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 31 de Marzo del 2016

Mae.

–Quizás deberías dejar de trabajar en la galería de arte, Mae –me sugirió Bess mientras caminábamos por un camino de piedras.

Suspiré porque no quería admitir que tenía razón. –Trabajar allí es la única razón por la cual puedo pagar mi parte de la renta.

–Ésta es la última vez que te ofreceré ser mi compañera.

Bess, la chica que había sido mi amiga y compañera de clases por el último año, me ofreció mudarme con ella a su pequeño apartamento debido a que la dificultad para pagar la casa se estaba volviendo notoria si bien tanto Cole como yo no queríamos admitírnoslo. La oportunidad de tener dónde vivir estaba allí, y todo lo que debía hacer era empacar mis cosas y mudarme en un par de horas. No obstante, vivía con mi mejor amigo, con el chico que se había tomado la molestia de buscar en Internet durante horas, días y semanas el lugar perfecto en el vecindario perfecto para poder vivir en él. Y no planeaba abandonarlo así como así.

–Ya te he dicho, Bess. No lo dejaré –contesté, ajustando mi mochila sobre mi hombro por tercera vez en el último par de minutos.

Sus ojos encontraron los míos. – ¡Oliver es más que bienvenido!

–Sabes de quién hablo.

Mi amiga se encogió de hombros antes de murmurar un bajo «como sea» y continuar caminando.

Había más árboles alrededor nuestro de los que había visto en mi vida. Sus hojas estaban llenas de colores brillantes como naranja y amarillo, y no podía detenerme a mí misma de pensar en el amanecer y cuánto le gustaba a Ellis.

Cuando éramos niños, él solía correr las diez cuadras que separaban su casa de la mía antes de que el sol se alzara sobre los techos de éstas con el fin de verlo conmigo. Recordaba cuán emocionado lucía y cuánto brillaban sus ojos cuando los primeros rayos de sol aparecían ante él. Ellis siempre había tomado mi mano cuando eso ocurría pero sus ojos nunca buscaban los míos; mi mejor amigo estaba demasiado concentrado en la escena que se formaba al frente suyo.

Asimismo, cada año decidíamos hacernos una sorpresa para el otro cuando menos lo esperásemos. Este año le regalé un lienzo que había pintado con colores vívidos con el fin de recrear el amanecer que él aún esperaba cada mañana. El lienzo se encontraba colgado en la pared de nuestra sala de estar, y Ellis estaba tan orgulloso cuando las personas venían a casa que no podía evitar enseñárselos a todos ellos.

La última vez que su familia había venido para almorzar un domingo, él corrió hacia la puerta principal con el lienzo en sus manos con tal de mostrárselo a sus padres. Incluso Tyler y Spencer, sus hermanos de ocho y cinco años, se rieron en su rostro. Su madre, Eve, en cambio, acarició su mejilla y le sonrió al ver cuán pequeño lucía al tener esa expresión en su rostro. Creo que ella extrañaba a su pequeño.

Eve me sonrió y me abrazó con fuerza. –Simplemente sigues mejorando, Mae, es impresionante.

La abracé de regreso y los guié hacia la cocina. Tyler y Spencer estaban corriendo y jugando a las escondidas dentro de la casa, lo cual fue demasiado para Ellis, quien los atrapó en sus brazos y los llevó afuera para jugar con ellos. Mientras tanto, sus padres y yo tuvimos una interesante conversación sobre la universidad y mis pinturas. Por lo general, no dejaba que alguien viera mis obras de arte, aunque los consideraba mi segunda familia. Razón por la cual tomé algunas de las pinturas de mi estudio –las menos personales, claro– pero Eve y Wren me felicitaron de todos modos.

Siempre habían visto talento en mí.

De vuelta en el presente, Bess y yo nos sentamos en dos sillas, las cuales se encontraban una al lado de la otra, mientras apoyábamos nuestros respectivos cuadernos de bosquejos frente a nosotras. Habíamos entrado a la clase de todos los viernes, donde un modelo se ofrecería a posar desnudo a pocos pasos en una silla de madera.

Nuestro profesor de arte nos dirigió una mirada seria a cada uno de nosotros.

–Hoy quiero que capturen el tormento y la tristeza de este chico en su hoja. Tienen permitido dibujar de cualquier manera que quieran: dibujos animados e inclusive con figuras geométricas. No se limiten a dibujar lo que ven sólo sus ojos.

Eso fue todo lo que necesité para alentarme a mi misma a crear la mejor pieza de arte que había dibujado en mi vida entera.

Bueno, quizás exageraba.

Miré rápidamente al chico desnudo con cuerpo perfecto y mordí mi labio inferior. ¿Cómo iba a hacer esto? En mis ojos, estaba lleno de detalles, lleno de líneas y sombras. Decidí dibujar lo que veía, por muy poco que pareciera. Cada pequeño detalle que veía era otra línea en mi hoja vacía.

Dibujé con mi carbonilla la simple silla sin detalles y me concentré en el chico, quien se encontraba de costado. Su nervioso pie se movía constantemente hacia arriba y hacia abajo a la vez que el otro flotaba en el aire. Su torso era plano con unos admirables abdominales, por lo que bosquejé sólo uno de sus pezones, pero aun así tracé una pequeña parte de su otro pectoral. Igualmente, dibujé su delgado brazo derecho hasta que su mano se escondía detrás de su pierna, sin embargo, su izquierda se hallaba más tensa. Su mano descansaba muerta sobre el aire y las yemas de sus dedos tocaban su pierna opuesta.

Para mi sorpresa, no fue difícil dibujar su rostro. A diferencia de mis pensamientos sobre cómo se vería, su rostro era interesante. Sus cejas estaban lo suficientemente caídas para que no pareciera una expresión de enojo. Moví mi carbonilla sobre el pálido papel y dibujé una arruga entre las cejas con el fin de que tuviera la impresión que la persona en mi dibujo estaba pensando profundamente.

El hombre de mi dibujo pensaba sobre la vida. No sobre cuán jodida se había vuelto su vida o cuánto había metido la pata por engañar a su novia. El hombre que estaba dibujando, cuyos ojos estaban entrecerrados y cuyos labios se encontraban presionados en una fina línea, se había dado cuenta que la vida no era lo que él había esperado. Estaba decepcionado, triste. Era miserable y entendía que era simplemente otra gota de agua en un mar de monstruos, otro insignificante cuerpo que caminaba por las mismas calles que otras millones de personas. Y lo que más lo decepcionaba era el hecho que no podía cambiar las cosas porque no era nadie.

Para el momento en el cual terminé de dibujar, todos se habían ido excepto por el modelo, quien ahora se encontraba vestido y parado justo a mi lado mientras observaba expectante. Creía que le gustaba lo que veía. Lo sabía por la pequeña sonrisa en sus labios y lo mucho que brillaban sus ojos. Una vez que había terminado el dibujo y había comenzado a guardar mis materiales en mi mochila, el desconocido suspiró.

–Nunca había visto algo como esto antes.

Dirigí un vistazo a mi dibujo. –No es nada que no haya hecho antes. Quiero decir...Tengo que admitir que fue muy fácil dibujarte debido a tus características –dije haciendo gestos con mis manos para referirme a él–. Pero supongo que no es tan bueno.

–Bueno, lo es para mí –respondió, metiendo una de sus manos dentro de los bolsillos de su campera. El extraño que acababa de felicitarme me ofreció su mano derecha y pálida– Soy Trent.

–Mae –respondí sin estar segura del porqué le había dicho mi nombre a un completo desconocido. Deducía que era porque haberlo visto desnudo hacía a toda esta situación menos extraña.

Mordí mi labio inferior y mi mirada cayó a mis pies.

Estababastante segura que había sentido algo cuando nuestras manos se tocaron.  

Beyond Broken © (Beyond Series #1)Where stories live. Discover now