo

y te obligó a que te bajaras del coche.

No quieres bajarte,

pero te es igual,

ella te ayuda pegándote golpes en el brazo

desde su asiento.

Te bajas

y el coche se aleja rápidamente.

Vas a casa a pie.

Al llegar a casa,

de nuevo,

vuelves a entrar con miedo.

Ahí fue

cuando empezaste

a no querer entrar en casa.

Cuando empezaste a coger miedo.

A coger miedo,

pero no a tu casa,

no al coche de mamá,

sino a mamá.

Desgraciadamente.

¿Cómo es posible que le tengas miedo a mamá?

Te preguntabas.

Entraste en casa

y fuiste derecha a tu habitación.

Sin saber por qué;

lloras.

Lloras como si no hubiera un mañana.

Como si alguien te hubiera pisoteado el corazón.

Como si alguien hubiera bailado

encima de éste.

Como si le hubieran clavado un cuchillo.

Ay tu corazón.

Tu pobre,

e inocente corazón.

Dolor crónicoWhere stories live. Discover now