Bueno, en el capítulo anterior les comenté que planeaba hacer una entrevista a los personajes, así que pueden dejar aquí sus dudas/preguntas o comentarios para los ellos o para mí. Todo será respondido al final del siguiente capítulo. :-)
Ahora sí, disfruten la lectura.
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YoonGi y RaeSun caminaban hasta sus amigos, quienes ya se encontraban debajo del árbol hablando animadamente.
–¿Entonces me acompañarán? –escucharon a SeokJin hablar cuando estuvieron lo suficientemente cerca. El chico los miró y los saludó con la mano mientras sonreía ligeramente, ellos devolvieron el saludo.
–¿Acompañarte a dónde? –el peliverde empujó juguetón a NamJoon y él se hizo a un lado para que ambos pudieran sentarse.
–Pronto es el cumpleaños de la mamá de Jin y quiere comprar algunos regalos para ella.
–¿Vienen?
–Claro, no tengo nada mejor para hacer. –YoonGi se encogió de hombros riendo.
–¿Y tú, Rae?
–Seguro. –la chica asintió con una sonrisa. Sería la primera vez que saldrían todos juntos luego de que los chicos se integraron a ellos.
El receso pasó con normalidad, hablaron de cosas al azar como solía ser siempre y acordaron verse a la salida para partir juntos.
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Había pasado una hora desde que los chicos entraron a una tienda de deportes porque NamJoon quería unas nuevas zapatillas. YoonGi se había tirado en una banca y había dicho que los esperaría ahí, al parecer recorrer diez tiendas buscando el regalo perfecto para la madre de SeokJin había sido demasiado para él. RaeSun decidió quedarse con él simplemente para hacerle compañía mientras sus amigos regresaban.
El estómago de YoonGi rugió cuando jugaba con los dedos de la chica tratando de distraerse de lo aburrido que resultaba esperar, ella simplemente miraba al piso disfrutando del tacto y se rió levemente cuando lo escuchó. Él tocó su estómago avergonzado.
–Estos chicos. –miró el reloj en su muñeca e hizo una mueca–¿Te parece bien si vamos a comprar algo mientras ellos salen? Les mandaré un mensaje para que nos alcancen.
La pelinegra asintió, tomaron las bolsas que los chicos les habían encargado y caminaron por varios puestos hasta un local de helados. Ambos se habían quedado parados al mismo tiempo frente a él y se miraron sonrientes para luego entrar. Estaba claro que no era lo mejor, pero calmaría su hambre por lo menos hasta llegar a casa.
Caminaron hasta la caja y, ya con sus helados en mano, se sentaron en uno de los gabinetes que permitía ver las demás tiendas que rodeaban el local por la ventana.
