Capítulo 22

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De las miles de maneras en las que espere encontrarme con mis amigos, nunca se me pasó por la mente ser olímpicamente ignorada por todos.

Entrar por las grandes puertas del mejor colegio que el mundo pudiese conocer, ansiando con todas mis fuerzas el abrazar a mis amigos y sentirme nuevamente en casa, caminar por los pasillos y ver cada detalle que decora mi entorno, disfrutando de las escenas que solo Hogwarts es capaz de darme.

Pero...

Todo salió radicalmente distinto a lo que me esperaba.

Ni Draco, ni Theo, ni Blaise, ni siquiera Vladímir se acercaron, ni por un segundo, a saludarme. No me dirigieron la mirada y cada vez que intentaba acercarme a ellos, todos se iban. No sabía lo que estaba sucediendo, lo único que puedo asegurar es que me dolía volver a ser ignorada.

Mi mayor miedo siempre fue el ser olvidada por todas las personas a las cuales alguna vez amé, ser solo una chica más entre el montón, volver a ser confinada a una vida de miseria, tristeza y soledad.

La única compañía que siempre ha estado a mi lado, el único ser que jamás me ha abandonado es Scorpius. Él me ha acompañado desde el primer momento en el cual nos hicimos amigos, nunca se alejado de mí, ni siquiera cuando lo he tratado terrible o cuando lo he lastimado. Jamás de los jamases me ha dejado sola.

Agradezco tanto tener a Scorpius a mi lado, sin él la vida sería un profundo pozo sin salida, en el cual permanecería internada hasta el fin de mis días.

**

Abrí la puerta del despacho de Severus y arrastrando los pies, me dirigí hasta un banquito. Severus se volteó a verme, sin decir nada. No me inmute, lo único que hice fue acariciar la piel escamosa de Scorpius.

Eché una mirada a mí alrededor. La oscura habitación estaba forrada de estanterías en las que había cientos de tarros de cristal con viscosos trozos de animales y de plantas suspendidos en pociones de diversos colores. En un rincón estaba el armario lleno de ingredientes.

Me giré lentamente al escuchar la puerta abrirse. Harry me sonrió desde el umbral.

No le devolví la sonrisa.

—Cierra la puerta después de entrar, Potter.

Así lo hizo, y los cuatro quedamos encerrados en la penumbra de la habitación.

Severus se había colocado donde había luz y señalaba en silencio la silla que había delante de su mesa. Harry se sentó, y lo mismo hizo Severus, con los fríos y negros ojos clavados en el muchacho, sin pestañear; la aversión que sentía estaba grabada en cada una de las arrugas de su cara.

—Bueno, Potter, ya sabes por qué estás aquí —dijo—.El director me ha pedido que te enseñe Oclumancia. Espero que demuestres ser más hábil en eso que en Pociones.

—Sí —contestó Harry lacónicamente.

—Quizá ésta no sea una clase como las demás, Potter — prosiguió Severus, y entornó los ojos con malicia—, pero sigo siendo tu profesor, y por lo tanto debes llamarme siempre «señor» o «profesor».

Rodé los ojos, Severus se estaba vengando de Harry.

—Sí..., señor.

—Veamos, Oclumancia... Como ya te dije en la cocina de tu querido padrino, esa rama de la magia impide que las intrusiones y las influencias mágicas penetren en la mente.

— ¿Y por qué cree el profesor Dumbledore que necesito aprenderla, señor? —preguntó Harry mirando a los ojos a Severus.

Severus le sostuvo la mirada unos instantes y luego respondió con profundo desdén:

Artemisa Slytherin y la Orden del Fénix ➁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora