Capítulo 3: Nunca cambiará

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Tal y como en Nueva Tabsa ocurriera, el resto del continente parecía un mejor lugar para vivir, mientras todos en su mayoría arrimaban el hombro para conseguir crecer y prosperar en un entorno mucho más amigable. Sin duda, el alcance de las acciones de Talaved llevaron a una concienciación colectiva sobre lo corta que es la vida de los humanos y el mejor provecho que debían hacer de ella. Además, ayudó mucho la nueva cercanía de los dragones, blancos y marrones, los cuales pululaban en mayor cantidad por los cielos de Felácea y colaboraban con los humanos en todos aquellos asuntos en los que pudieran ser de ayuda.

El continente seguía siendo gobernado desde la ciudad de Fránel, salvo en las Tierras del Noroeste. Aún se trataba de un territorio hostil, aunque sólo en parte, ya que Bogan, donde se encontraba el único portal activo hacia el Inframundo, colaboraba con el reino de Báel. No se regían por exactamente las mismas normas, pero esto sólo se debía a su lejanía. Habían creado un sistema de gobierno propio desde hacía unos años, cuando los demonios liderados por Álthaes contactaron con los hechiceros humanos, y funcionaba correctamente, de ahí que no vivieron cambio alguno, a pesar de que incluso crearon un puerto con el que comunicarse con las poblaciones de Mobse y Fadwell a través del mar.

La capital del reino, bajo el inmenso macizo del Trono de los Dioses, sí experimentó cierto cambio. Muchos habitantes dejaron la ciudad en busca de oportunidades en otros puntos de Felácea, aunque, en realidad, no había un sólo alma que no sintiera que se trataba de una mera excusa para abandonarla. A pesar de la aparente paz que se respiraba un año después del intento del Gran Demonio por sacrificar a cuantos humanos pudiera, nadie dejaba de darle vueltas en su cabeza a que Fránel siempre sería el mayor punto de interés para cualquiera que buscara el mal en el continente. También ocurrió hacía dieciséis años durante la invasión de Flojan desde Jálova, razones suficientes para desplazarse hacia pueblos menos concurridos y de menor interés estratégico. Así, esta migración propició el crecimiento desmedido de las que hasta el momento eran las más tranquilas y plácidas aldeas de Felácea.

* * *

Drana caminaba por las calles medio desiertas de la capital, con paso lento mientras disfrutaba de la brisa nocturna. Si ya de por sí había menos habitantes de lo que ella recordaba, a esas horas la ciudad daba la impresión de haberlos perdido a todos. De haberse topado con alguien, este habría visto a una mujer menuda y de altura media, con el pelo negro y largo, suelto por completo, dentro de un sencillo pero viejo vestido de color blanco. Caminaba en completo silencio, con el semblante serio en dirección a la puerta sur de la muralla.

El enorme portalón se encontraba abierto, como a todas horas, vigilado desde las almenas que lo coronaban por un único soldado. Incluso el ejército había visto mermada su plantilla al haber tan pocos habitantes que proteger, trasladando una parte importante de soldados a estos pueblos que tanto crecieron.

El camino de la mujer le llevó a bordear la muralla por su parte exterior, siguiendo una estrecha calle empedrada delimitada a su izquierda por las pocas casas que se edificaron fuera de los muros de la ciudad. Curioso fue ese primer crecimiento tras los acontecimientos de hacía un año y el posterior abandono de una buena parte de estos edificios recién construidos en los meses siguientes.

Al fin, Drana alcanzó su destino. Bañado el paisaje por la reluciente luna llena, la oficial del ejército entró decidida en el cementerio, segura mientras avanzaba hacia un punto en concreto, un lugar que conocía bien tras haberlo visitado otras muchas veces.

Pasó por delante de varias estatuas de mármol y junto a un par de tumbas vacías, probablemente abiertas unas horas antes para tenerlas preparadas para dichos funerales por la mañana. No obstante, en su deambular, en apariencia tranquilo, tampoco fue que se fijara demasiado en estos detalles, con su mente ocupada en otros asuntos.

Los hijos de Daes (Saga ojos de reptil #3)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant