Capítulo 4

6.8K 481 169
                                    

Sirius y Harry hablaban en voz baja mientras bajaban las escaleras, intentando no despertar de nuevo al retrato de la madre de Sirius, quien curiosamente jamás me había gritado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Sirius y Harry hablaban en voz baja mientras bajaban las escaleras, intentando no despertar de nuevo al retrato de la madre de Sirius, quien curiosamente jamás me había gritado. Siempre se quedaba callada cuando yo pasaba por ahí, sus ojos me escaneaban con precisión, sin emitir ni el más mísero sonido. Sirius decía que mi sangre pura era demasiado potente, lo cual no tenía ni pies ni cabeza, ya que era humanamente imposible saber quién tenía la sangre más pura y quién no. Era curioso porque la casa de la familia Black se había vuelto mi hogar en muy poco tiempo. Todo me resultaba confortable y cálido, no existía aquel frío tenaz que amenazaba con calarme hasta el último nervio del cuerpo.

Cualquiera pensaría que la casa Black era un lugar sombrío y tenebroso, ya que no contaba con la luz necesaria. Pero para mí, era más perfecta que perfecta. Nunca me habían gustado demasiado los días totalmente soleados, prefería los días lluviosos o los días nevados, donde el viento helado golpeaba mi rostro, refrescándome. Y la casa de los Black era un lugar curiosamente cómodo con respecto a ese tema. Desde el color de las paredes hasta las piedrecillas que decoraban las mismas, todo era esencialmente único para mí.

Seguí sin mucho entusiasmo los pasos de Harry, que escuchaba atentamente a Sirius hablar. Ya en la cocina, me senté alrededor de la mesa de madera rodeada de las sillas que habían sido ocupadas por los miembros de la Orden. A unos tres asientos de mí estaban Bill y Arthur Weasley. Recargué mi cabeza contra el respaldar de la alta silla y cerré los ojos. Oí las voces de los demás pero intenté no prestarles demasiada atención. Oí algo caer. Fruncí el ceño, aún sin abrir los ojos. Y el ronquido de alguien perturbó mí para nada tranquilidad. Abrí los ojos y mi vista enfocó a aquel hombre de pequeña estatura, que fingía dormir.

—Siéntate, Harry —dijo Sirius—. Ya conoces a Mundungus, ¿verdad?

Mundungus, que parecía un montón de trapos sucios, abrió los ojos de golpe.

— ¿Alguien ha pronunciado mi nombre? —masculló Mundungus, adormilado—. Estoy de acuerdo con Sirius... —Levantó una mano sumamente mugrienta, como si estuviera emitiendo un voto, y miró a su alrededor con los enrojecidos ojos desenfocados.

Ginny soltó una risita, yo sacudí mi cabeza, negando repetidas veces.

Aún no comprendía qué hacía ese "hombre" perteneciendo a la Orden. Bufé, incontrolablemente. Se había vuelto uno de mis pasatiempos favoritos, bufar por todo. Una vez Bill me había dicho que parecía una dragona.

—La reunión ya ha terminado, Dung —le explicó Sirius mientras todos se sentaban a la mesa—. Ha llegado Harry.

— ¿Cómo dices? —Inquirió Mundungus, mirando con expresión fiera a Harry a través de su enmarañado cabello rojo anaranjado—. Caramba, es verdad. ¿Estás bien, Harry?

—Sí —contestó él.

Mundungus, nervioso, hurgó en sus bolsillos sin dejar de mirar a Harry, y sacó una pipa negra, también mugrienta. Se la llevó a la boca, la prendió con el extremo de su varita y dio una honda calada. Unas grandes nubes de humo verdoso lo ocultaron en cuestión de segundos.

Artemisa Slytherin y la Orden del Fénix ➁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora