Capítulo 4

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Vi con fastidio cómo el chico abría la ventana.

—Muy bien, ahora sí me vas a escuchar —Lucas entró rápidamente y se colocó encima de mí, sujetándome ambas muñecas.

—¡Suéltame, grandísimo idiota! —exclamé molesto.

—No quiero, tienes que escucharme

Rodé los ojos y miré el techo mientras hablaba.

—Primero que todo, lo vuelvo a decir, de verdad siento haberte dejado esperando. Pensé que te habías ido ya. Segundo, yo solo estaba hablando con aquella chica.

—¿Y de qué estaban hablando, que tardaste tanto?

—Resulta que esa chica es sobrina de un entrenador de baloncesto muy importante, me ofreció hacer una prueba para entrar en su equipo pero tenía que hacerla en ese justo momento. Hice la prueba, luego el entrenador dio unas cuantas instrucciones y pues... se me pasó el tiempo. —Lo miré entrecerrando los ojos —. Cuando salí, vi las llamadas perdidas de Kevin y fue cuando te encontré esperando.

Lo miré dudoso, pero sus ojos mostraban sinceridad en sus palabras. Suspiré y asentí.

—De acuerdo, te creo —respondí al fin, respiré profundo, tratando de calmarme para después mirarlo directamente y felicitarlo por su gran logro —. Me alegro mucho que te hayan dado esa oportunidad

Sus ojos brillaron y me dio un rápido beso.

—Gracias, Eli. Entonces, ¿estamos bien?

Asentí.

—¿Cuándo te dicen el resultado?

—El sábado —respondió mientras acariciaba mi cabello.

—Ya veo...

—Oye, Eli, es una suposición pero... ¿estabas celoso? —Me sonrió pícaro.

Mis mejillas ardieron y le di un codazo en las costillas.

—Claro que no, tonto... Es solo que me dejaste esperando mucho tiempo y no contestabas el teléfono. Luego Luis empezó a decir cosas de un rapidín y... ¡No lo estaba!

Soltó varias carcajadas.

—Está bien, entonces estamos en paz, ahora... déjame besarte

Liberó mis muñecas, me sentó sobre él y coloqué ambas piernas alrededor de sus caderas. Sus labios acariciaron los míos con lentitud, llevé mi mano hasta su cabello y lo acaricié con suavidad mientras la otra reposaba en su cadera.

De repente, un pensamiento vino a mí, uno muy loco y posesivo: deseaba que, de ser posible, esto solo fuera para mí, su sabor a caramelo, su delicadeza y algunas veces rudeza; deseaba que solo yo pudiera hacer esto con él, que no lo experimentara nadie más. Debía admitirlo, estaba celoso.

Pero no tenía derecho a reclamarle nada.

Sonreí entre besos ante tan estúpida idea y me dejé llevar como siempre, siendo guiado por sus caricias, sin importarme nada más.

Los besos se intensificaron, jadeos y pequeños gemidos se escuchaban por la habitación. De repente se detuvo, y me miró con sus ojos brillantes, rebosantes de satisfacción.

—¿Qué...?

—¿Te he dicho lo mucho que me encanta hacer esto contigo?

—Perdí la cuenta. —rodé los ojos a la vez que sonreía ligeramente.

Me mostró esa hermosa sonrisa y siguió devorando mis labios, mientras de vez en cuando acariciaba mi espalda y apretaba mis nalgas. Se lo permití por esta vez y me dediqué a disfrutar, sintiendo la excitación recorrer mi cuerpo, sabiendo que al final ambos nos quedaríamos con una erección, que bajaría por su cuenta.

Rutina de BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora