Epílogo

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Finalmente, la hora de comenzar una de las etapas más importantes de nuestras vidas, había llegado.

Era hora de que la universidad conociera por completo mi clóset.

— ¡Elián! No salgas tarde, recuerda que no es como la secundaria. Si llegas tarde a una clase, sí o sí te quedas afuera, a menos que quieras ganarte el desprecio del profesor, como me sucedió a mí. — Esto último lo había casi susurrado, pero de igual forma la escuche.

Terminé por agarrar una camisa al azar, me peiné un poco, encontré los zapatos en poco tiempo, lo cual era todo un milagro y salí de mi habitación rápidamente.

— ¡Listo! —Mi madre me observó de arriba a abajo y suspiro.

—Ya me estoy haciendo vieja.

La observé con una sonrisa y besé su frente con cariño.

Mi madre estaba gozando de buena salud, el susto que habíamos pasado con los supuestos quistes había quedado en eso, un susto solamente.

Desayuné y salí para esperar a cierto pelinegro en la entrada de mi casa.

—Lo-lo siento, me quedé dormido. —Lucas apareció algo despeinado con la camisa mal acomodada y tratando de colocarse uno de sus zapatos.

—Podías haber terminado de vestirte en tu casa. —Negué levemente mientras él terminaba de arreglarse y comencé a andar. Este no tardó en seguirme y dejó un sonoro beso en mi mejilla, antes de entrelazar nuestros dedos haciendo que caminara junto a él, muy juntos.

No pude evitar que una sonrisa se extendiera por todo mi rostro, realmente agradecía tenerlo a mi lado.

Llegamos a la universidad y los chicos nos esperaban en la entrada. Kevin parecía un niño perdido que miraba hacia todos lados con nervios; Dylan, quien ahora tenía el cabello más largo de lo usual, acariciaba de forma tierna el hombro de mi amigo tratando de calmarlo, cosa que parecía imposible para el castaño. Luis, en cambio, parecía emocionado; no dejaba de ver a los otros estudiantes y fue el primero en darse cuenta de nuestra llegada.

— ¡Por fin! Apresúrense que mi primera clase es dentro de poco.

—No creo que te den demasiado en el primer día —contestó el pelinegro a mi lado.

—Igual no quiero llegar tarde.

Justo cuando nos disponíamos a entrar, el sonido del motor de una motocicleta llamó nuestra atención. Daniel se bajaba de la moto, de quien yo suponía era su novio.

—Elián, hola. Ven aquí, te presentaré a alguien. —Dudoso solté la mano de Lucas y me acerqué a la pareja.

El "novio" de Daniel se quitó el casco y... el chico tenía buenos gustos. La mirada del hombre variaba entre el azul y el verde, sus ojos reflejaban amabilidad al igual que la sonrisa que mostraba en esos momentos, su cabello marrón oscuro parecía suave y tenía buen cuerpo.

— ¿A que está bueno? —El chico de extraños ojos miró con desaprobación a Daniel y pellizcó su mejilla levemente.

Miré a Daniel apenado por haberme quedado observando por demasiado tiempo al chico, pero el castaño me observaba con una sonrisa y una mirada de orgullo.

De pronto, sentí unos brazos rodearme por detrás, volteé y Lucas me observaba con el ceño fruncido.

—Les presento a mi prometido, Enrique. —Me atoré con mi propia saliva y empecé a toser sin querer, el pelinegro me dio suaves palmaditas mientras trataba de recuperar el aire.

—Un gusto conocerlos. —Enrique nos estrechó la mano a ambos y después de plantarle un beso a su prometido, se colocó su casco de nuevo y arrancó la moto despidiéndose de nosotros con la mano.

—Muy bien, ya es hora de entrar a clases... ¿Ustedes son pareja cierto? —preguntó de pronto el castaño, observando de arriba abajo al pelinegro.

Lucas asintió inmediatamente. Daniel se guindó de mi brazo, algo que parecía iba a volverse costumbre y empezó a caminar.

