Capítulo 3: No te decepcionaré

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Daven corría. No podía dejar de hacerlo: su exceso de adrenalina se lo impedía. Todavía no se podía creer que ese día saldría por primera vez del refugio. Llegó hasta la entrada principal en un abrir y cerrar de ojos y se encontró con sus dos primos gemelos, cada uno apoyado a un lado de la enorme puerta: estaban haciendo la guardia de la mañana, y sus caras denotaban bastante aburrimiento.

—¡Buenos días! —saludó el animado chico con la respiración agitada, sin poder esconder su evidente entusiasmo.

Roar y Royd se miraron el uno al otro con confusión; su primo normalmente estaba de buen humor, pero su excesiva felicidad les pareció un tanto rara.

—Daven... —empezó a decir Royd con su habitual deje titubeante—. ¿T...Te encuentras bien?

Roar miró a su tartamudeante hermano con desdén.

—Por supuesto que no está bien —dijo despectivamente—. Solo hace falta ver la cara de bobalicón que lleva.

En cualquier otra situación, Daven se habría molestado por ese comentario y habría iniciado una de sus frecuentes peleas con Roar, pero aquella vez era diferente.

—Estoy mejor que bien —declaró con una gran sonrisa. Esto extrañó todavía más a sus primos, pero antes de que pudiesen ahondar en el comportamiento del ilusionado chico, este se apresuró a entrar al refugio.

El pequeño de los Haugen subió a toda prisa las escaleras para llegar a su habitación y así cambiarse de ropa. Una vez se hubo vestido con el jersey y el abrigo más cálidos que tenía, se puso una bufanda y unos guantes y bajó de nuevo los escalones de dos en dos para ir a la armería, la cual estaba en la parte trasera del refugio.

Cuando llegó a la pequeña y oscura estancia, encendió el interruptor; la única luz natural que iluminaba escasamente el lugar procedía de una pequeña ventana en el fondo: la misma por la que se había escapado doce años atrás para que su hermano jugase con él.

Daven se acercó a la estantería de las armas de fuego, la cual estaba al lado de la puerta trasera que daba al exterior. Observó el rifle que en su momento perteneció a Kell: estaba un poco desgastado y su nombre estaba tallado de manera torpe en la culata.

El chico sonrió al rememorar los sermones que le solía echar su hermano cuando se portaba mal, lo cual sucedía prácticamente todo el tiempo; pensar en él siempre le daba fuerzas para continuar su día a día. Alargó la mano para alcanzar la especial arma, pero una voz procedente de la puerta le interrumpió.

—¿Qué estás haciendo?

El muchacho pegó un respingo y se giró para enfrentar a su padre.

—Yo... —dudó momentáneamente—. Obviamente estoy robando —bromeó como de costumbre. Al jefe del clan no le gustó que su hijo le tomase el pelo, especialmente cuando estaba a punto de salir del refugio por primera vez. El hombre caminó con paso firme hasta Daven y posó una mano sobre su hombro.

—Hijo —comenzó a decir—. Debes entender que los peligros que hay allá afuera no son ninguna tontería —terminó con gran seriedad.

—Ya lo sé —contestó frunciendo el ceño, un poco molesto al ver que su padre creía que se tomaba en broma la misión.

Greyfell suspiró y agarró el rifle que Daven había estado a punto de coger. Lo observó unos segundos con tristeza y se lo entregó al pequeño del clan.

—Espero que hoy no lo tengas que usar.

Daven tenía muchos pensamientos en ese momento, pero lo único que hizo fue asentir mientras aceptaba el arma que le estaba entregando su padre. El mayor sonrió discretamente, pero su expresión cambió cuando se fijó en el lóbulo hinchado de su hijo.

—¿Te has vuelto a masacrar la oreja? —preguntó con evidente disgusto en el rostro. Daven rió por la cara que había puesto su padre.

—Lo hice solo para molestarte —respondió recuperando su buen humor.

Greyfell le dedicó una mirada de desaprobación antes de coger otro rifle de la estantería y encaminarse juntos hacia la puerta trasera. El mayor la abrió y se hizo a un lado, dejándole el paso libre a Daven. El chico de pelo gris se quedó quieto y reflexionó por unos segundos: empezaba a ser consciente de la aventura que le aguardaba, y no podía esperar más para conocer el mundo que había más allá de los muros del refugio.

—"Kell..." —pensó con decisión—. "¡No te decepcionaré!". 

SHENNONG [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora