Prólogo

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Louis está ayudando a una mujer a colocar su valija en el maletero sobre los asientos cuando nota una presencia a su lado.

— ¿Necesitas ayuda?

La voz ronca lo desconcierta por un segundo, la maleta casi cayendo, cuando unas grandes manos vistiendo anillos la atrapan, colocándola en su lugar. No es que necesitara ayuda (mentira; la valija era pesada y este avión tiene los maleteros demasiado arriba), pero Louis no va a negar que le sacó un peso de encima, literalmente, y voltea para encontrarse a un alto chico de rizos chocolate y mejillas de querubín, con un gesto amable impreso en su rostro.

—Gracias — murmura Louis, algo abrumado por la profunda voz del chico y su cercanía, casi cuerpo a cuerpo en el estrecho pasillo del avión, entre tanta gente tratando de llegar a sus asientos pidiendo permiso al pasar a su lado.

Cuando una sonrisa casi infantil cruza el rostro del muchacho, un par de hoyuelos florecen a ambos lados de sus labios, haciéndolo lucir encantador. Louis se obliga a dejar de observarlo como acosador para continuar con su trabajo, pero sigue magnéticamente atado a sus ojos verdes.

En ningún momento deja de sonreír. Sin embargo, la incomodidad se nota en su expresión mientras reajusta la correa del bolso café que carga.

— Uh... Necesito... ¿Me darías permiso, por favor?

Louis parpadea, instantáneamente haciéndose a un lado y dejando pasar al chico. Murmura una disculpa, ignorando el tinte rosa de sus mejillas.

El joven se voltea a medio pasillo, dedicándole otra sonrisa.

— Descuida, no hay problema, Louis.

Louis.

Y entonces se pierde en los asientos traseros del transporte, dejándolo con el ceño fruncido y la curiosidad carcomiéndole la cabeza mientras la voz mecánica de una mujer comienza a hablar por los altavoces.

— Bienvenidos al vuelo B526 de Montreal a Londres, por favor, abrochen sus cinturones. Despegaremos en breve.

...

Tan solo están a mitad de camino y Louis ya ha asistido a dos pasajeros con mareo, uno con un ataque de ansiedad, dos niños asustados y ha ayudado a una de sus compañeras a calmar a un hombre mayor reclamando por maní.

Curiosamente ninguno de esos acontecimientos hace este vuelo memorable para Louis; el breve encuentro que tuvo con aquel chico rizado de voz profunda que está sentado al fondo del avión, en cambio, es algo que no puede sacar de su cabeza.

Veinte minutos más pasan cuando Louis se ve a sí mismo caminando hacia el final del pasillo, varias botellas pequeñas de agua en sus manos, ofreciéndolas a los pasajeros hasta alcanzar el asiento que más le importa.

Está reclinado en él, con una cámara profesional en sus manos y un par de collares de metal (una cruz y una medalla de algo que Louis no llega a distinguir) reposando sobre su pecho. No debería estar viendo, pero su camisa está algo abierta bajo su chaqueta de denim, lentes de sol reposando en sus rizos revueltos. Luce demasiado como un modelo de pasarela y Louis no podía no mirar.

Extiende la botella de agua frente a él, una sonrisa plasmada en su rostro.

— ¿Agua?

El muchacho alza la cabeza, saliendo de su ensimismamiento y mirando a Louis con sorpresa. Su mirada cae sobre la botella plástica, y asiente con una sonrisa.

— Gracias — murmura, suave y bajo. Deja la botella en el suelo junto a sus pies y apoya la cámara en su regazo, mirándolo con tanta amabilidad que piensa que bien puede haber imaginado las siguientes palabras que salen de sus labios — ¿Quieres sentarte un rato?

Souvenir || l.sWhere stories live. Discover now