—Cuidaré de tu chico entonces

—Nos vemos en el almuerzo, Eli. —El pelinegro me dio un rápido beso.

Asentí mientras le sonreía a Lucas. Les hice señas a nuestros amigos que nos observaban desde la entrada mientras gesticulaba con mi boca un "nos vemos". Las clases comenzaron suaves, una breve introducción, unas cuantas preguntas y la hora del almuerzo había llegado.

— ¿Cómo es que ya estás comprometido? —Daniel me observó por unos instantes con lo que parecía nostalgia, y quizás una pizca de tristeza en su mirada.

—Nuestra relación fue complicada desde el principio, necesitábamos algo que nos aportara seguridad . —Lo observé curioso —. Es una larga historia, después te la contaré, te vas a reír mucho.

Asentí a sus palabras y nos encontramos con los chicos en el comedor.

— ¿Quién demonios hace una prueba de habilidades en el primer día, en el primer período? Nos hicieron tocar instrumentos a todos y ¡en pareja! ¡Gente loca! —Kevin clavaba el tenedor en su pobre comida mientras no dejaba de refunfuñar.

—Yo tuve que hablar en inglés, pero fue divertido...

—Eso es fácil para ti, has practicado mucho el idioma últimamente.

Luis asintió.

—La facultad de ingeniería será un infierno —sentenció Dylan.

— ¿Y tú? —le pregunté a Lucas quien había permanecido callado todo el rato.

—Lo siento, Eli, probablemente no sobreviva una semana

Besó mis manos de forma inesperada y lo miré sonrojado por el acto.

—Para nosotros fue muy relajado, Elián y yo estaremos bien. — Miré a Daniel con una ligera sonrisa, el chico estaba comenzando a agradarme.

Luego de comer y de una pequeña sesión de besos con Lucas detrás de uno de los edificios de mi facultad, por insistencia del pelinegro, aunque no iba a negar que me había encantado, volvimos a clases. A medida que observaba a mis compañeros, pude darme cuenta que lo que había dicho mi madre era verdad: "En la universidad todos están pendientes de sus cosas, a menos que necesiten algo de ti". Suerte que tenía a Daniel a mi lado, quien no parecía que iba a despegarse de mí pronto.

Culminadas las clases, volvimos a ver a Enrique mientras esperaba que su prometido subiera a la moto con él. Se despidió de nosotros y se fueron.

—Son una linda pareja.

—Y están comprometidos...

—Nosotros también lo estaremos.

Miré sorprendido a Lucas... Nunca le había preguntado qué le parecía el matrimonio, pero habría tiempo para hablar sobre eso.

Nos despedimos de los chicos cuando nuestros caminos se dividieron y caminamos tomados de la mano a casa.

—Hemos comenzado otra etapa —dijo de pronto.

—Sí...

—Y vendrán muchas más.

—Probablemente...

—Y seguiremos juntos, ¿cierto?

Es lo que deseo.

—Si es lo que quieres... —Lucas se detuvo y me observó serio.

—Claro que es lo que quiero.

Quizás, nuestro amor no sería para toda la vida. Probablemente tendríamos discusiones en el futuro. Podríamos incluso llegar a separarnos. Pero quería confiar en mis sentimientos y en el chico a mi lado. Confiar en que todos los años que pasamos, besándonos en secreto sin atrevernos a confesar que queríamos ser algo más que amigos, valdrían la pena, ahora que podíamos caminar tomados de la mano y besarnos sin importar lo demás.

Vivir cada día de la mejor manera, y sentir cada beso, cada toque como el primero, es todo lo que deseo. Siempre sosteniendo la mano del chico, que me cautivó con aquella primera sonrisa.

—Entonces así será. —Tomé su rostro con ambas manos y deposité un suave beso en sus labios, entrelazamos nuestros dedos y seguimos caminando con los destellos del atardecer sobre nuestras cabezas.

Rutina de BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora