4. Atenas

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Es viernes.

Es viernes y se supone que es el día libre de Louis junto con todo el fin de semana.

Se supone que, si tiene que asistir un vuelo, no lo retendrán hasta más de pasadas las tres.

Pero son las 7 PM y aquí está Louis, desperdiciando su día libre y cubriendo a Eleanor en este vuelo sólo porque ella lo cubrió cuando él se reportó enfermo para quedarse otro día en casa durmiendo por la resaca de una fiesta.

Usualmente Louis solo tiene de diez a quince días libres al mes, plus Navidad, si es que no tienen un vuelo de último minuto. Normalmente usa seis y acumula el resto para el verano. Esos días los gasta en dormir, salir con un par de amigos que aún tiene de la escuela o convencionalmente visitar a su madre y hermanas, sólo porque es un pequeño bollo sentimental y doméstico que las extraña demasiado a pesar de hacer Facetime con ellas cada vez que para en un hotel.

No es como creyó que sería, pero le pagan bien y Louis nunca se sintió bueno en otra cosa. Además, tiene los vales de vacaciones, que ni siquiera sabe si usará alguna vez en su vida, por lo que siempre se los envía a su madre, regalándole a la familia viajes gratuitos a donde deseen.

Aunque el trabajo pareciera tener más contras que pros para él, Louis valora los días libres como si fuera un creyente con la Biblia, por lo que está debidamente molesto cuando recuerda que está en un vuelo de Grecia a Londres en su día sagrado.

Maldice a Eleanor entre dientes mientras un par de gemelos pasan corriendo a sus asientos, casi tumbándolo. Ama a los niños, pero este día preferiría recostarse en un asiento, cerrar los ojos y dejar que el avión se caiga a pedazos.

Un escalofrío recorre su espalda ante la imagen del avión realmente desplomándose, perdiendo un ala y cayendo en picada. Instintivamente lleva su mano a la muñeca donde reposa el brazalete de Harry. Se lo puso el mismo día que se lo obsequió y no se ha atrevido a quitárselo, es como su amuleto ahora, recordándole la paz y calma de aquellos ojos verdes.

Louis mira la hora en su celular. 19:15. 5 notificaciones de Twitter. 15 mensajes de WhatsApp (probablemente Zayn, contestando su cancelación de la salida de esta noche e insistiendo que lo sobreexplotan). Y 3 mensajes de texto, que Louis no quiere leer cuando ve el nombre de su madre en pantalla. Suspira y guarda el aparato en sus jeans, no quiere lidiar con la respuesta de su madre al mensaje de que probablemente no las visite hasta el otro mes.

Louis odia eso. La inestabilidad del trabajo. El no ver a sus amigos y familia por semanas. El no ver a los mismos compañeros de trabajo por semanas, a veces. Es una vida inconsistente y llena de experiencias pasajeras, amarga la ironía. Louis rara vez se apega a algo, e intenta no hacerlo, pero a veces extraña los pequeños trozos de estabilidad en su vida. Las video llamadas con su madre, los textos con Zayn, las charlas con Harry.

Curiosamente, eso se ha convertido en una intermitente estabilidad para él; cruzarse a Harry, charlar con él, sus pequeños regalos. Es como si la compañía del rizado en algunos de sus viajes fuera una constancia con la que estaba empezando a encariñarse, una inestable rutina a la que podría acostumbrarse.

Harry es algo así como pasar por un lugar extraño y oler un aroma familiar que te hace sentir seguro.

No le vendría mal eso ahora.

Vuelve a ojear su celular y el reloj marcando 19:19. Louis duda un segundo antes de tirar la lógica por la ventana y rogar que eso del 11:11 funcione con todas las horas.

— Hey.

Gira sobre sus talones y Harry está parado ahí frente a él, con una camiseta desteñida de los Rolling Stones y una chaqueta deportiva negra, sonriéndole con alegría y su típico bolso sobre su hombro.

Souvenir || l.sWhere stories live. Discover now