capítulo 8, Ángel, 6 de junio de 1994

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Los pies se movían lentamente para lo que significaba correr, pero aquel día era la primera vez que iba a sentirse vivo verdaderamente. Los fallos fueron rápidamente reconocidos por aquellos que lo vieron: corría con calzado inadecuado, camiseta negra y con el sol en lo más alto; fallos que corregiría en el futuro, pero no podía avanzar si no los cometía, pues nadie nace sabiendo.

En lo que no falló fue en el comienzo: fue lento. Merdek le seguía en forma de pantera, con las dos patas delanteras heridas. Al notar que podía aguantar aquel ritmo, decidió avanzar más ligero. Y entonces, todo lo que le daba coraje comenzó a pasar por su mente.

-¿Por qué corres? –dijo el tulpa, quien seguía su ritmo.

-Porque odio que... -fue rápidamente interrumpido.

-¡Idiota! No hables: piensa. Recuerda que procedo de tu demencia, fuera de ti no existo. Aunque es más cómodo hablar, ahora estás corriendo.

-Porque me da mucho coraje –pensó el niño-, estudié mucho, me esforcé tanto, y no sirvió para nada.

-¡No se mejora de un día para otro! El cambio requiere tiempo para que se complete adecuadamente.

-No solo es eso, ¿es normal lo del otro día? Llevaba razón en la clase, y todos se reían, ¡hasta la profesora!

Comenzó a correr más deprisa.

-¿Recuerdas lo que hablamos sobre la caverna? Lo leíste en clase: los prisioneros se reían; los estúpidos se ríen. Ignóralos hasta que seas fuerte, luego, destrózalos.

Comenzó a sentir furia por todo ello, y las largas zancadas se aceleraron, y del mismo modo lo hizo su corazón y su respiración.

-¡Menuda furia! –se mofó el tulpa.

-Mierda, mierda... no puedo... me duele el costado- la respiración era más profunda.

-¿Seguro que no puedes?

-¡No! No puedo.

-¿Seguro?

-¡Seguro!

-¿Ni un paso más?

-No ¡Ni uno solo!

-Pues mientras ibas diciendo que no podías, seguías avanzando. Y aún no te has parado... y hace diez segundos que dijiste que alcanzaste tu límite, y ahora más; el tiempo suma.

El paso del crío se iba ralentizando con visión a parar, pero notó como por su espalda la pantera con las patas delanteras heridas le empujaba con la cabeza, hasta que llegó un punto en el que el crío no podía más.

-¡NO! ¡NO PARES AHORA! ¡DEJA DE SER DEBIL! –Gritó el tulpa, sobresaltando al crío, quien continuó, solo que a trote en vez de correr como antes-. Recuerda esas veces que te lo han dicho.

-¿El qué? –pensaba que estaba muriéndose, pues nunca había sudado tanto.

-El no puedes: "no puedes estudiar una carrera" "no puedes tener pareja porque eres horriblemente feo" "no puedes ser alguien porque no tienes talento"... el "no puedes ha sido el título de tu vida... ¡DA UN PASO MAS DESGRACIADO! ¡Avanza! ¡AVANZA! ¡Cállales la puta boca a aquellos que te llaman escupitajo! ¡SUPÉRATE!

Los pasos volvieron a ser firmes y ligeros, pero solo durante unos segundos, pues lo dio todo por furia; luego volvieron a ser torpes, descoordinados y paulatinamente más lentos... y cuando estaba a punto de caer respiró con sus últimas fuerzas para poder dar un solo unas zancadas más, hasta que el sol, el cansancio y la falta de oxígeno acabaron con él, y se desplomó. Ahora todo le daba igual, pues esa sensación le llenó más que todas las risas por mofas, más que todos los fallos en los exámenes y más que todas las veces que se visualizaba horrible en el espejo. Esa sensación de haber dado todo de sí, de pasar al extremo del cansancio... aquello le permitió sentir las solitarias brisas frescas de entre todas las bocanadas de calor, que le hacían sentir frescor al notar como su sudor se desplazaba por su cálida y agotada piel. Aquella sensación le permitió sentir como su corazón latía con más fuerza y vida que nunca, y como su costado sufría con un dolor que aumentaba por cada vez que tomaba aire. Sonrió y cerró los ojos: sentía todo su cuerpo.

-Me siento vivo –dijo el niño, quien en ese momento se sintió menos niño y un poco más hombre.

Areté #PGP2016Where stories live. Discover now