Capítulo 39

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No puedo moverme.

No puedo ni siquiera levantar la cara del piso. Ni siquiera puedo hacer el intento de girar sobre mi estómago para cambiar la posición en la que he estado durante horas, y la razón es porque mi cuerpo duele tanto, que el sólo hecho de respirar supone un reto. Siento el rostro entumecido y los ojos casi cerrados debido a la hinchazón provocada por la golpiza que Tyler se encargó de propinarme.

Hace rato ya que se ha marchado. Hace rato ya que estoy aquí, tumbada en el suelo húmedo y helado de una vieja y destartalada cabaña en medio de no-sé-dónde.


El sabor metálico de mi sangre no ha abandonado mi boca y me preocupa el hecho de que es probable que tenga un par de dientes sueltos debido a los puñetazos que recibí en la mandíbula.

Mi pecho no ha dejado de doler con todas y cada una de las respiraciones que tomo, y el adormecimiento de mi pierna derecha me hace saber que necesita ser tratada con urgencia.

Sé que Tyler tomó muchas fotografías de mí en un estado lamentable. Sé que planea enviárselas a Harry y que espera que sea él el que decida entregarse para salvarme. Yo sólo espero que Tom sea capaz de impedírselo, y que el comandante y el resto de su equipo de trabajo sea capaz de capturar a este hijo de puta sin que Harry cometa una estupidez. No pueden permitir que tire por la borda todo lo que ha logrado. No pueden dejar que caiga en la trampa que tratan de tenderle.

Cualquiera con media neurona en el cerebro sabe que Tyler no va a dejarme ir así se lo prometa a Harry.


Me siento lenta, torpe y aletargada. Como si mi cuerpo entero estuviese siendo drenado de vida lenta y tortuosamente. Como si mi corazón estuviese a escasos instantes de detener su marcha por completo y nadie pudiese hacer nada para evitarlo.

Estoy agotada y al mismo tiempo tengo tanta hambre, que no sé si el dolor en la boca de mi estómago va a permitirme cerrar los ojos y dormir como deseo.


El sonido de unos pasos arrastrados y lentos llega a mí unos segundos antes de que unos pies calzados en unas desgastadas botas de combate, inunden mi campo de visión. No puedo hacer nada para escapar, sin embargo. Apenas si puedo alzar la cabeza del suelo, así que me quedo aquí, quieta; mientras que quien-sea-que-ha-entrado me incorpora gentilmente y hace que recargue la espalda en la pared de madera que hay detrás de mí.

En ese momento, aparece delante de mis ojos la imagen de un hombre de cabello rubio y ojos castaños.

"Nikolai"

No me mira mientras que me equilibra para que no caiga al suelo. Mucho menos lo hace mientras que estira la mano para alcanzar una cubeta de metal y arrastrarla cerca. Ni siquiera dice una sola palabra cuando introduce la mano en el contenedor y toma un trapo empapado.


Metódicamente, el tipo quita el exceso de agua del material entre sus dedos y, sin esbozar ninguna expresión, comienza a limpiarme. Todo mi cuerpo se estremece cuando la frialdad del agua toca la piel de mi rostro y, a pesar de que la sensación que me provoca es placentera y liberadora, me aparto.

Él no hace otra cosa más que acercarse a mí y continuar con su tarea contra mi voluntad. Una vez que termina con mi cara, comienza a limpiar mis brazos y las partes de piel que deja ver mi ropa.


— ¿Cómo sientes la pierna? —Su acento golpeado hace que suene duro y severo, pero su expresión raya en lo amable—. ¿Duele mucho?

MONSTRUO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora