CAPITULO 40

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  Nos encontrábamos paseando por el centro de la cuidad, tomados de la mano, super felices como toda una pareja. Steven buscaba con la mirada un lugar donde tomar la media tarde. Acompañados por un sol que se iba escondiendo poco a poco, Steven tarareaba una canción alegremente. Caminábamos paseando por la ciudad, viendo locales de hermosa ropa, observando a los animados franceses bailar en las esquinas.

-¿Aquí?-preguntó y señaló un bello café de puertas de cristal.

-Si, como quieras.-respondí por lo bajo observando como dos niñas se peleaban por una muñeca de porcelana.- Si, entremos.-dije luego. Steven alzó los hombros y juntos entramos al lugar.

Era un pequeño café pero muy pintoresco. Poseía mesas de madera con pequeños detalles en las patas y alrededor de estas. La gente estaba sentada hablando sonriente y bebiendo café. Steven se acercó a una mesa para dos y movió la silla para que yo me sentara. Le sonreí e hice caso a su caballerosidad. Rodeó la mesa y se sentó en frente mío.

-Bienvenidos.- dijo un mozo de baja estatura mientras colocaba las cartas sobre la mesa.- Cuando ya estén listos para pedir, pueden llamarme.-dijo y sonrió sutilmente para luego darse la media vuelta y alejarse de nosotros.

-Yo quiero un frapuccino.-dije y dejé la carta sobre la mesa. Steven torció la boca mientras pensaba.

-Yo quiero, lo mismo.-dijo y sonrió. Alzó la mano y pronto el hombre estaba al lado nuestro.- Dos frapuccinos.

-Enseguida se los traigo.-dijo y sonrió mientras se retiraba.

Steven se distrajo viendo un partido de futbol que pasaban por la televisión del lugar. Me dediqué a observar el lugar donde estábamos. Era típico de Francia, lo que a mi más me gustaba.

-¡No!-exclamó enojado.- No se cómo hacen para perderse ese gol.-golpeó la mesa.

-Por un momento me asuste , no entiendo por qué se ponen así.

-¿Quiénes?-preguntó sin dedicarme su mirada.

-Los hombres, son todos así cuando ven partidos de futbol.

-No lo creo Eleanor.-dijo y negó con la cabeza.- ¿Has visto eso? No sabe siquiera atajar la pelota, hasta yo lo haría mejor.-dijo y se cruzó de brazos. Reí.- No me hace gracia, cariño.

-A mi si.-espeté pensando en la expresión que él acababa de utilizar.- ¿Cariño?-pregunté alzando una ceja.

-¿Qué? ¿Qué tiene?-hizo una mueca y se rascó la nuca.

-No lo se, nunca me has dicho así, solo cuando pretendes llevarme a la cama.-dije. Rió.

-Bueno, si no quieres no te lo digo.-alzó los hombros. Abrí la boca para hablar pero él continuó.- Hablando de eso, ¿cómo la has pasado anoche?-preguntó. Sentí como se acumulaba la sangre en mis mejillas.

-Dos frapuccinos para la mesa ocho.-dijo sonrientemente el mozo.

-Gracias.-dijimos Steven y yo. El hombre hizo una leve reverencia y se retiro.

-¿Y?-preguntó retomando el tema.

-¿Y que?-dije desentendida. Rió.

-No te hagas la tonta.-me sonrió y tomó de su frapuccino.- Sé que te ha gustado.

-Si, realmente este frapuccino está de lo mejor.-dije y sonreí. Torció los ojos y me observó.- ¿Qué no hablamos de lo mismo?-pregunté inocentemente y luego le dediqué una pícara mirada. Negó con la cabeza.- Ah, pensé que hablábamos del frapuccino.-torcí la boca. Rió.

-¿Vas a esquivarme por el resto de la estadía en Francia?-preguntó. Negué con la cabeza.

-No te he esquivado, míranos, estamos aquí sentados hablando, no me he ido.

-Ya, deja de jugar.-dijo fastidiado. Reí.

-No estoy jugando, estoy tomando mi frapuccino.

-Te vas del tema, si. Eso quieres hacer.-asintió alegremente mientras acertaba a mis acciones.- Dime ya, ¿no te ha gustado? ¿Por eso no quieres hablar?

-No he dicho eso.-dije. Sonrió.

-Entonces...-me incitó a hablar.

-Y, si no es blanco es negro.

-Quiero escucharlo de tu boca.-dijo y tomó de su frapuccino.

-Ya lo has escuchado.-dije.

-No, ¿Cuándo?

-Steven, te lo he dicho.

-Repítelo, no te he oído.-suplicó. Reí.

-Si me ha gustado.-dije. Me sonrojé al instante.- Ya, ¿esta sabroso el frapuccino?-pregunté. Rió y tomó mi mano que yacía sobre la mesa. Entrelazó sus dedos con los míos y me dedicó una mirada.

-Si, esta sabroso.-dijo. Bajé la mirada y luego volví a observarlo. Estaba más que claro que mi comportamiento era el de una nena.

La Bella y La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora