La leyenda del Kukai

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La leyenda del Kukai

Por: Hugo Ramos

"La deforme figura de una silueta alada se recorta en la luna llena y misteriosa.

En el etéreo cielo de Carhué, un horrendo grito estraga la apacible noche pueblerina... Es el Kukai"

Leyenda aborigen.

La abuela tenía cuentos para todo tipo de ocasiones. Una noche en Carhué, cuando nos fuimos a dormir, mi hermana no dejaba de molestarme. Nos tirábamos con lo que teníamos a mano: ropa, zapatillas y almohadas volaron por el dormitorio.

Fue entonces que la abuela irrumpió en la habitación.

Nos miró, se sentó al pie de las camas, y nos dijo que nos contaría un cuento si dejábamos de pelear.

Por supuesto dijimos que sí. La abuela observó la luna llena, que parecía colgada de la ventana, pensó un momento, y luego nos dijo:

-Ya sé qué les voy a contar esta noche: la leyenda del Kukai.

Y nosotros, callados bien calladitos, paramos nuestras orejas sabiendo que ni respiraríamos hasta oír la palabra fin.

Cuenta una antigua leyenda de campo que antes, mucho tiempo antes de que se formara el lago Epecuén, existió ahí un frondoso bosque de enormes y añejos eucaliptos, exóticas plantas y flores silvestres. Lo habitaba una antigua población aborigen, la originaria, la primera de todas las etnias. Que luego derivó en varios pueblos tras su escabrosa desaparición.

La historia habla de una pareja de hermanos. Eran mellizos, hijos del cacique Newén y de su esposa Ñawí, quien dio a luz un varón, Carhué; y a una hermosa niña, Epecuén.

Los pequeños herederos crecían felices en el bosque, el uno para el otro. Con el correr de los años se convirtieron en fuertes y hermosos jóvenes.

Las chicas de la aldea miraban con buenos ojos al futuro cacique Carhué. Y los muchachos no podían resistirse ante la belleza de Epecuén.

Llegó el tiempo en que Carhué debía elegir esposa. Su hermana, celosa de él, no dejaba que se le acercase ninguna de las jóvenes aldeanas. Estaba enamorada de su hermano y lo quería solo para ella. Ella era su princesa, ninguna otra mujer. Lo vigilaba día y noche.

Pero, una de esas noches, Carhué se alejó de la choza sin hacer ruido. Y corrió a internarse en el bosque con una preciosa chica que le gustaba.

Epecuén, muy astuta, los siguió sin que se dieran cuenta. Maldijo a su hermano y a la joven aborigen cuando los vio besándose junto a un árbol.

Ese día, a Epecuén se le quebró el espíritu, pero se cuidó muy bien de no demostrarlo.

Cuando el cacique Newén anunció la boda de su hijo, Epecuén tenía preparado su plan.

El casamiento se realizó con una grandiosa fiesta según las costumbres, como correspondía al futuro soberano de la aldea. Se sirvieron las mejores comidas, hubo bailes en honor a la pareja. Y el hechicero de la aldea los bendijo con rituales ancestrales.

Los cuentos de la abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora