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3 de Octubre del 2016

Mae.

Nunca creí que llegaría el día en el que tuviera que despedirme de mi madre. Si bien estaba al tanto de que el día en el cual ella cerraría sus ojos y no los volviera a abrir de nuevo llegaría algún día, en verdad no sabía que iba a ser tan de pronto, tan inesperado. Es decir, todos y cada uno de nosotros habíamos convencido a nuestras mentes de que ese día estaba en nuestro futuro, pero eso no significaba que estábamos preparados para ello. Perder a mi madre fue el evento más doloroso y desgarrador de mi vida. Ella simplemente se había ido, partido al Cielo como si hubiera tenido tiempo suficiente con nosotras, sus hijas.

Era demasiado pequeña para vivir sin una mamá que me ayudara en Matemática o me llevara a peinar mi rebelde cabello por las mañanas antes de ir a la escuela. Riley también había sufrido, quizás incluso más que yo, porque el hecho de que nuestra madre falleciera implicaba que ella tuviera que volverse mi ejemplo a seguir. Odiaba que mi hermana mayor se hubiera convertido en un adulto a tan temprana edad. Bueno, ambas lo hicimos luego de la muerte de mi padre. Tuvimos que hacerlo, lamentablemente. Y sucesos como éstos eran imposibles de ser cambiados, nosotras no podíamos cambiar, por lo que los sentimientos se tornaron abrumadores e inciertos. La gente nos miraba como si nuestras vidas hubieran ido cuesta abajo, en caída libre sin preparación previa. Nos tenían pena y tocaban nuestros hombros al pasar con el fin de demostrarnos su lástima. Aún lo hacían.

Cuando mamá murió, en lo único que pude pensar fue en su risa siendo escuchada por otros ángeles en vez de nosotros; sus caricias perdidas porque ahora sería únicamente un fantasma; su persona desapareciendo en el olvido. No podíamos esperar ser recordados, pues todo eso desaparecería algún día, pero yo la recordaría. Debía hacerlo. No, necesitaba mantener su imagen fresca en mi memoria para no olvidarme de ella. Porque si no recordaba su voz, su perfume o su tacto, mi madre no sería más que un desconocido. Mis abuelos, ambos de ellos, desde pequeña me habían contado historias sobre mi madre para que yo pudiera recordarla. A cada una de ellas las escribí en un cuaderno que ahora mantengo guardado perfectamente para nunca perderlo. Sin él, la idea de mi madre se desvanecería.

Una vez había leído que las aves dejan sus nidos poco después de salir del pequeño huevo que los mantiene a salvo. Extienden sus alas y vuelan hacia un determinado lugar sabiendo hacia dónde se dirigen si bien nunca vieron el mundo. Yo no estaba lista para eso. Para dejar los brazos de mi madre y tomar vuelo por mi cuenta. Todavía me quedaban años de poder refugiarme en sus brazos cuando algo malo sucedía, aunque todo eso me había sido arrebatado en un segundo.

En este momento, las personas se acercaban a mí y a Riley como el día de su funeral, acariciando nuestros brazos de arriba a abajo como si pudieran reemplazar su tacto. Pero hoy no era ese día, sino su cumpleaños. Hoy, ella tendría cuarenta y nueve años. Lo sé, joven. Tuvo a Ry cuando tenía apenas más de veinte años luego de un imprevisto embarazo. Todos nuestros familiares y amigos nos dirigían una sonrisa que era fácil de interpretar como perdida en el aire y nos abrazaban contra sí para brindarnos su apoyo. Ninguna de las dos lloramos, pues pasaron demasiados años y este día se volvió, en cierta forma, rutina. Hablamos con cada uno de ellos, quienes intentaban sacar a relucir todas las cualidades de mi madre, también de mi padre si bien hoy no se trataba de él.

Podía sentirme a mí misma ahogándome entre las palabras de cada mujer y hombre encontrado en la sala, motivo por el cual me disculpé con mi tío, Jackson, y mentí sobre olvidarme mi saco en el coche. En cambio, corrí hasta llegar a las escaleras, a las cuales subí apresurada sin mirar atrás. El cuarto que Riley y yo habíamos compartido durante tanto tiempo debido a nuestro miedo a la oscuridad y a encontrarnos solas en habitaciones separadas, estaba ahí, frente a mis propios ojos. La puerta cedió bajo mi mano, y no fue mucho después de haberla cerrado detrás de mí que las lágrimas se sintieron pesadas en mis ojos. Éstas se deslizaron por mi maquillado rostro lentamente, como si estuvieran pensando qué camino tomar, si el puente de mi labio para terminar en mi boca o correr colina abajo hasta alcanzar mi mentón y desaparecer en mi escote. Caminé por el dormitorio que aún me pertenecía, acariciando las paredes empapeladas con las yemas de mis dedos y tomando la fotografía de la mesita de luz que Ry y yo compartíamos. Mis padres estaban uno al lado del otro, sus rostros cerca y familiares. Papá sostenía a Riley en sus hombros intentando no dejarla caer mientras mamá tenía una versión mía mucho más adorable y pequeña en sus brazos.

Beyond Broken © (Beyond Series #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora