- Capítulo 1 -

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Dan no podía evitar preguntarse por qué. ¿Por qué tenía que ser él? ¿Es porque él no era el príncipe con el que todas las chicas soñaban? Podía culpar a la genética, pero tenía seguridad de que su padre ya estaba decepcionado de él. Bueno, es lo que por lo general ocurre cuando una ex-estrella de los deportes tiene un hijo nerd. Él estaba contento de ser quien era, pero a veces deseaba tener el mundo en su mano y sólo apretar el puño. Dan no era más que un pequeño capricho para él, pura diversión empacada en un chico bajito, delgado y débil. No estaba muy seguro de qué es lo que los matones sienten al arruinar la vida de sus víctimas, pero juraría que no había visto otra cosa que satisfacción en los ojos del suyo. Nada más hasta aquel día.

Fue después de la usual sesión de golpes sobre su cuerpo. Dan estaba en los vestidores de la escuela en busca de una camisa limpia de sangre y mugre. Ya acostumbrado a esto, trataba de mantener al menos dos cambios de ropa de emergencia, pero, como era de esperar, no tuvo suerte, aunque aún tenía el uniforme de gimnasia. Cuando se descubrió el torso pudo ver un puñado de nuevos moretones por toda su piel.

«Por lo menos no me rompió la nariz esta vez», pensó, poniendo algunas banditas en los cortes de su cara y los hombros.

El chico sabía que debía hacer algo; debía decirle a alguien, pero no lo hacía. Nunca lo hacía. ¿Por qué? La razón era desconocida incluso para él. Siempre era lo mismo, se paraba allí, en un rincón, dejando que él, Eric era su nombre, lo golpeara. Tratar de insultarlo o defenderse era inútil, sólo lo ponía más furioso y eso significaba todavía más dolor para él. Dan no recordaba cuándo empezó, pero deseaba poder cambiar las cosas.

-Oh, vaya... Miren quién está aquí -dijo una voz detrás de él. Lentamente, giró la cabeza, temiendo estar en lo correcto, pues sabía quién era el dueño de esa voz profunda. Dan abrió mucho los ojos al voltearse por completo, dando un paso atrás hasta que el frío metal de los casilleros estuvo contra su piel desnuda.

-¿Qué hay, nerd? -cantó el otro-. ¿Listo para otra lección?

Eric se acercó, tomándolo por el cabello, su rostro a tan sólo centímetros, en sus ojos esa expresión colérica y una media sonrisa. Eso era todo, estaba muerto. Dan cerró los ojos, preparado para el golpe que venía. Esperó un instante eterno, hasta que reunió el valor suficiente para abrir un ojo y mirar a Eric sin entender.

-¡¿Pero qué...?! -dijo, viendo el pecho de Dan. De repente, su cara se puso pálida como la nieve.

-¿Eh? -.Dan miró hacia su propio pecho y encontró algo completamente imposible: Una débil luz rojiza resplandecía al acelerado ritmo de su corazón, igual que las luces navideñas.«¡¿EHH?!»

Y ahí fue cuando las cosas se volvieron todavía más imposibles. El pecho de Eric también brillaba.

Se miraron el uno al otro, ahora sonrojados.

-Tu pecho, está-

-Espera... NO - MIERDA-

-Eso significa que nosotros...

-¡Demonios, NO! -dijeron al unísono.

«¡Esto no está pasando! ¡¿Él, mi alma gemela?!», pensó Dan.

Tan rápido como pudo, Eric se alejó, hasta que su espalda estuvo contra la fila de casilleros opuesta. Entonces Dan vio algo que nunca había visto en los ojos de Eric: vergüenza, confusión, miedo. Por supuesto, eso también estaba en su rostro, pero no podría haber sido tan intenso como en el de él.

-¡Esto no es real! -gritó, señalando a Dan-. ¡No podemos ser a-almas gemelas!

-Estoy de acuerdo. ¡¿Por qué tú?!

El otro hizo una mueca ante el comentario, apretando los dientes-. ¡¿Qué?! ¡¿Quién quisiera ser la tuya, nerd?! -exclamó, de repente ofendido.

-Eso no es lo que quiero decir -intentó Dan-, Sino ¿por qué el chico que me golpea todos los días?

Eric se cubrió la cara con las manos, respirando profundamente para calmarse hasta que su pulso estuvo casi normal, pero no importaba cuánto lo intentara, Dan no podía controlar su corazón palpitante. Después de todo estaba a punto de morir, ¿verdad?

-Oye, nerd... No voy a golpearte de nuevo si juras mantener esto entre nosotros -. En ese momento, Dan era físicamente incapaz de pensar claramente, no digamos hablar, así que se limitó a asentir como respuesta-. Bien -Eric continuó-, pero si me entero de que has dicho algo sobre esto te sacaré los ojos de sus cuencas, ¿Entendido? -. Dan asintió violentamente, atónito-. Ahora, ¡¿cómo demonios apago esto?! -preguntó Eric, haciendo su mejor esfuerzo por cubrirse el pecho con las manos.

El rostro de Dan se puso todavía más rojo, si eso era posible, y su corazón latía con tanta fuerza que pensó que se desmayaría-. Sé cómo detenerlo, pero no te va a gustar la idea.

-¿De qué estás hablando? No me importa cómo, no saldré de este edificio con el pecho así... Y tú tampoco.

-Sí, pero... Para detenerlo se necesita... un beso -suspiró Dan.

La habitación se volvió increíblemente tensa y el aire silencioso, como si las paredes se cerraran sobre ellos. No es como si Dan quisiera besar a la única persona que odiaba en todo el mundo, pero sabía que no podía irse así.

Realmente no era una situación común, sin embargo, de cuando en cuando aparecían por la calle algunas personas con el pecho brillando y todos se reían de ellos, sabiendo que habían sido rechazados por nadie más que la persona que, se suponía, debía estar a su lado por siempre. Obvio, el sistema no era la ley y a pesar de ello, la sociedad quería creer que algo como una verdadera alma gemela existía.

-De ningún modo -respondió Eric.

-¿Seguro? Si no lo hacemos todo el mundo se va a enterar y no creo que quieras vivir con ese pecho brillante por siempre, lo que, por supuesto, yo no quiero -replicó Dan.

Eric suspiró pesadamente.

-Bien, pero si le cuentas a alguien...

-Ya lo sé.

Así, lentamente, Eric se acercó, con las rodillas temblándole. Dan podría sentir que su corazón estaba a punto de explotar y a juzgar por el parpadeante pecho de Eric, el de él también. Repentinamente, el chico sintió miedo correr por sus venas, como cada vez que iba a ser golpeado. Eric se inclinó sobre él, apoyando todo su peso con un brazo en los casilleros y Dan se vio entre la espada y a pared. Eric comenzó a acercarse más, muy despacio, pero se detuvo mucho antes de que sus labios se tocaran. En un suave suspiro dijo: -No puedo hacerlo. No soy gay.

Incluso si cada fibra de su cuerpo se negaba, Dan debía terminar con esto. No viviría en vergüenza sólo porque su alma gemela resultó ser un maldito chico. Así que, luego de asegurarse de que aún sostenía la camisa firmemente con una mano, se inclinó hacia adelante para dale a Eric un rápido beso en los labios antes de salir corriendo. No se quedaría a ver la expresión del otro, pero estaba seguro de que lo único en su propio rostro no era más que vergüenza.

En los oscuros pasillos de la escuela vacía pudo ver la luz de su pecho apagándose, pero su corazón no estaba más calmado para nada, así que corrió tan rápido como pudo hasta llegar a casa.

Amo a mi bully.Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum