Capítulo 4: Pesadilla roja

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Con la luna en lo alto del cielo de Nueva Tabsa desde hacía unas horas, las calles se encontraban casi vacías, con sólo algún rezagado aparte de los guardias que patrullaban velando por el orden de la ciudad. Incluso los trabajadores de los negocios que más tardaban en cerrar se encontraban ya en sus dormitorios, a excepción de una muchacha morena que estiró la jornada hasta bastante después de que el último cliente saliese por la puerta de la taberna. El dueño del local ni siquiera esperó a que la trabajadora finalizase de barrer y recogiera las sillas sobre las mesas, pues Visdá se había ganado toda su confianza. Así, sin nadie más en la taberna, no se dio demasiada prisa en dejarlo todo listo para el comienzo de la siguiente jornada, cerrando el negocio por completo una vez que creyó que él también habría terminado.

Subió por la levemente inclinada calle de su derecha, dejando en sentido contrario la plaza del Árbol del Héroe. La posada en la que se hospedaba no quedaba lejos y tan sólo se cruzó con los militares de los puestos fijos en las cuatro esquinas que separaban dicha posada de La jarra hasta arriba. Ninguno de esos soldados entendía por qué debían permanecer en dichos lugares hasta la medianoche y que, además, lo hicieran únicamente una vez por semana, aunque tampoco era siempre el mismo día. No obstante, no podían sino morderse la lengua y hacer la guardia sin abandonarla no ya por el temor a que les sorprendieran haciéndolo, sino porque el mismo jefe de seguridad se pasaba varias veces a comprobar que realmente estaban donde se les había ordenado.

Visdá sabía bien el por qué de dichas ubicaciones, pero era algo que jamás revelaría a nadie. Se limitó a saludar respetuosamente a estos hombres y mujeres, apretando con fuerza contra su pecho el chal que llevaba a los hombros por la especialmente fría noche que había caído, a pesar de que las primaverales temperaturas ya dejaban paso, al menos durante el día, a las más propias del verano en el que estaban entrando.

Visdá se había acostumbrado a tener que esperar unos minutos en la calle hasta que el encargado de la recepción se dignaba a hacer caso de las numerosas llamadas a la puerta, aunque en esta ocasión no tardó nada. Por extraño que pareciera, debía estar despierto.

La chica subió las escaleras hacia el primer piso, única altura de la modesta posada, y se detuvo un segundo a mirar a ambos lados del pasillo; no encontró a nadie en él. Se dirigió entonces, con la agilidad y el sigilo de un gato, a la habitación número nueve, en sentido contrario a la que tenía alquilada. Giró el pomo de la puerta, abierta esta, y entró al oscuro cuarto cerrando con sumo cuidado.

No tuvo tiempo alguno de darse la vuelta cuando una sombra se deslizó veloz a su espalda y la agarró con fuerza de los brazos, justo por debajo de los hombros, los cuales comenzó a besar mientras le susurraba al oído con voz apasionada.

—No te haces una idea de cuánto te he echado de menos.

Visdá tembló ante el tacto de los labios de él y no ayudó a calmarla la afirmación soltada. Las manos recorrieron sus brazos y pasaron de aquí a las caderas y a los pechos en un lento viaje por el cuerpo de la joven, la cual, poco a poco, sintió desaparecer su ropa entre suspiros y gemidos.

Cuando apenas le quedaba prenda alguna, se dio la vuelta y descubrió que el que la esperaba lo hizo completamente desnudo. Sus ojos no se habían acostumbrado aún a la oscuridad que les envolvía, pero sólo necesitó de sus manos para cerciorarse de ello.

Se besaron mil veces, ambos de pie y de frente, antes de que él la sujetara entre sus brazos y la echara con suavidad sobre la cama, instante en el que comenzó a recorrerla de arriba a abajo sin medida alguna.

Así pasaron varios minutos, alternando pasión y ternura entre besos y caricias. Disfrutaron como otras tantas noches habían hecho, olvidándose del resto del mundo o de sus propias preocupaciones, sumidos en un vaivén de sensaciones que deseaban no ver desaparecer jamás.

Los hijos de Daes (Saga ojos de reptil #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora