II. La primera mirada

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 La frente de Budo estaba bañada en sudor. Había dejado el agua a casi burbujear en la bañera y él se recargaba en la misma recubierta de azulejos blancos. Sudaba por recordarla. Recordar su perfume divino desvanecer, así como su presencia. Recordaba dirigirle la mirada. ¿Cómo sabía su nombre...?

Había pasado apenas un poco más de una hora, y el atlético muchacho pues se dispuso a entrar en el agua caliente. Tragaba de golpe un montón de aire que guardó celosamente en sus pulmones, hundiéndose en la tina del baño, cerrando los ojos con fuerza.

Era era flaca. Era tan flaca que sus pasos apenas se escuchaban. Pero él, como buen atendido de la audición era, escuchó caminar hacia él. Giró su cabeza, y desinteresadamente. Estaba pálida, y en su tambalear, entonces, cayó al suelo. Budo corrió hacia ella, tomándola en brazos para llevarla corriendo hacia la enfermería, donde la dejó en una camilla. La desinteresada asistente médico, como siempre, no daba respuesta alguna, se quedó en otra sala, haciendo quién sabrá que cosa. Se quedó cuidándola, primeramente porque era una buena persona, y segundo, porque sin él, la niña estaría confundida cuando despertara.

Le acariciaba la cabellera, y miraba su labios rosáceos fríos. Se destraía en el celular, antes de dirigir sus mirada hacia el rostro de la muchacha.

Preciosa.

Era preciosa. Con un respirar tan lento y una piel tan finamente sedosa. No fueron necesarios los veinte minutos que Budo Masuta estuvo ahí cuidándola para, sorprendido, volver a retirar el mirar de la pantalla, y mirar como se levantaba y se iba.

—¡Oye! ¡Vu-vuelve acá!— Gritaba Budo, sorprendido de ver a la muchacha emprender un andar.

—¿Mmgh?— Giró el rostro. Y miró sus ojos negruzcos, serios, que sólo expresaban una nada infinita, nada más.

—¿Te sientes bien...?—

—Sí.

—Pero... te desmayaste hace rato.

—Lo sé.— No dijo más, abriendo la puerta de la enfermería.

—¿Qué clase de persona se siente mejor después de desmayarse?— Budo fruncía el ceño, extrañado. ¿De qué es trataba eso? Parecía un robot.

—Mi nombre es Ayano Aishi.— Y salió de la enfermería, dejándolo solo.

Después de la mínima charla, Budo se dedicó a buscar entre los varones alguna señal de ella. Al parecer no era nada popular, pues la información la sacó de una maestra de Akademi High School, quien le confirmó el nombre de la adolescente, diciéndole, además, que era una alumna excelente y que aparentemente vivía, de momento, sola.

Y llegó ese día a su casa, a pensar en ella. En sus pasos sigilosos, que cambiaron a un desmayo improvisadamente falso -pero que el karateka había creído- cuando Budo se volteó a verla. Su cabello brillante, su piel pálida y unas ligeras ojeras. Su perfume.

Budo Masuta estaba enamorado de Ayano Aishi. Una completa desconocida, que en su elegante desmayo, discretamente, desnudó su más hermosa belleza, expresándola en unos minutos de paz, de silencio... donde Budo no se daba cuenta se estaba enamorando y ella fingía dormirse pensando en Senpai.

Budo salió con fuerza de la bañera, rojo. Con los ojos jugándole bromas. Recuperaba el aliento, y poco a poco, pues, dejaba de recordar ese día. El día que vio a la belleza en su más expresiva forma humana y que la dejó irse de la enfermería.

Mátame {Ayano x Budo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora