No quería decir eso.

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Ya era lunes y el castaño estaba completamente feliz, creía que nadie le podría quitar la felicidad que sentía, era la primera vez que se sentía así. La noche anterior luego de haberse besado con su psicológo, el lo fue a dejar a su casa y le dijo lo mucho que lo quería y lo beso hasta cansarse, ambos no podían ser más felices.

Al llegar Diego al instituto, veía todo muy alegre, nunca había visto con buenos ojos su instituto, pero hoy le parecía que todo estaba muy bien. Cuando vio a su amigo peliceliste le pregunto donde estaba Cristina, el le dijo que estaba en la sala del conserje, el castaño fue corriendo a donde se supone que estaría su amiga, lo que vio lo destrozo completamente haciendo que no quedara ni una pizca de felicidad en el, lo que vio fue a Cristina cortandose los brazos. Se acerco a ella y le quito la cuchilla.

—¿¡Que mierda crees que haces!?—grito euforico. Tomo las manos de la chica y la observo, ella estaba llorando y lo miraba con odio, a los segundos llego Cristian y se paro en la puerta.

—¡No te metas en asuntos que no debes, hijo de puta!—grito Cristina safandose de su agarre.—¡Es mi puta vida y yo hago lo que quiero, tu solo eres un puto niñato de mierda!.

—¡Eres mi amiga, odio que hagas eso porque lo haces solo por hacerlo, no tienes ni un puto problema, tu vida es perfecta, tus padres te aman, tienes todo lo que quieres, solo que eres una estúpida mal agradecida!—grito enojado.

—¿¡Y que si lo soy!? ¡metete en tus asuntos niñato de mierda!—grito molesta.

—¡Cristina deja de comportarte como una niña!—grito el peliceleste.

—Cristian no te metas.—dijo el castaño.

—Yo me meto donde quiero, no eres quién para decirme que es lo tengo que hacer, ambos se comportan como unos niños.—respondio enojado.

—No tienes ningun derecho a decirme que me comporto como un niño cuando tu eres un puto mujeriego que solo tiene sexo con todos porque nunca vez a tus padre y te falta atencion.—dijo el castaño con furia, la pelea ya se les había ido de las manos.

—Los dos son estúpidos.—dijo la azabache.

—Callate puta suicida.—masculló Cristian y se fue.

—Joder...—mascullo el castaño y salio de aquella bodega.

Camino a pasos rápidos, estaba enojado y no sabía que hacer, no quería estar cerca de ellos, aún no tocaban la campana y la puerta estaba abierta, salío rápidamente del instituto, comenzo a caminar sin rumbo alguno mientras fumaba un cigarrillo. Se sentía enojado, el no era de las personas que se disculpaban o se arrpentian de lo que decian o hacían, nunca lo había sido.

Mientras caminaba por la ciudad pensaba en lo mala que había sido su vida, se preguntaba si realmente se lo merecía, pensaba que lo que decía su madre era cierto, el no debía de haber nacido, nisiquiera tenía a alguien que el considerara un familiar, nunca había sido muy cercano a la famialia de su madre, y la de su padre nisiquiera la conocía. Siempre fue un niño callado y sumiso gracias a los golpes que le daba su madre cada vez que hacía algo que a ella no le gustara, ella lo maltrataba, lo golpeba hasta cansarse, lo pateaba, lo abofeteaba, lo golpeaba con una correa y le quemaba los brazos con sus cigarrilos. En verdad había tenido una mala vida, agradecia no haber tenido un hermano para que no sufriera lo mismo, aunque si hubiera tenido uno el lo defenderia hasta morir. Era fuerte, siempre lo había sido, ya casi nada le dolía, pero aveces hasta los más fuerte se rompen.

Mientras caminaba por la calle, choco a un chico de unos dieciseis años, tenía el cabello rojo, sus ojos eran verdes y se veía muy amable, el le sonrió y lo miró un poco confundido.

—¿Estas bien?—el chico parecía muy simpatico.

—Si.—el castaño respondio seriamente y siguio caminando ignorando aal pelirrojo. El chico quedo muy confundido por la actitud del menor, el solo quería ser amable, adémas que se veía un poco mal el castaño.

No paraba de temblarle el ojo, ya llevaba como siete cigarrillos y no dejaba de caminar, las horas pasaban y seguia haciendo eso. Se metio a una calle solitaria y se quedo mirando dentro de un bar, ahí estaba su madre, siendo golpeada por dos hombres, le faltaba ropa y gritaba desesperadamente, un hombre le puso una pistola en la cabeza y disparo. Diego tenía los ojos abiertos como platos, saco su celular y llamo a la policia avisandoles lo que acavaba de ocurrir ante sus ojos, al escuchar el auto policial salío corriendo, no quería estar metido en eso, puede que no quisiera a su madre y que la odiara como a nadie, pero el no era una mala persona, no era como ella y no se quedaría sin hacer nada.

Se preguntaba que estaría haciendo su padre, si ahora era feliz y había logrado tener una familia normal. Le deseaba lo mejor, aunque a su padre no le interesara en lo más minimo su hijo. Ahora sabía porque nunca tuvo atención por parte de el, era un hijo no deseado, su padre nunca quiso tener hijos, los detestaba. Diego trato de no tomarle mucha importancia y siguio su camino, no sabía donde iba, ni que haría, tenía ganas de beber y correr hasta sentirse libre, así que se metio a la primera tienda que vio y compro unas botellas de alcohol. Guardo unas en su mochila y llevaba un en su mano derecha, fue a un parque donde nunca había gente. Se bebio la botella entera, no tardo mucho en hacer efecto, pero lo único que hacía era llorar, de la frustracion por la vida que tenía, ¿realmente se merecía eso?, se preguntaba una y otra vez, pero no sabía la respuesta, en ese momento solo quería desapareser.

El hombre que me salvo [BL].Where stories live. Discover now