Capítulo 22

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Lali guardó los archivos con los que estaba trabajando y se quedó mirando la pantalla de la computadora. Iba a cumplir la fecha de entrega del proyecto con tiempo de sobra. En los últimos días apenas había podido dormir más de unas horas, y cada noche se había levantado y se había puesto a trabajar.

Constantemente la asaltaban los recuerdos. Peter dándole los buenos días, llegando a casa por la tarde y cobrándose su beso de bienvenida...

Algunos días se dejaba llevar por esos recuerdos, por el placer agridulce que le producían. Otros, como ese día, luchaba contra ellos, para calmar el dolor por todo lo que había perdido.

La pantalla se volvió borrosa. Más lágrimas. ¿Cuándo dejaría de llorar al más mínimo recuerdo? El dolor de su corazón le decía que tal vez nunca.

El sonido del teléfono la sobresaltó. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y lo descolgó.

—Mariana Espósito —contestó.

Todavía le costaba no decir su apellido de casada.

Hubo un silencio al otro lado de la línea y luego...

—¿Espósito? Ya sé que pasaron unos días desde la última vez que hablamos, pero pensaba que mis abogados me lo notificarían cuando se hubieras aprobado el divorcio.

Peter... ¿Cómo podía el corazón de una persona dar un vuelco y un salto de alegría al mismo tiempo?

—Puede que aún no sea oficial, pero lo será.

—Sí, lo sé —Peter se aclaró la garganta—. He estado complicado con el trabajo, pero me hubiera gustado llamarte antes para saber si todas tus cosas habían llegado bien. ¿Estaba todo?, ¿no faltaba nada?

Era un motivo razonable para aquella llamada. Lali sabía que Peter se tomaba sus responsabilidades y compromisos muy en serio. Eso era todo; no había más. Suspiró para intentar calmarse.

—Sí, todo llegó bien; gracias otra vez por tu ayuda.

—Me alegra oírlo. Bueno, si ves que falta algo, avísame.

—Creo que no falta nada.

—Buenísimo. Entonces, ahora que ya vuelves a estar instalada, ¿cuáles son tus planes?

Lali se quedó mirando el teléfono un momento. ¿Cómo podía estar preguntándole eso?

—Peter, ya sabes cuáles son mi planes. A pesar de todo lo que ha pasado, nada ha cambiado —le dijo. Nada, excepto que su corazón se había roto en mil pedazos, y cada vez que oía la voz de Peter, tan casual y despreocupada, volvía a romperse en otros mil—. Yo... esto tiene que acabar, Peter. Creo que será mejor que a partir de ahora te pongas en contacto con mi abogado si quieres preguntarme algo.

«Ya sabes cuáles son mi planes»... Aquellas palabras martilleaban en el cerebro de Peter como una taladradora horas después de que Lali colgara el teléfono.

Desde el principio había sabido que Lali tenía planes para su futuro: ser madre soltera mediante la inseminación artificial, formar una familia sin las complicaciones de un matrimonio.

«Nada ha cambiado»... Sí, nada había cambiado, salvo que a él se le revolvía el estómago de imaginarse a Lali embarazada de otro hombre, aunque fuera de un donante anónimo de esperma. La sola idea lo enfurecía.

¿Y qué pasaría con los nueve meses que tendría por delante después de eso? Por lo que le había dicho, la relación que tenía con su madre no era especialmente buena. ¿Quién estaría a su lado para ayudarla en los momentos difíciles, cuando se sintiera mal, o estuviera asustada?

novela laliter casado al amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora