Capítulo 31: Raksha.

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-¡Kahli! -Di un salto en mi cama antes de mirar a mi alrededor. Según mi reloj, eran las nueve y media. Bowser se encontraba dormido sobre mi pierna derecha, la cual ya no podía sentir. Bostecé al tiempo que me desperezaba, intenté salvar mi extremidad de morir por falta de circulación, pero fue en vano.

-Bowser, pesas demasiado. Venga guapo, esa pierna es mía -pedí moviendolo un poco. El aludido no se inmutó y siguió durmiendo-. Ésto me dolerá en unas horas.

-¡Kahli! -Escuché un grito proveniente de la planta baja, olvidé que eso me había despertado.

-¿Si? -contesté en un grito. Me incorporé y empujé al perro con todas mis fuerzas, mientras halaba de mi pierna para liberarme. Cuando al final pude lograrlo, Bowser dio un giro sobre sí mismo y siguió durmiendo boca arriba. Solté una risotada antes de levantarme y tomar la cámara-. Eres un descarado, ¿lo sabías? -dije antes de tomarle un par de fotos.

-Cariño, ¿podrías bajar un momento? -Pidió mamá.

-En seguida voy. -Me puse mis converse antes de salir y asegurarme de cerrar bien la puerta. Bajé rápidamente, usualmente no solían despertarme de ésta manera. Encontré a Hanna en la puerta de la entrada, mirándome con una ceja levantada.

-Al parecer, Jesse ha estado ocupado. -Me dijo con una sonrisa burlona. ¿Qué?

-¿De qué rayos estás hablando? -Ni bien terminé de decirlo cuando mi madre me abrazó con fuerza.

-Feliz cumpleaños, cielo. -Joder. Lo había olvidado por completo-. Espero haber sido la primera en felicitarte.

-Lo eres, gracias. -Le dije al abrazarla-. ¿Por ésto era el escándalo? -pregunté sonriendo.

-A un lado, mamá -Hanna la apartó y me dio un abrazo del que intenté liberarme lo más pronto posible-. Feliz cumpleaños, Kahl.

-Gracias, Hanna. -Me incomodé un poco, al parecer ella también, porque se alejó unos pasos, cohibida.

-Vale, creo que hay algo en la puerta para ti, apuesto a que es de Jesse -dijo. Fruncí el ceño, recordando la noche anterior. 

Esto no podía estar pasándome, Jesse era el chico que no esta fuera de la cama antes de las doce, y menos en vacaciones, pero después de la cena de ayer, podía esperar cualquier cosa. Caminé hasta la puerta, airada, pero en cuanto la abrí, mis cejas se elevaron por voluntad propia. Me eché a reír, aliviada. Pude sentir como el rubor cubría mis mejillas y esbocé una sonrisa de lado. Frente a la puerta, había tres cajas de regalo, ordenadas de la más grande a la más pequeña, cada una con un lazo de diferente color. Esto no podía ser obra de Jesse, esto era obra de un experto. Maldito vikingo coqueto. Pude sentir a mi mamá mirando sobre mi hombro y reí de nuevo.

-Vamos, no tenemos todo el día, ábrelas. -Me apresuró. Esta vez, Hanna se unió a mis risas. Negué con la cabeza y fui directo a la caja más grande, era un cubo que sobrepasaba la altura de mi rodillas. Quité el lazo rojo que ésta tenía y levanté la tapa. Incliné mi cabeza cual cachorro confundido, adentro había dos cajas redondas más pequeñas, una del tamaño de la palma de mi mano y otra mucho más grande. Tomé la pequeña primero y la abrí. Era un brazalete plateado, de esos que están diseñados para que les pongas los dijes que quieras. Éste sólo tenía uno, un pequeño barco. Sonreí como boba, era precioso.

-Está bien, me retracto, Jesse no sería tan astuto. -Miré mal a Hanna, pero mamá rió.

-¿Owen? -Me preguntó con una ceja levantada. Me sonrojé, me rehusé a responder, y tomé la caja grande.

-¿Owen? ¿El chico apuesto de Loui's? -Hanna parecía sorprendida. La miré mal. De nuevo.

-Así es. Déjalo en paz. -La ignoré y abrí la caja, dentro había unos patines nuevos. Chillé feliz. ¡Eran geniales! Y... Justo a mi medida.

-Es culpa mía. -Confesó mi madre antes de que pensara que Owen era un gran acosador. Sin pensar más, abrí la segunda caja cuadrada, y de nuevo entré en confusión. En el fondo de la caja, había un pequeño paquete envuelto en papel. Lo abrí, era un collar para un perro o un gato pequeño. Hanna rompió a reír.

-Debió pensar que Gonopolio era un perro. -Se burló. El único perro en el que podía pensar era en Bowser, pero el collar que tenía en las manos era tan pequeño, que no le quedaría ni en una pata. Lo miré con atención, tenía una placa. Raksha. ¿Quién era Raksha? Miré dentro de la caja en busca de una nota o algo parecido, pero no encontré nada. Iba a abrir la tercera caja cuando me di cuenta de que ésta tenía pequeños agujeros en la parte superior, tiré del lazo y la caja se abrió sola. Un diminuto cachorro me miró feliz al verse liberado. Pude escuchar los pequeños gritos de ternura de mamá y Hanna. Tomé a la preciosa Husky siberiano entre mis brazos con cariño, y noté que en el fondo de la caja había una nota.

"Espero que no tengas problemas para conservarla.
Pasaré por ti a las nueve para ir a cenar.
Feliz cumpleaños, nena.
Te quiero."

-Hola, Raksha. -Estaba al borde de las lágrimas. Sonará patético, pero nunca nadie había hecho algo tan lindo por mí. Me sorprendió que recordara tantas cosas de mí, y que se hubiera tomado tantas molestias con los detalles. Te quiero. ¿En verdad me querría? ¿En el poco tiempo que habíamos pasado juntos? No lo sabía, pero estaba segura de que yo también sentía algo por él. El casi-beso de la noche anterior me lo había confirmado.

Raksha. 

Owen se había ganado el cielo. Y mi corazón.

Geckos y VikingosWhere stories live. Discover now