- Capítulo 8 -

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«¡¿Pero qué pasa con los niños de estos días?!». Eric estaba tumbado en la cama, con la luz apagada y la ropa aún puesta. El cuello le dolía por estar recostado en una de las patas del despreciado oso (que había terminado ocupando la mitad de su cama) y los dedos de su mano izquierda reposaban sobre su boca. Aún podía sentir un leve cosquilleo si pensaba en ello. Era una locura, lo sabía tan bien como que el sol sale por el oeste y que las estrellas brillan a mediodía. Estaba completamente perdido en sus sentimientos. No había palabras para describir la diversa serie de sensaciones que pudo sentir bajo la piel en ese momento, pero si su vida dependiera de ello, lo hubiera descrito como una explosión de color, llenando su corazón de bruma, iluminando la oscuridad, secando las heridas.

La puerta, entreabierta, chirrió cuando alguien intentó golpear. Su madre entró sin esperar respuesta y encendió la luz.

-Oh, hijo. Estaba preocupada. ¿Dónde est... qué es eso?

-Hola, mamá. Lo gané en el parque de diversiones, pero Laura no lo quiso.

-¿Eh? ¿Por qué?

-Dijo que ya no tenía cinco años. No importa, me lo quedaré, supongo -dijo él, encogiéndose de hombros.

-¿Pero qué hacías en el parque de diversiones? ¡No me digas que te reconciliaste con Russell!

-¡Por supuesto que no! Mamá, también tengo más amigos, ¿sabes? -mentira-. Además... estaba en una cita. Por eso no te llamé.

A la madre de Eric le brillaron los ojos con una ilusión desconocida para el chico. De inmediato, la mujer cerró la puerta tras de sí y se sentó en la cama junto a su hijo, animándolo para que empezara a hablar. No iba a aceptar silencio como respuesta.

-Anda, cuéntame. ¿Quién es tu novia?

A Eric le dio un vuelco el corazón. Realmente era una persona bastante antisocial, por lo que jamás había considerado la posibilidad de enamorarse, mucho menos de encontrar su alma gemela, y aún menos, que esa persona fuera un chico. Ya se había hecho a la idea por sí mismo, pero no sabía si su madre estaría de acuerdo. Después de todo, no tenía la mente más abierta del mundo, especialmente si de sus hijos se trataba. Eric rezó por que su madre no fuera homofóbica y buscó las palabras.

-Bueno, em... No es mi novia.

-¿Eh? ¿No se lo has pedido todavía?

-No, pero ese no es el punto. Resulta... que esta persona es mi alma gemela y...

Margaret abrió tanto los ojos que podrían haber saltado de sus órbitas en cualquier segundo. Con un gritito de emoción, abrazó fuertemente a su hijo y lo cubrió de besos, que le dejaron marcas de labial rojo por toda la cara. Eric se preguntó si su madre lo seguiría besando cuando le dijera que se trataba de un chico y no de una belleza con grandes pechos como ella esperaba.

-¡Mamá, basta!

-¡Oh, me alegro tanto, hijo! Un alma gemela significa una enorme fuente de felicidad. ¿Ella te aceptó?

-Madre, me preocupa más de que tú lo aceptes a él.

-... Él?... ¿Me estás diciendo... que es un chico?

-Así es -. Parecía como si hubiesen drenado toda aura y/o emoción de la habitación. Incluso la mirada perdida del oso de peluche lucía más cálida que los ojos de Margaret. «¡Maldición! ¡¿Qué he hecho?!».

-Y tú... ¿lo amas?

-Eso... creo. Es sólo que... todo pasó tan rápido, pero... No podría ser de otra menera.

Margaret permaneció callada un momento, mirándose las manos, luego, se volvió para ver a su hijo, y con una calmada sonrisa, dijo-: Me alegro mucho por ti. Las almas gemelas no crecen en los árboles, así que más te vale tratarlo bien. ¿Cuándo me lo presentarás?

Amo a mi bully.Where stories live. Discover now