CAPITULO 36

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Cada escalón parecía alejarse más y más a medida que yo colocaba el tacón sobre este. Ya sabía que en la puerta me esperaba Doug, eso me tranquilizaba un poco, por lo menos no iba a entrar sola y enfrentarme a eso sin nadie a mi lado.

-Estas hermosa.-dijo el hombre que me observaba desde el pie de la escalera.


Levanté mi concentrada mirada de los escalones y observé a Doug. El me sonrió y me tendió la mano. La tomé y terminé de bajar.

-Gracias.-respondí al cumplido.

-No hay de que Eleanor.-dijo sonriente.- Estoy muy orgulloso de que tú seas la que va a casarse con mi hijo.

-Oh.-sonreí intentando ocultar mi nerviosismo.- Yo estoy muy feliz de casarme con Steven.-dije. Suspiró.

-Ya, ¿vamos?-hizo un gesto extraño.

-Claro.-respondí con miedo.

Terminamos de caminar por la sala para llegar a la puerta del jardín. Dos mujeres a los lados de la puerta nos sonrieron y luego miraron a Doug para preguntar por si estábamos listos para salir. Doug asintió y al ver esto, las pequeñas mujeres abrieron las puertas para dejarnos a la vista de todos.

El sol a penas se escondía y daba una sensación de calidez sobre el panorama. Steven dio la vuelta para observarme y vi como sus labios se curvaban en una sonrisa. La gente se ponía de pie a la vez que la música comenzaba a sonar.

-Vamos.-susurró Doug para que ambos comenzáramos a caminar por la estrecha alfombra cubierta por pequeñas flores blancas.

Sonrisas, susurros y pequeñas risas de dos niñas a nuestras espaldas, se hacían notar en el lugar. Steven, sin quitar su sonrisa, me observó desde que entré al lugar hasta que llegué a su lado.

-Estas hermosa.-susurró a mi odio cuando su padre me dejo en sus brazos.

-Gracias.-dije levemente y me aferré a su brazo. Miró al sacerdote.



Mi mirada se fijo en dos pequeños pájaros revoloteando sobre un árbol. El sacerdote, sin dejar de hablar, sonreía y con su libro en mano nos hacía orar. Steven, nervioso, apretó mi brazo para que prestara atención. La madre de Steven, retó unas cuantas veces a la pequeña que detrás de nosotros jugaba con su vestido rosa.

-Steven O'Connor, ¿acepta usted por esposa a Eleanor Adams? ¿Promete serle fiel tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándola y respetándola hasta que la muerte los separe?

-Si, acepto.-dijo Steven con una sonrisa en su rostro. Respiró profundo y me dedicó su dulce mirada. La nena se acercó con los anillos y los puso delante de nosotros , Steven tomó el que me correspondía y lo colocó sobre mi dedo. Sonrió

Era mi turno.

-Eleanor Adams, ¿Acepta usted por esposo a Steven O'Connor? ¿Promete serle fiel tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándolo y respetándolo hasta que la muerte los separe?

-Si, acepto.-dije tragando saliva con nerviosismo. Steven se aferró más a mi brazo y coloqué el anillo sobre su dedo.

-Si hay alguien que se oponga a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre.-dijo en una elevada voz el hombre de tunica frente a nosotros.

Todo en el lugar era silencio. Los ruidos más fuertes eran de pájaros cantar y las hojas de los árboles moverse al compás del viento. Nadie se oponía, eso era bueno, para Steven.

La Bella y La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora