VI.- Sobredósis de información.

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Días habían pasado desde ese encuentro. Exáctamente siete y con ello se cumplía el record. Budo Masuta llevaba una semana después de haber visto a una mujer desnuda por primera vez y experimentar el placer que le provocaron las manos femeninas. Después de ese encuentro, Ayano sólo lo miraba coqueta en clase, pero no dejaba que se acercara.

Ayano corría, iba y venía. Y a lo que Budo se daba cuenta, Ayano siempre tenía el período...

¿Qué otra cosa explicaría que siempre tenía alguna salpicadura de sangre en la falda o en las manos?

A la salida, Budo se quedaba hasta muy tarde por culpa del club de Karate, y siempre tenía la grandeza de verla correr por la ventana. Ella corría de un lado a otro con un trapeador y una cubeta de agua. Esa niña parecía siempre tener muchos accidentes femeninos.

Pero ese día era diferente. La escuela tenía el ambiente pesado. Siete u ocho mujeres habían muerto desde aquella calurosa noche para los jovencitos. Budo quería sorprender a quien consideraba la mujer de su vida, así que corrió entre la multitud en la entrada de la escuela para abrazar a la escurridiza muchacha desde la espalda.

—¡Ayano!— Budo la abrazaba por la espalda, mientras se atrevía locamente a besarle la mejilla, rozando entre la mandíbula y el cuello. Fue ese acto el que causó que varias muchachas se quedaran estupefactas, con el corazón roto.

Y luego se escuchó una tremenda bofetada.

Ayano salió corriendo tras la asquerosa muestra de afecto. Budo, sentado en el suelo, se tocaba la mejilla con hormigueo producto de semejante golpe. Parpadeó sin entender. ¿Ayano le había rechazado un beso.... ?

—Eso no se va a quedar así, Ayano Aishi.—

Budo iba a su clase finguiendo como si nada. Los rumores empezaron a sonar en sus espaldas. Ayano embarazada, Budo un pervertido, que Budo no venía de la realeza samurai... Cosas estúpidas empezaban a surgir por culpa de un casi beso robado a la chica que nadie le hablaba.

Cuando sonó el timbre del descanso para los estudiantes, Budo avisó a su club que llegaría tarde, tanto a la práctica como comer con ellos. Comenzó a seguir a Ayano con prisa y silencio en sus pisadas.

Si alguien lo viera, no podrían dudar que en su sangre venía el linaje samurai.

Y entonces, Budo, oculto tras una par perpendicular al pasillo donde estaba Yandere, asomó tímidamente la cabeza, espantado por la naturaleza salvaje de la adolescente.

Ayano le estaba cortando el cuello a Saki Miyu.

—¡Zorra! ¡Maldita, mierda de vaca que eras!— Susurraba entre dientes. Sólo por la fuerza de la mandíbula Budo juraba ya se estaba comiendo unos cuantos gritos.

La siguió. Vio perfectamente como después la llevaba al club de jardinería, desmembraba a la conocida y popular joven de ojos celestes, la ocultaba en una simplona bolsa de basura y después la ponía en el incinerador.

Budo regresó a su lugar, fingiendo que no había visto nada. Pero ahora tenía la consciencia inquieta. Los asesinatos, la sangre, los accidentes femeninos... todo estaba amarrado a una misma mujer. La mujer que amaba.

Como todos los días, esperó a que todos se fueran primero que él, y haciéndose el que no sabía nada, se reunió con Ayano a la entrada.

—Budo... lamento lo de la mañana...— susurraba la fémina, abrazando al karateka y dándole un beso dulce en los labios. —No me gusta que la gente nos mire...—

—¿Y por qué no, princesa?— Budo tenía la mirada perdida, recordando aquellas horribles escenas en las que prefirió no intervenir.

—Alguien nos puede ver.—

—¿Cómo quién? ¿Cómo Taro...?— Budo susurraba débil, colapsando mentalmente. Al escuchar el nombre sagrado, Ayano simplemente dio una falsa expresión de sorpresa.

—¿Qué tiene que ver Taro con todo esto..?—

—Anoche, mientras lo hacíamos, gritaste su nombre.—

Ayano, ésta vez, sí se sorprendió de verdad.

—Hablaremos de esto otro día, Budo.—

Mátame {Ayano x Budo}Where stories live. Discover now