Hasta donde podía ver, el mundo entero desplegaba la misma exuberante riqueza que el valle del Támesis.
Desde cada colina a la que yo subía, vi la misma profusión de edificios espléndidos, infinitamente variados
de materiales y de estilos; los mismos amontonamientos de árboles de hoja perenne, los mismos árboles
cargados de flores y los mismos altos helechos. Aquí y allá el agua brillaba como plata, y más lejos la tierra
se elevaba en azules ondulaciones de colinas, y desaparecía así en la serenidad del cielo. Un rasgo peculiar
que pronto atrajo mi atención fue la presencia de ciertos pozos circulares, varios de ellos, según me pareció,
de una profundidad muy grande. Uno se hallaba situado cerca del sendero que subía a la colina, y que yo
había seguido durante mi primera caminata. Como los otros, estaba bordeado de bronce, curiosamente
forjado, y protegido de la lluvia por una pequeña cúpula. Sentado sobre el borde de aquellos pozos, y
escrutando su oscuro fondo, no pude divisar ningún centelleo de agua, ni conseguir ningún reflejo con la
llama de una cerilla. Pero en todos ellos oí cierto ruido: un toc-toc-toc, parecido a la pulsación de alguna
enorme máquina; y descubrí, por la llama de mis cerillas, que una corriente continua de aire soplaba abajo,
dentro del hueco de los pozos. Además, arrojé un pedazo de papel en el orificio de uno de ellos; y en vez de
descender revoloteando lentamente, fue velozmente aspirado y se perdió de vista.
También, después de un rato, llegué a relacionar aquellos pozos con altas torres que se elevaban aquí y allá
sobre las laderas; pues había con frecuencia por encima de ellas es, misma fluctuación que se percibe en un
día caluroso sobre una playa abrasada por el sol. Enlazando estas cosas, llegué a la firme presunción de un
amplio sistema de ventilación subterránea, cuya verdadera significación érame dificil imaginar. Me incliné
al principio a asociarlo con la instalación sanitaria de aquellas gentes. Era una conclusión evidente, pero
absolutamente equivocada.
Y aquí debo admitir que he aprendido muy poco de desagües, de campanas y de modos de transporte, y de
comodidades parecidas, durante el tiempo de mi estancia en aquel futuro real. En algunas de aquellas
visiones de Utopía[1] y de los tiempos por venir que he leído, hay una gran cantidad de detalles sobre la
construcción, las ordenaciones sociales y demás cosas de ese género. Pero aunque tales detalles son
bastante fáciles de obtener cuando el mundo entero se halla contenido en la sola imaginación, son por
completo inaccesibles para un auténtico viajero mezclado con la realidad, como me encontré allí.
¡Imagínense ustedes lo que contaría de Londres un negro recién llegado del África central al regresar a su
tribu! ¿Qué podría él saber de las compañías de ferrocarriles, de los movimientos sociales, del teléfono y el
telégrafo, de la compañía de envío de paquetes a domicilio, de los giros postales y de otras cosas parecidas?
¡Sin embargo, nosotros accederíamos, cuando menos, a explicarle esas cosas! E incluso de lo que él
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La Máquina del Tiempo - Herbert george Wells
RandomUn científico de finales del siglo XIX logra descubrir las claves de la denominada «cuarta dimensión» (el Tiempo) y construye un vehículo que le permite viajar físicamente a través del mismo. Mientras tanto sus amigos se reúnen en su casa, pero en u...