Capítulo 17

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—Te lo digo yo, está hecho —Peter hizo girar su sillón hacia la ventana de su oficina, que tenía una vista inigualable cerca del río.

—¿O sea que se terminó el periodo de prueba? —preguntó Agustín al otro lado de la línea—. ¿Van a empezar con la producción de un Peter 2.0?

Peter asintió.

—Yo diría que un día de estos empezamos con eso.

¡Qué importaba!, probablemente esa misma noche a juzgar por el modo en que Lali lo había hecho volver a la cama esa mañana para hacerlo una vez más. Bueno, dos veces.

Felizmente ese día su primera reunión era a las diez de la mañana. Por nada del mundo habría rechazado las promesas de placer que había visto en los ojos traviesos de su esposa cuando, al ir hasta la cama para despedirse de ella con un beso, Lali lo había agarrado de la corbata y lo había hecho caer sobre ella.

O cuando, después de ducharse, al salir del baño se encontró a Lali sentada en la cama; se había puesto la camisa del terno, pero había abrochado solo dos botones, y su corbata colgaba con un nudo suelto entre el valle de sus senos.

Aquellos juegos suyos habían hecho que llegara una hora tarde al trabajo, pero no podía importarle menos, pensó con una sonrisa de satisfacción.

—¿Sabes?, desde hace un par de semanas, vaya donde vaya la esposa de alguien, siempre termina mencionando que te casaste.

Peter entornó los ojos.

—¿Y qué tienen que decir?

—Bueno, salen las especulaciones que cabría esperar dadas las circunstancias: lo repentino que ha sido tu matrimonio con Lali cuando hace poco tiempo habías terminado tu relación con Belén y esa clase de cosas. Pero la gente a la que le has presentado a Lali, como los Gonzales, los Vázquez... van por ahí diciéndole a todo el mundo que están seguros de que para ti esta es la definitiva, que nunca te habían visto así.

—¿Así cómo?

—Por si no lo sabías, parece ser que estás enamorado. Dicen que salta a la vista; cada vez que alguien habla del tema yo me emociono hasta las lágrimas —dijo Agustín con sorna.

Peter soltó una risa a pesar de que de repente se notaba la garganta seca.

—Estuviste viendo películas románticas otra vez, ¿no? —contestó siguiéndole la broma—. Mira, Agustín, no voy a negar que entre Lali y yo hay algo increíble, pero ninguno de los dos nos engañamos creyendo que es amor. Los demás que piensen lo que quieran.

—Lo entiendo. Solo sentía curiosidad por saber si había cambiado algo. Lali...

—Por supuesto que no ha cambiado nada —respondió Peter con firmeza—. Lali y yo tenemos un trato y el amor no es parte de él. Además, me aseguré de antemano de que Lali estaba de acuerdo. Lo último que querría es que ella sufriera —dijo. Y luego, para quitar un poco de tensión, añadió en un tono jocoso—: Así que ya sabes, búscate una esposa y deja de preocuparte por la mía.

—Está bien, capto la indirecta, pero ¿quién dice que es tu esposa quien me preocupa? —dijo Agustín con seriedad, luego de quedarse callado unos segundos.

Después de otra noche en una más de las fiestas benéficas a los que acompañaba a Peter, ya de vuelta en casa, Lali estaba frente al espejo de su vestidor, intentando desabrochar el enganche del collar de zafiros que Peter le había regalado para la ocasión.

Cuando este apareció detrás de ella y le dijo que le permitiera ayudarla, dejó caer las manos. Sin embargo, en vez de desabrocharle el collar, Peter le bajó lentamente el cierre que tenía el vestido en la espalda.

novela laliter casado al amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora