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Narra Mangel

Me alejé poco a poco de aquel abrazo en el que me estaba sintiendo como un verdadero intruso. Observé aquella escena familiar donde Rubén estaba siendo mimado por sus padres y hermana, no puede evitar acordarme de mis padres y de mi hermana, al igual que mi bebé, yo era hermano mayor.

La relación con mis padres se había enfriado con los años, aunque mi madre quería mantener un trato cordial conmigo, mi padre no me dirigía la palabra, nunca entendí su cambio radical cuando me mudé a Madrid pero supongo que no tenía una mentalidad tan abierta como esperaba.

Lo único bueno que tenía en mi vida, aparte de Rubén, era a mi hermana que me quería muchísimo tanto como yo a ella, los problemas de adultos quedaban al margen cuando se trataba de una menor que no tenía nada que ver con nuestras discusiones a las que yo aún no encontraba sentido pero habían sido el detonante de encontrarme en la posición que estoy hoy en día.

No me avergonzaba decir que yo nací en un pequeño pueblo, de hecho, aún conservaba aquel acento tan característico de mis raíces, ese pequeño deje andaluz que tanta gracia a Rubén le hacía.

Envidiaba la linda relación que tenía Rubencio con los suyos, a ellos les había confiado su secreto, ese regalo que él me había hecho al aceptarme en su vida y amarme sin límites, a pesar de su oscuro y doloroso pasado, el otro secreto más desagradable que hoy por fin, aunque con mucho sacrificio, había compartido con sus padres, porque era más que obvio que aunque el padrino no era el padre de sangre de Rubén, ellos se querían y mantenían una perfecta relación.

Mi móvil comenzó a vibrar y me alejé de aquel ambiente cariñoso hasta llegar a ser asfixiante para atender la llamada sin interrumpirlos.

-- ¿Si? - respondí viendo antes de quién se trataba la llamada.

-- ¿Señor, Rogel? - sonreí tontamente al ver que a pesar de los años que nos conocíamos él me seguía tratando con tanto respeto - ¿pasará pronto por la empresa?.

Apenas recordaba aquel plan que había ideado para escapar de aquella boda que al final no se llevó a cabo, aunque eso no significase que iba a echar por la borda todo el esfuerzo que había puesto en este proyecto.

Sin remedio recordé como Beatriz me deseó suerte en este nuevo que camino que comenzaba a recorrer con cierto miedo, ¿y si fallaba ahora?, al menos sus palabras me habían brindado una confianza cariñosa, realmente deseaba que le estuviese yendo bien en Australia, de mi parte no existían rencores, esos que dañan a quién los siente y a quién es profesado.

Quería empezar de cero y para ello debía despojar a Beatriz definitivamente de mi vida, borrar todos los recuerdos junto a ella, algunos buenos y otros no tanto que no me dejaban avanzar. Quería comenzar a escribir una nueva página junto a Rubén, aquel chico que ahora se desvanecía aún en lágrimas entre los brazos de sus familiares.

Definitivamente él es el chico sensible en esta relación.

-- ¿Sigue ahí, señor? - preguntó aquel hombre tras la línea sacándome de entre mis pensamientos alocados.

-- S-si, mañana pasaré por ahí para concretar los últimos detalles - me sentía terriblemente nervioso pero a la vez feliz, esto sería una sorpresa para todos, y cuando digo todos, es todos.

Corté la llamada y al instante vi otra llamada entrante de... ¿Sergio?. Rápidamente respondí y del grito que pegó tuve que alejarme varios centímetros el móvil de la oreja para no quedar sordo.

-- ¡MANGEEEEEEL! - mi mejor amigo no es normal, en verdad, nunca lo fue.

-- Joder macho, por casi me dejas sordo con tu grito de nena - oí una risa tranquila al otro lado de la línea que provocó que yo sonriera un poco.

-- ¿Vives en un búnker o qué? - ¿ah?, ¿de qué coño habla este tío ahora?.

-- Tío, ¿de que hablas? - realmente no sabía a dónde cojones quería llegar.

-- Hace como dos semanas que no hablamos cabrón. Joder si no te llamo yo tú ni te enteras de que aún existo - dijo en tono molesto y tenía razón, desde que le pedí a Rubén que fuese a vivir conmigo había desconectado completamente del mundo.

-- Lo siento, han pasado muchas cosas - dije mientras recordaba todas las cosas tan bonitas que habían sucedido en estos días.

-- Por tu tono de enamorado supongo que tenga que ver con Rubén - odiaba que me conociera como si me hubiese parido, porque como siempre, había dado en el clavo - ¿como está él?.

-- Está muy bien, aunque no puedo decirte mucho más por teléfono, ¿puedo ir a tu casa uno de estos días? - soné desesperado aunque para nada me sentía así.

-- Está bien, ahora te dejo que Marta me reclama.

-- ¿Marta?, ¿qui- - y me cortó el muy mamón.

Suspiré resignado mientras miraba la pantalla aún encendida de mi móvil, ¿por qué fue tan cortante?, ¿quién era Marta?, ¿tanto me había perdido en este tiempo?. Inevitablemente muchas ideas se formaron en mi mente, sacudí varias veces mi cabeza intentando disipar la mayoría de ellas pero fue meramente imposible.

Regresé nuevamente al salón donde todos se encontraban hablando amenamente, era como una escena sacada de una típica serie cómica americana, me daba miedo seguir con mis pasos e interrumpir aquel momento tan familiar y acogedor pero sus ojos se clavaron en los mios y sentí como el tiempo se detuvo.

Ya no había voces que inundasen nuestros oídos, ya no habían personas a nuestro alrededor, solo éramos nosotros conectados mediante miradas cargadas de muchos sentimientos, puede sentir como los latidos de mi corazón iban al mismo ritmo que el del suyo, era como si estuviesen creando una suave melodía.

-- No te quedes ahí, Mangel - dijo con dulzura la madre de Rubencio y yo volví rápidamente a la realidad.

Me acerqué hasta sentarme al lado de Rubén y éste agarró mi mano con desesperación entrelazando con cierta torpeza nuestros dedos.

-- Cariño... - la madre de Rubén volvió a hablar mientras fijaba sus ojos azules como el ancho mar en su hijo - luego de lo nos contaste creo que deberíamos ir a la policía y denunciar a ese malnacido.

Miedo.

Silencio.

Mucho silencio.

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Please, Daddy {Rubelangel}Where stories live. Discover now