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28 de Julio del 2016

Mae.

Por alguna razón desconocida, me vi a mi misma abriendo mi desastrosa caja de cartón repleta de recuerdos. Ésta había sido pintada por Ellis y por mí cuando éramos niños. Fue su idea fabricar una gigante caja a base de cajas de zapatos que robábamos en silencio de los armarios de nuestros padres y, como era de esperarse, no pude decirle que no. Gracias a él, ahora guardaba recuerdos de más de diez años allí dentro.

Me senté en el suelo, encontrando medallas, cartas y fotografías que no recordaba haber guardado. Medallas del concurso de deletreo, hojas rotas de mis antiguos diarios íntimos u hojas con promesas jamás quebrantadas y dichas en voz alta. Entre las fotografías, había una de mis padres cuando eran jóvenes, incluso más jóvenes que yo. Ellos se habían conocido en el secundario, cuando todo era simple y no había nada que les prohibiera estar juntos.

Cómo deseaba poder verlos en ese entonces...

Los había perdido de muy chica, y a penas recordaba la fragancia de la colonia de mi madre o la arruga que se formaba en la frente de mi padre cuando reía. Ver esta fotografía en mis manos me hacía pensar en completos extraños, suponer un futuro totalmente distinto al que tuvieron, en el cual tuvieron cuatro hermosos hijos como tanto quería mamá con dos caballos en una pequeña cabaña en el bosque.

De igual modo, pensar en vidas hipotéticas era peor que pensar en lo que pasó en realidad.

La siguiente fotografía que apareció en mis manos era una de mi madre en la camilla con una bata de hospital y poco cabello en su cabeza. Ella sonreía como si fuera el mejor día de su vida, como si estuviera agradecida de la vida que le había tocado. Y, Dios, lo estaba. Antes de morir, mamá me dijo una vez tras otra cuánto nos amaba y cuánto adoraba la vida que había tenido hasta ese día. Mamá estaba orgullosa de nosotros, de lo fuerte que habíamos sido por ella si bien creía que las lágrimas eran poder. Hablando de lágrimas, una de éstas se deslizó por mi ojo y cayó sobre la fotografía, a la cual sequé rápidamente con tal de no arruinarla.

Desde que tenía doce años, mis compañeros se habían burlado de mi carencia de padres. Del hecho que mi padre había preferido terminar su vida en vez de cuidarnos a Ry y a mí. Al principio, les creí, sin embargo, eran palabras sin valor alguno, pues ellos no sabían cuánto nos había amado mi padre. Él había sido fuerte por ambas cuando mi madre murió, pero no lo suficiente como para mantenerse lúcido.

Y lo entendía. Lo juro que sí.

Todos dicen que el amor que uno les tiene a sus hijos es mayor a cualquier otro. Que uno por sus hijos haría lo que fuera. Aunque, ¿pasar el resto de tu vida sin tu compañero, sin tu amor verdadero? No podía imaginarme a mi misma tan enamorada de alguien y perderlo lentamente, verlo desvanecer y perder su fuerza, hasta verlo reducido en cenizas, y seguir adelante. Era difícil. Pero mi padre no era un cobarde, no era débil. Simplemente se dejó ganar por el dolor y no fue capaz de tolerarlo, por lo que se ahogó en botellas de alcohol hasta volverse polvo al igual que mi madre.

Ahora, ambos eran simplemente un recuerdo en mi mente. Un recuerdo de lo que perdí, de lo que jamás volvería a tener. Recordaba llorar por las noches por idioteces y correr a la vieja habitación de mis padres en busca del confort de mi padre, de las caricias de mi madre hasta quedarme dormida. En cambio, lo único que encontraba eran polvorientas, vacías y frías sábanas sin ser usadas por años. Extrañaba correr a la noche debido a las pesadillas y dormir entre ellos o estar enferma y escuchar a mamá al teléfono con tal de pedir el día libre en el trabajo con tal de cuidarme si bien eso le costara su puesto.

Sorbí las lágrimas y dejé todo aquello que estuviera relacionado con mis padres a un lado. Sacando algunas cosas de la caja para ver el resto, encontré una pequeña cajita que decía «Recuerda». Fruncí el ceño, la caja siendo vagamente familiar para mis ojos hasta que recordé a Ellis regalándomela para mi cumpleaños número dieciocho. Dentro, encontré el primer avión de papel que habíamos hecho, notas secretas que nos pasábamos en las clases de la Srta. Maskoff y el ramillete que me había regalado para nuestra graduación si bien no asistimos juntos. Una oscura y muerta margarita yacía dentro atada a una pequeña botella de plástico, la cual contenía una nota dentro.

Podía jurar que nunca capturé tantos momentos en fotografías con una persona como lo había hecho con Ellis. Una de ellas era de ambos en los columpios cuando éramos unos niños y nos incentivábamos mutuamente a saltar de éstos y aterrizar sobre nuestros pies; otra de mí sanándolo luego de haber golpeado a Turner por haberse burlado de mí y de la muerte de mis padres...

Lo había amado por aquel acto. Por haberme defendido incluso cuando no le había pedido que lo hiciera. Por haber intentado recuperarme luego de un año y medio de ser nada más que un cuerpo viviente, el cual no hacía más que respirar y existir. Por haberme traído de vuelta. Por haberme dejado llorar en su cama hasta horas tan tardes. Por haberme apoyado con mis decisiones, por más estúpidas que fueran.

Por haberme permitido cometer errores.

Sin embargo, lo que desató más recuerdos fue aquella fotografía en la oscuridad. En ésta apenas se reconocían mis labios entreabiertos y sus largas pestañas oscuras. Nuestros labios se hallaban muy cerca, lo suficientemente cerca como para sentir la suavidad y dulzura del otro. Aquella noche había sido una noche que me había prometido olvidar por el bien de ambos. Había sido el día en el cual Denny me había engañado con otra chica y yo estaba lo suficiente borracha como para admitirle a Ellis los sentimientos que habían comenzado a florecer semanas antes.

De un momento a otro, sentí el cuerpo de alguien ubicarse detrás del mío y sus brazos acariciar los míos. Si no hubiera sabido que era él, lo más probable que hubiera hecho habría sido gritar y golpear su estómago con mi codo. No obstante, era él y lo supe por el gran alivio que me brindó estar rodeada por sus brazos. Suspiró al ver la fotografía en mis manos, a pesar de que pude sentirlo sonreír.

–No recuerdo haber puesto eso allí –admitió, apoyando su rostro en mi nuca e inhalando con fuerza para oler mi colonia.

–Yo tampoco.

Beyond Broken © (Beyond Series #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora