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Dipper se hallaba en su cama, hace minutos que había despertado pero aún no bajaba, no quería hacerlo y no es como si importara mucho si lo hiciera.

Bill estaba a su lado, Bill siempre estaba a su lado, tenía su mirada centrada sólo en él, sus artificiales ojos le miraban todo el tiempo, algo normal después de todo. Bill está programado para eso.

Una lágrima se deslizó por la mejilla del menor, tenía miedo y confusión. ¿Qué pasaría ahora? ¿Qué debía hacer? ¿Por qué a él?

Bill notó como no una, ni dos, sino varias lágrimas salían de los cafés ojos de Dipper para recorrer su rostro y caer contra las sábanas que le tapaban

Se acercó a el y con su pulgar comenzó a limpiar la cara del menor de una forma suave y delicada, algo completamente inútil ya que el llanto no se detenía.

Dipper sólo quería pensar que era una pesadilla y despertaría en cualquier momento. También en su mente estaba la idea de que su tío Stan había convencido al doctor de decir aquellas palabras para poder jugarle la broma más grande de todas.
Cualquier opción estaba bien, no se enojaría si descubre que es una cruel y vil mentira, al contrario, haría algo para celebrar eso.

- Pino. - El rubio le llamó y volteo a verlo. Bill acercó su rostro al del menor para comenzar a besar los labios de este, desde que el castaño era un niño pequeño hacía eso para que dejara de llorar, algo que en esta ocasión, no funcionó.



Caesar tres veces.

Mi muñecoWhere stories live. Discover now