-Ya he hablado a algunos de ustedes el jueves último de los principios de la Máquina del Tiempo, y
mostrado el propio aparato tal como estaba entonces, sin terminar, en el taller. Allí está ahora, un poco
fatigado por el viaje, realmente; una de las barras de marfil está agrietada y uno de los carriles de bronce,
torcido; pero el resto sigue bastante firme. Esperaba haberlo terminado el viernes; pero ese día, cuando el
montaje completo estaba casi hecho, me encontré con que una de las barras de níquel era exactamente una
pulgada más corta y esto me obligó a rehacerla; por eso el aparato no estuvo acabado hasta esta mañana.
Fue, pues, a las diez de hoy cuando la primera de todas las Máquinas del Tiempo comenzó su carrera. Le di
un último toque, probé todos los tornillos de nuevo, eché una gota de aceite más en la varilla de cuarzo y
me senté en el soporte. Supongo que el suicida que mantiene una pistola contra su cráneo debe de sentir la
misma admiración por lo que va a suceder, que experimenté yo entonces. Cogí la palanca de arranque con
una mano y la de freno con la otra, apreté con fuerza la primera, y casi inmediatamente la segunda. Me
pareció tambalearme; tuve una sensación pesadillesca de caída; y mirando alrededor, vi el laboratorio
exactamente como antes- ¿Había ocurrido algo? Por un momento sospeché que mi intelecto me había
engañado. Observé el reloj. Un momento antes, eso me pareció, marcaba un minuto o así después de las
diez, ¡y ahora eran casi las tres y media!
Respiré, apretando los dientes, así con las dos manos la palanca de arranque, y partí con un crujido. El
laboratorio se volvió brumoso y luego oscuro. La señora Watchets, mi ama de llaves, apareció y fue, al
parecer sin verme, hacia la puerta del jardín. Supongo que necesitó un minuto o así para cruzar ese espacio,
pero me pareció que iba disparada a través de la habitación como un cohete. Empujé la palanca hasta su
posición extrema. La noche llegó como se apaga una lámpara, y en otro momento vino la mañana. El
laboratorio se tomó desvaído y brumoso, y luego cada vez más desvaído. Llegó la noche de mañana,
después el día de nuevo, otra vez la noche; luego, volvió el día, y así sucesivamente más y más de prisa. Un
murmullo vertiginoso llenaba mis oídos, y una extraña, silenciosa confusión descendía sobre mi mente.
Temo no poder transmitir las peculiares sensaciones del viaje a través del tiempo. Son extremadamente
desagradables. Se experimenta un sentimiento sumamente parecido al que se tiene en las montañas rusas
zigzagueantes (¡un irresistible movimiento como si se precipitase uno de cabeza!). Sentí también la misma
horrible anticipación de inminente aplastamiento. Cuando emprendí la marcha, la noche seguía al día como
el aleteo de un ala negra. La oscura percepción del laboratorio pareció ahora debilitarse en mí, y vi el sol
saltar rápidamente por el cielo, brincando a cada minuto, y cada minuto marcando un día. Supuse que el
laboratorio había quedado destruido y que estaba yo al aire libre. Tuve la oscura impresión de hallarme
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La Máquina del Tiempo - Herbert george Wells
RandomUn científico de finales del siglo XIX logra descubrir las claves de la denominada «cuarta dimensión» (el Tiempo) y construye un vehículo que le permite viajar físicamente a través del mismo. Mientras tanto sus amigos se reúnen en su casa, pero en u...