AI llegar la noche

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Ahora, realmente, parecía encontrarme en una situación peor que la de antes. Hasta aquí, excepto durante

mi noche angustiosa después de la pérdida de la Máquina del Tiempo, había yo tenido la confortadora

esperanza de una última escapatoria, pero esa esperanza se desvanecía con los nuevos descubrimientos.

Hasta ahora me había creído simplemente obstaculizado por la pueril simplicidad de aquella pequeña raza,

y por algunas fuerzas desconocidas que erame preciso comprender para superarlas; pero había un elemento

nuevo por completo en la repugnante especie de los Morlocks, algo inhumano y maligno. Instintivamente

los aborrecía. Antes había yo sentido lo que sentiría un hombre que cayese en un precipicio: mi

preocupación era el precipicio y cómo salir de él. Ahora sentíame como una fiera en una trampa, cuyo

enemigo va a caer pronto sobre ella.

El enemigo al que yo temía tal vez les sorprenda a ustedes. Era la oscuridad de la luna nueva. Weena me

había inculcado eso en la cabeza haciendo algunas observaciones, al principio 'incomprensibles, acerca de

las Noches Oscuras. No era un problema muy difícil de adivinar lo que iba a significar la llegada de las

Noches Oscuras. La luna estaba en menguante cada noche era- más largo el período de oscuridad. Y ahora

comprendí hasta cierto grado, cuando menos, la razón del miedo de los pequeños habitantes del Mundo

Superior a las tinieblas. Me pregunté vagamente qué perversas infamias podían ser las que los Morlocks

realizaban durante la luna nueva. Estaba casi seguro de que mi segunda hipótesis era totalmente falsa. La

gente del Mundo Superior podía haber sido antaño la favorecida aristocracia y los Morlocks sus servidores

mecánicos; pero aquello había' acabado hacía largo tiempo. Las dos especies que habían resultado de la

evolución humana declinaban o habían llegado ya a unas relaciones completamente nuevas. Los Eloi, como

los reyes carlovingios[1], habían llegado a ser simplemente unas lindas inutilidades- Poseían todavía la

tierra por consentimiento tácito, desde que los Morlocks, subterráneos hacía innumerables generaciones,

habían llegado a encontrar intolerable la superficie iluminada por el sol. Y los Morlocks confeccionaban

sus vestidos, infería yo, y subvenían a sus necesidades habituales, quizá a causa de la supervivencia de un

viejo hábito de servidumbre. Lo hacían como un caballo encabritado agita sus patas, o como un hombre se

divierte en matar animales por deporte: porque unas antiguas y fenecidas necesidades lo habían inculcado

en su organismo. Pero, evidentemente, el antiguo orden estaba ya en parte invertido. La Némesis[2] de los

delicados hombrecillos se acercaba de prisa. Hacía edades, hacía miles de generaciones, el hombre había

privado a su hermano el hombre de la comodidad y de la luz del sol. ¡Y ahora aquel hermano volvía

cambiado! Ya los Eloi habían empezado a aprender una vieja lección otra vez. Trababan de nuevo

conocimiento con el Miedo. Y de pronto me vino a la mente el recuerdo de la carne que había visto en el

La Máquina del Tiempo - Herbert george WellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora