Capítulo 18 - Kalha

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Kalha

Los siguientes cinco días fueron particularmente normales, durante la mañana tomaba mi desayuno y ayudaba a Martín con sus deberes diarios, durante la tarde caminaba por el pueblo y conversaba con cualquiera que se me acercara. Era extraño que nadie me mencionó algo sobre la noche que llegué herido, pero tampoco pregunté sobre el tema. El padre de la iglesia era el único que me trataba diferente, siempre me miró como si tuviera alguna discapacidad, tal mis ojos lo confundían pero, el resto de los aldeanos me veían como un igual, como su hubiera vivido ahí durante años. Al caer la noche regresaba a la taberna para limpiar las mesas y repartir las órdenes de los clientes, nunca más me enviaron a traer agua al rio, tal vez por temor a encontrarme a Avaricia. Se trataba de un secreto a voces que prefería mantener así, tener un perfil bajo es lo mejor ahora.

Esa noche en la taberna me acerqué a Rizzard para pedirle la noche libre, se mostró confundido en un principio pero no negó mi petición, solo me pidió que tuviera mucho cuidado. Me adentré en el bosque con el pulso acelerado y mirando a todas direcciones para cerciorarme que me encontraba solo, el simple recuerdo de Avaricia tratando de robarme mis ojos es algo que no podré olvidar con facilidad.

Al llegar a la pequeña cueva que había encontrado antes caminé alrededor en busca de pisadas o cualquier indicio de actividad humana, también tomé varias ramas delgadas y las coloqué a unos cinco metros alrededor de la cueva con la intención de escuchar de las pisadas de algún curioso o despistado que decidiera dar un paseo nocturno. Una última inspección rápida fue lo último que hice antes de entrar a la cueva. Estando dentro logré mover la roca para cubrir de mejor forma la entrada.

Esperé diez minutos sentado antes de usar el comunicador.

— ¿Cuánto tiempo falta? — Apenas lo susurré al comunicador.

Me sentí torpe al no recibir una respuesta inmediata, tal vez acabo de poner en apuros a alguien y todo por ser impaciente.

— Un par de minutos máximo. — Respondió la voz de Nindë.

No parecía molesta, espero que todos encontraran un lugar para dar nuestro primer informe. Los minutos trascurrieron rápidamente, mi vista se nubló totalmente y mi cuerpo se sentía ligero, era casi la misma sensación que cuando estuve dentro de la cámara. Me encontraba en oscuridad total hasta que un haz de luz apareció sobre mí. El resplandor reveló a mis compañeros sentados formando un círculo, cada uno de ellos brillaba con el color y textura de su energía. Café, rojo, azul, violeta y plateado eran los colores que recorrían el lugar que carecía de locación y acceso. Pasados unos segundos una figura de color amarillo apareció en el centro del círculo.

— Espero que sus cuerpos se encuentren ocultos en este momento.

Esa voz solo puede ser de Huor. La cantidad de humo amarillo que ingresó al lugar era abrumadora, tomó un tiempo en asentarse y dejar ver con claridad la silueta del líder del Credo.

— Veo que todos se encuentran bien. — La silueta de Huor caminaba entre nosotros. — Al parecer su infiltración ha sido exitosa o por lo menos nadie los ha encontrado hasta ahora. — Huor se detuvo al mirarme. — Linda cicatriz Galdor.

En Viryilius no hay espejos y no había puesto atención a mi reflejo sobre el agua, no sabía que quedó una cicatriz en mi rostro.

— ¿Estás bien Galdor? — Preguntó Merenwen preocupada.

Intenté contestar pero fui interrumpido por Huor.

— Cuando Galdor nos dé su informe nos dirá lo que pasó. Empecemos contigo Finrod.

El Credo - Iniciación IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora