Prólogo

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Hace ya algún tiempo que Helen dejó de sentir. Hace algún tiempo él solito se prohibió volver a hacerlo; porque las emociones lastimaban, y él mejor que nadie había aprendido de ello viendo siempre a la chica del cabello teñido de azul, y justo ahora se lo recordaba mientras leía por enésima vez la nota con, quizá, la caligrafía más bonita que había visto.

Sus ojos —ya cansados por la desvelada que se estaba dando— se volvieron oscuros, como llenos de un sentimiento amargo difícil de explicar. Apretó los dientes a como sentía cómo el corazón se le encogía luego de un largo, largo tiempo sin sentir. Fue entonces cuando se decidió por arrugar la nota y tirarla en el cesto de basura junto a otros dibujos malogrados que él había hecho aquella tarde, quién sabe, tal vez porque esa nota también era parte de un pasado malogrado y lastimero para la autora de esa carta.

No más ayeres; porque eres lo que eres, y el pasado está pisado.

TwiceWhere stories live. Discover now