(39) Psique

40 2 6
                                    

Los chaparrones de la estación iban y venían cada pocas horas. Más frescos que fríos, las finas gotas eran agradables. Necesitaba que me limpiaran, cada una su pequeña porción de piel o cabello. Los gruñidos del Djinn me recordaban que estaba contaminada a un nivel mucho más profundo, pero me limitaba a hundirle en mi consciencia y darme el pequeño lujo de disfrutar de la lluvia.

Esta era una zona con poco transporte de camiones. El truco de Arán para viajar por carretera no era útil aquí. Además, no me hubiera atrevido a intentarlo con la lluvia. Normalmente era arriesgado, pero ahora sería tentar demasiado a la suerte. Y mi percepción de Tulius era más fácil de seguir en línea recta, de modo que caminaba campo a través, donde tampoco habían ojos que pudieran delatarme a la Psico Red.

Al poco de empezar a caminar a solas, sin más distracciones reales que el paisaje y prestar atención al terreno, la mente se vuelve hacia dentro. Una se descubre haciendo inventario de su vida, haciendo examen de conciencia, reescribiendo conversaciones -qué debí decir, qué pude haber dicho, qué no me atreví a hacer-, pensar en todo. En otras palabras, me encontraba con mucho tiempo para procesar los asesinatos del Djinn.

Había decidido redimirme. No sabía cómo. Era muy consciente de que perseguía a Tulius como un obvio primer paso, mitad venganza y mitad justicia. Pero después de eso, ¿qué me quedaba por hacer?

Unos kilómetros más tarde, las ideas empezaron a llegar. Reconciliarme con mi padre. Ver qué podíamos ser juntos Lorca y yo. Vivir por los que ya no vivirían. Quizá podría proteger un lugar, como hacía el cura Joaquín en Escarilla.

Por otra parte, no podía olvidarme de Lock&Load. Tenía un compromiso con Zuría, y nunca he roto una promesa si estaba en mi mano. Y aunque no estaba segura de que siempre fueran "los buenos" -empezaba a comprender que distinguir a buenos y malos no era tan sencillo, salvo quizá por los Hijos-, sí que intentaban serlo. No participaría a ciegas en sus misiones, pero me dispuse a dar lo mejor de mí para que hiciéramos lo correcto. Si es que aún me querían en el equipo después de todo esto.

Si algún día llegaba a ser libre del Djinn, no cambiaría nada. Como Navi, seguiría tratando de estar ahí. No podría simplemente ignorar los Rincones Oscuros y fingir que no existían y dejarlo todo atrás. Eso se había acabado. Ahora era un poco más sabia y, a fuerza de desgracias, un poco más madura, esperaba. Si antes apenas me importaba yo, ahora comprendía lo importante que era cada uno.

Me encontré enumerando a cada persona que me había traído hasta aquí. El sorprendente cambio de mi padre. La íntima confianza con Lorca. El afecto manipulador de Aly; llegaría a perdonarle, algún día. Probablemente. Recordé enfrentarme a Lapis y recibir su ayuda. Los panes recién horneados con Laura, escuchando las palabrotas más campechanas del mundo. Arán apareciendo para salvarme el pellejo. Las charlas y cafés con Fang cuando Zuría no estaba.

¿Estaría bien Fang? ¿Me perdonaría? Le hice daño. Me sentí un poco estúpida por pensar en eso con todo lo que había ocurrido, pero las muertes no podía arreglarlas. Las amistades sí. Puede.

Un olor familiar me llamó la atención. Húmedo aún de la última llovizna, un matorral de hinojo más alto que yo se mecía suavemente al viento. Arranqué un tallito y lo mastiqué, como hacía Arán, para apaciguar al estómago. Engañarlo no, pero sí convencerlo de que tras casi ocho horas ininterrumpidas de carrera en ayunas, su dueña tenía intención de comer lo antes posible.

Quería seguir corriendo, en realidad. Pero la velocidad era el don de Sahar, y me costaba utilizarlo. En cambio el Djinn sí podía. El acceso debía estar ahí, en alguna parte, pero no lograba emplearlo con libertad. Tampoco lo necesitaba por ahora. Llegaría hasta Tulius. Si huía, le seguiría. No podría escapar de mí nunca más. Ya no tenía necesidad de apresurarme.

Alianza de Acero: una novela de Dark'n'SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora