Capítulo 14: Extraño o amigo

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Unas simples galletas nunca le habían sabido tan bien a Daven. Después de haber atravesado los pasillos laberínticos, habían llegado por fin a la cocina y el muchacho prácticamente se abalanzó sobre lo primero que vio.

Nina se había sentado encima de la mesa de madera que había en el centro de la estancia y sujetaba el tarro de galletas del que Daven devoraba con ansias.

—Están deliciosas —dijo el muchacho con la boca llena a la vez que estiraba el brazo para coger otra. La niña también comió alguna, pero tardaba el triple en acabárselas que el hambriento chico.

—Las cociné yo —comentó Nina, mordisqueando el dulce con moderación.

Daven dejó de masticar ante esto último y levantó las cejas.

—Pues eres una excelente cocinera —señaló el chico antes de tragar sonoramente—. La última vez que yo cociné algo, mi tía se puso hecha una furia —contó animadamente Daven mientras apoyaba su cadera en la mesa. Rememoró divertido la cara de Astryd al ver la comida chamuscada que él mismo le había preparado por su cumpleaños.

Pero ese recuerdo se vio emborronado por otro más triste: su tía al lado del cadáver de Greyfell, exigiéndole que volviese. Notó un pinchazo en el corazón y una gran melancolía se apoderó de él; sus ganas de comer se esfumaron de repente.

Nina notó su cambio de humor y dejó a un lado el tarro de cristal.

—¿La echas de menos? —inquirió cuidadosamente.

El chico la miró unos segundos a los ojos y apartó la vista, suspirando con una sonrisa forzada: ella pensaba que todo su clan había muerto. Finalmente asintió en silencio.

—Por cierto, todavía no me has dicho cuántos años tienes —dijo Daven cruzándose de brazos, evadiendo el tema de su familia—. Un tapón como tú no puede tener más de quince —comentó intentando pincharla.

—Tengo veintiuno —aclaró para sorpresa de su interlocutor—. En un mes cumplo veintidós.

Daven la miró con los ojos desorbitados.

—P...pero, es impos... —balbuceó sin dar crédito a lo que oía.

—No es mi culpa que seas bajito —añadió Nina mientras cogía otra galleta del bote y se la llevaba a la boca.

Ahora el tapón se estaba pasando de la raya.

—Pues para tu información, mido ciento sesenta y cinco centímetros —replicó con indignación: los comentarios acerca de su altura le tocaban especialmente la moral. Nina le echó la lengua y continuó comiendo su galleta como si nada. Sí, sin duda esa renacuaja había pisado terreno peligroso.

—Oye niña —protestó Daven, intentando mantener la calma.

—Es mejor que estés enfadado que triste —le interrumpió con una pequeña sonrisa. Aquello no se lo esperaba

—"Espera... ¿estaba intentando animarme?" —pensó Daven, sintiendo algo cálido en su interior.

Antes de que pudiese decirle nada, alguien entró en la cocina. Daven se giró y vio en el umbral de la puerta al corpulento hombre que había ahuyentado a los snøulvs y que le había encerrado en la celda.

—¡Liu Zhao! —le llamó Nina, todavía sentada sobre la mesa—. ¡Jod...!

Daven actuó rápidamente y le tapó la boca con la mano: no quería que Nina le soltase el nuevo 'saludo' que le había enseñado.

Liu Zhao frunció el ceño y cruzó sus grandes brazos, pidiendo una explicación con la mirada.

—Esto... ella... —intentó justificarse Daven, todavía sin quitar la mano de Nina; de repente, notó que la niña le pasaba la lengua por la palma y se apartó con una mueca de asco—. ¡Nina! —exclamó el chico enfadado, secándose las babas en su pantalón.

La chica se rió por la travesura y se bajó de la mesa para ir hasta el desconcertado hombre y saludarle con un corto abrazo.

—Huang Ning —le dijo el robusto individuo —. ¿Desde cuando hablas con extraños? —preguntó claramente molesto.

—No es un extraño —aclaró la chica negando con la cabeza—. Es mi amigo.

Liu Zhao y Daven se sorprendieron por el calificativo con el que se había referido la niña al pequeño de los Haugen. El hombre le lanzó una mirada asesina a Daven, haciendo que este tragara saliva. ¡Pero si no era culpa suya que ella le considerase su amigo!

—Escucha Liu Zhao —empezó a decir el muchacho, enfrentándose al gigante malhumorado—, ella no es mi amiga —puntualizó, causando que Nina frunciese los labios y le mirase con mala cara.

Aquello pareció calmar al hombre un poco, pero tras unos segundos arrugó aún más el ceño: parecía que en cualquier momento aquel gorila iba a arrancarle la cabeza.

—¿Entonces a qué vino lo de Nina? —preguntó Liu Zhao, haciendo referencia al apodo que Daven le puso a Huang Ning.

—Es... —comenzó a decir el chico mientras su mirada se posaba en Nina, que le observaba atenta, esperando su respuesta—. Es solo una tontería, de verdad.

La niña entrecerró los ojos y soltó un bufido. ¿Qué esperaba? Daven valoraba más su vida que mantener una amistad con un tapón como ella.

—Vámonos Liu Zhao —dijo la chica mientras agarraba del brazo al hombre—. No quiero escuchar más a este extraño.


SHENNONG [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora