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Narra Mangel

Crucé mis brazos sobre mi pecho mientras dejaba mi espalda recargada en el marco de la puerta de la cocina, había veces que no entendía los cambios de humor repentinos de Rubén que me llevaban al cielo o al infierno en cuestión de segundos.

Quería regalarle algo para su cumpleaños pero no tenía idea es por eso que insistía tanto en preguntarle pero él se rehusaba a responder cualquier cosa que iluminase mi mente prácticamente en blanco.

Resoplé largamente llevando mis manos a mis sienes masajeando el lugar con suavidad tratando de calmar el dolor que comenzaba a formarse en mi cabeza, sin duda este chico me daba muchos quebraderos de cabeza, aquellos que me mantenían estúpidamente enamorado.

Ahora que lo pienso, Rubén se está tardando más de lo debido y esto ya es preocupante. Comencé a caminar calmadamente por el pasillo y de la entrada no provenía ninguna voz, ¿por qué me siento tan nervioso?.

Mis ojos se abrieron como platos y el alma se me escapó del cuerpo cuando lo vi tirado en el piso con su camiseta llena de sangre. Con las pulsaciones por las nubes y la respiración entrecortada por el miedo corrí hacia él, lo agarré entre mis brazos y comencé a bajar las escaleras a la velocidad de la luz.

No había tiempo que perder, no sabía qué había pasado pero de sus entrañas no dejaba de brotar sangre y más sangre, ¿por qué Rubén tenía una herida profunda de arma blanca que había desgarrado su vientre con brutalidad?.

Sentí como el paso de los minutos se hacía cada vez más lento, por inercia quizás, o tal vez por miedo a perderlo llevé mis labios a su oído susurrandole cosas amorosas como si así consiguiese revivirlo de forma mágica, porque si, el peso del cuerpo inerte de Rubén sobre mis brazos me daba a entender que su vida se estaba escapando poco a poco ante mis ojos impotentes, llenos de dolorosas lágrimas que ahora recorrían mis mejillas asperamente.

No sé como es que había llegado hasta aquí pero mi reacción fue la idónea para "retener" a Rubén aún junto a mi. Vi como los médicos se lo llevaban en una camilla mientras que yo caía rendido de rodillas en el piso, ¿por qué nos pasa esto a nosotros?, ¿por qué simplemente no podíamos ser felices de una puta vez?.

Busqué con torpeza mi móvil en el bolsillo trasero de mi pantalón marcando rápidamente el número de la única persona que me ayudaría a calmarme en un momento tan crítico como este.

-- ¿Si? - preguntó con su voz tranquila.

-- ¿Donde estás? - me estaba comenzando a marear, ni siquiera aún podía entender esta situación.

-- Justo estoy saliendo del hospital, ¿qué te sucede, tío?, ¿por qué te noto tan intranquilo? - agradecía que me conociera tan bien ahorrándome explicaciones que dar por mi estado de nerviosismo máximo.

-- Solo ven al hospital que está cerca de la empresa de los Alonso, cuando llegues te lo contaré todo - oí como hablaba con alguien, de seguro sería con Marta - no tardes, por favor - dije en un hilo de voz para cortar la llamada y levantarme del piso.

Comencé a caminar tambaleándome ligeramente hacia donde se habían llevado a Rubén, unas puertas blancas me impedían continuar con mi camino por lo que me senté rendido en una de las sillas de espera que se encontraban en el lugar.

Apoyé mis codos sobre mis rodillas mientras que con mis manos ocultaba mi rostro mojado nuevamente por lágrimas dolorosas que me debilitaban cada vez más, ¿y si lo perdía?, ¿que sería de mi sin su compañía?, ¿sin su vitalidad?, ¿sin su amor?, ¿podría soportar vivir mi vida cargando el peso de su muerte sobre mis hombros?.

Una mano se posó sobre mi hombro sobresaltandome ligeramente. Retiré mis manos de mi rostro observando a aquel hombre de bata blanca que me miraba con una sonrisa dulce en sus labios.

-- Ya no llores más - movió un poco su mano sobre mi hombro transmitiendome una tranquilidad inexistente en mi interior - tu amigo se pondrá bien, estamos sanando su herida, dentro de unos minutos lo subiremos a planta donde deberá quedarse varios días en reposo.

Jamás encontraré las palabras perfectas para expresar como me sentí en ese momento pero es como si una oleada tranquila trajese a mi cuerpo calma placentera, esa que te devuelve el alma y te deja respirar con normalidad.

-- Si no fuera por tu rapidez quizás tu amigo no estaría aquí para contarlo - y tan pronto como dijo eso se retiró adentrándose por aquellas puertas blancas que observaban cautas como mi Rubencio volvía a nacer.

-- ¡MANGEEEEEEL, YA ESTAMOS AQUÍ! - todos comenzaron a mirarnos puesto que nadie gritaba en un hospital de forma dramática como si estuviéramos en una telenovela, pero mi mejor amigo simplemente era un tío escandaloso.

-- Sergio, no grites tanto - oí como Marta lo regañaba provocando aquella acción que en mi rostro se formase una sonrisa sincera.

-- ¿Que ha sucedido? - preguntó Sergio con cierta dificultad cuando ya estuvo a mi lado.

Y le expliqué todo lo que había sucedido hace tan solo unos minutos que a mi me habían parecido una eternidad, ahora que me oía a mi mismo explicando aquellos vagos recuerdos que aún nublaban mi mente, ¿quién había sido el hijo de puta capaz de hacerle una cosa así a mi bebé?.

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-- En unos minutos seguramente despertará de la anestesia, vigile que no se mueva de forma brusca puesto que la herida aunque está cerrada por puntos, aún es fresca - me dijo la enfermera mientras terminaba de colocar un suero que Rubén necesitaba para recuperarse.

Vi como la joven muchacha iba a retirarse y para no ser maleducado le regalé una sonrisa junto a una pequeña reverencia en agradecimiento.

Marta y Sergio habían bajado a la cafetería del hospital a comprar algo ligero para comer, aunque yo me negué finalmente me convencieron diciendo que si Rubén me veía debilucho ya no me iba a querer, ¿como no me iba a querer si yo soy el hombre más guapo para sus ojos?.

Me senté en una silla junto a su camilla mientras sostenía su mano con suavidad, ahora que lo veía dormido profundamente podía apreciar aún mejor su rostro angelical.

Primero aquellos vellos faciales bajo su barbilla que a veces me hacían cosquillas cuando me besaba el cuello, luego aquellos finos y descuidados labios que se mantenían en una línea recta, su nariz con punta respingona que me encantaba delinear con mi dedo índice y por último sus largas pestañas que nada tenían que envidiar a las de una chica.

Noté como se removía incómodo seguramente por el dolor así que sostuve su mano con más fuerza mientras que esperaba pacientemente a que sus ojos se abriesen y me miraran dándome la seguridad de que no se "volvería" a marchar.

-- ¿Qué estoy haciendo aquí? - sus ojos pardos conectaron con los mios de una forma que nunca antes habíamos conectado, es como si nos estuviesemos conociendo por primera vez.

-- No te preocupes, estás junto a mi - me acerqué a su rostro dejando que mis labios rozaran los suyos como una suave caricia - te amo, Rubén.

-- Yo también te amo pero... - no lo dejé continuar porque le regalé un beso cargado de sentimientos.

"No me dejes nunca, Rubén".

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Aclaraciones:

1.- Efectivamente Adrián apuñaló a Rubén pero por suerte éste se salvó.

2.- La segunda parte del capítulo anterior (donde la letra estaba en cursiva) era un delirio o sueño -como lo quieran llamar- fruto de la imaginación de Rubén, por lo tanto nada es real, Mangel sigue vivito y coleando.

3.- Nuevamente Adrián volverá pero esta vez junto a su aliado, Cristian aunque se llevarán una sorpresa.

La fic me va a quedar más larga de lo que tenía pensado, espero que les guste.

Tengan un buen domingo, hasta pronto.

Please, Daddy {Rubelangel}Where stories live. Discover now