Capítulo 9: Insolentemente espabilado

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Un hombre acompañado de otras dos personas les gritó a las bestias a la vez que les apuntaba con un arco.

—¡Gǔn kāi! —repitió aún más alto en un tono agresivo. Los snøulvs le gruñeron, pero acabaron alejándose del escenario junto con el cachorro.

Daven respiró aliviado, pero no por mucho tiempo ya que ahora al que apuntaban era a él.

—¿Nǐ shì shuí? —preguntó el extraño, que llevaba gafas de nieve y una máscara de neopreno que le tapaba la boca y la nariz, igual que los otros dos. El muchacho no sabía en qué idioma le estaba hablando y frunció el ceño con confusión; se empezó a levantar con cuidado de los escombros, pero aquello no le gustó al grupo de gente: ahora tres flechas amenazaban con salir disparadas en su dirección.

Con miedo, Daven se quedó en el suelo y alzó las manos en señal de rendición.

—No... no entiendo —logró decir lo más calmado que pudo.

—¡Nǐ shì shuí? —le volvió a cuestionar con enfado, esta vez más cerca del chico de pelo gris.

Entonces, otra persona del grupo bajó su arco y le dio una colleja al hombre, provocando que este también bajase el arma.

—¡Idiota! —exclamó la mujer, que por su voz parecía ser bastante mayor—. ¿No ves que no entiende lo que dices?

El aludido chasqueó la lengua con fastidio y se apartó de Daven.

—¿Quién eres niño? —preguntó la anciana, dirigiéndose al pequeño de los Haugen.

Daven se fijó en que las flechas que llevaban los tres tenían las plumas rojas y blancas, justo como la que había matado a su padre: una de aquellas personas era el asesino de Greyfell.

—No soy ningún niño —replicó molesto; la mujer se rió por la respuesta.

—¿Acaso no te han enseñado a contestar a lo que se te pregunta? —inquirió la anciana. Daven negó con la cabeza.

—Me enseñaron a no contestar a las preguntas de desconocidos —dijo desafiante, haciendo que la abuela se riese con más ganas que antes.

—Eres un niño insolente —señaló mientras se quitaba la máscara de neopreno y las gafas de nieve—. Y también espabilado por lo que veo —añadió con perspicacia.

Daven escudriñó el envejecido rostro: su cara era redonda y estaba recubierta de arrugas, tenía los ojos rasgados, el cabello blanco y muy corto y una sonrisa afable; sin embargo, su expresión cambió a una poco amigable en cuestión de segundos.

—Pero si no me dices quién eres —le amenazó mientras le hacía una seña con la cabeza a sus dos compañeros, haciendo que volviesen a apuntar con sus armas al chico—. Me veré obligada a matarte.

El muchacho supo de inmediato que no era ninguna broma: si no le decía su nombre, esa mujer era capaz de asesinarle allí mismo; pero revelarle su apellido real también sería una imprudencia. Tragó saliva y se dispuso a contestarle.

—Me llamo Daven —respondió mirándola a los ojos—. Vengo del clan Nilsen.

La abuela le observó con recelo y levantó una ceja, como si no se acabara de creer la procedencia de Daven. Vieja astuta.

—Mi padre Nils y toda mi familia somos de Torvik —inventó el chico—. La región costera unida con el gran mar congelado Norskehavet —aclaró para darle más credibilidad a la historia. Años de experiencia mintiendo le habían enseñado a Daven que cuantos más detalles se den, más creíble será tu versión de los hechos y más probabilidades de salirte con la tuya.

—¿De verdad? —preguntó la anciana maliciosamente—. Y dime, Daven del clan Nilsen... ¿qué haces aquí tú solo y a cientos de kilómetros de tu hogar?

—"Mierda" —pensó con nerviosismo—. "Rápido, dile una excusa"

—Nuestro refugio fue atacado por los snøulvs —explicó con seriedad—. Toda mi familia murió... mi padre —Hizo una pausa ya que sintió una punzada de dolor al acordarse de Greyfell—, mi madre, mi hermano... todos.

La rabia que se reflejaba en los ojos de Daven no era fingida, y la anciana lo notó.

—Huí lo más rápido que pude —prosiguió contando—. Llevo días vagando sin tener a dónde ir.

Todos se quedaron en silencio durante unos segundos; Daven se arrodilló ante los desconocidos y se tragó su ira y orgullo para pronunciar las siguientes palabras:

—Por favor —imploró con la cabeza gacha—. Aceptadme en vuestro clan.

El hombre y la anciana intercambiaron una mirada y ambos asintieron levemente; el robusto individuo se acercó al muchacho y, con una sola mano, tiró de su abrigo y le puso de pie, sujetándole firmemente. Mientras tanto, la persona más baja del grupo sacó una cuerda de su mochila y procedió a amarrar las manos de Daven.

—¡Oye! —protestó el pequeño de los Haugen mientras se resistía a que le tratasen como a un prisionero—. ¿Pero qué haces? —le espetó con enfado a la persona que le estaba atando; por las trenzas negras que sobresalían de su capucha y su estatura, Daven supuso que se trataba de una niña pequeña.

—Te estamos aceptando en nuestro clan —aclaró la anciana con pérfida ironía. El chico le frunció el ceño y la mujer sonrió ampliamente—. Bienvenido a la familia Huang.

SHENNONG [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora