Cuando oí su nombre, mi corazón comenzó a ir más rápido. Sentía como el mundo iba a cámara lenta, como cuando piensas que estás soñando pero no.
—Ela está... —comenzó a decir Marisa.
—Silvia se fue a dar una vuelta por aquí —interrumpió mi tía.
—¿De noche? —se preguntó confundido Carrasco.
Me senté en una silla que había y suspiré. Tiene que terminar la conversación ya.
—Sí —respondió mi tía.
—Entonces la esperaré.
—Entonces no se quede ahí —habló Marisa.
¿Por qué tiene que utilizar su hospitalidad ahora?
—Vale, gracias.
Se oyeron pasos. Suspiré. Me levanté de la silla y salí por la verja que había. Caminé cerca, y me senté en unos columpios que hay. Yo no sé como no se han oxidado. Eran de metal pintado de rojo.
—¿Qué tal estás? —preguntó mi tía.
Me pegué un susto tremendo.
—¿Por qué tiene que aparecer? —susurré.
—Lo quiere arreglar.
—Él me quiere causar un lío en mi cabeza, como el que tengo ahora.
—No te podrás quedar aquí todo el día. Le tendrás que enfrentar.
Y tenía toda la razón del mundo. Le tengo que enfrentar tarde o temprano. Como dicen: tengo que enfrentar al toro por los cuernos.
Respiré profundo y caminé hasta mi tía.
—Vamos a enfrentar al toro por los cuernos —dije sonriendo.
Rió y caminamos hasta la puerta. Entramos y miré hacia la izquierda. Carraco me miró inmediatamente y yo bajé la mirada.
—Podédesvos ir? (¿Os podéis ir?) —miré a Marisa y a Ana.
Ellas asintieron y se fueron.
Todo quedó en silencio. Tragué saliva y le miré. Tenía una mirada arrepentida.
¿Quién habla?
Cogí aire.
—¿A qué has venido? —susurré soltando todo el aire.
—Para hablar de lo nuestro —murmuró—. He exagerado. Mucho. Me tomé muy exageradamente nuestra promesa. Entiendo que tú querías que pasara tiempo con los demás. Yo haría eso —sonrió levemente y se relamió los labios—. Me lo pasé bien en la pequeña fiesta que hicieron.
Sonreí levemente, pero no tengo nada que decir.
—¿No vas a decir nada? —se fue acercando a mí.
—No sé que decir. Sólo puedo decir lo siento por no haberme quedado —respondí sincera
—Entonces...
—¿Novios? —estiré mi mano.
Me agarró de la mano y me envolvió en un abrazo.
—Siempre —me susurró al oído.
Sonreí.
Pasó sus manos por mi cintura.
—Mañana nos vamos —murmuró.
Negué con la cabeza.
—Yo me quedaré aquí durante una semana o así —sonreí.
—Tengo que ir a Francia para jugar la Euro —se quejó.
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Amor por el fútbol 〈Yannick Carrasco〉
FanfictionSilvia Corberó, una fotógrafa humilde y sin mucho que contar. Con 19 acabó la carrera de fotógrafa, y compró una pequeña tienda en el centro de Madrid, y empezó a trabajar. Ella no esperó que se enamorara por ir a un partido de fútbol. Por...