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El viaje hacia mi casa es, para no variar, silencioso. El chico sigue sin decirme su nombre y tan repentinamente como antes, su estado de ánimo decae asombrosamente rápido. Tan pronto anda haciendo gracias y burlándose de mí con su "así llegas antes a los sitios", como apretando tanto la mandíbula que temo que en algún momento oiga el chasquido de sus huesos rompiéndose.

-¿Cómo te llamas? – pregunto en un intento por aligerar el ambiente.

Resopla y mira hacia su lado de la ventana tras pensárselo.

¿Pero qué he dicho ahora?

Llegamos justo en el momento correcto a la puerta de casa y sin darle tiempo a frenar del todo, abro la puerta y bajo dando un salto apoyándome solo en una pierna, la sana.

-¡¿Pero qué coño?! – veo que hace el mismo gesto que yo, después de sacar la llave del coche y corre hacia mí. Yo intento caminar lo más rápido posible hacia el interior de mi casa ya que estoy ligeramente cabreada por su cambio de humor.

-¿Estás loca? Podrías haberte hecho daño.

No le escucho y cuando llego a la puerta de mi casa me agarra del brazo obligándome a que me gire para mirarle. Resoplo pero le observo con expresión cansada, ya he vivido con cambios de humor tan repentinos y no estoy dispuesta a repetirlo.

-¿Qué te pasa? – se atreve a preguntar aunque creo ver en su mirada que sabe la respuesta. Él es la razón.

-Y ahora te apetece hablar, ¿Pues sabes qué? Ahora soy yo la que no quiere hablar contigo, si tanto te molesta haberme traído no haberlo hecho, nadie te ha obligado. – vuelvo a girarme sacando las llaves del bolso y con manos temblorosas intento introducir la correcta, pero no atino. Entre que debo sujetarme con una pierna y fijarme donde tiene que entrar la llave... vamos que para cuando quiera entrar en casa ya será de noche.

-Ava...- agarra mi mano para que deje de temblar contra la madera de la puerta y me gire por vigésima vez. Sí que hace frío.

Mi nombre en sus labios es algo digno de oír y en un principio me veo dispuesta a pedirle que lo repita, pero después recuerdo que estoy molesta con él.

-Lo siento ¿vale? No se me da bien hablar con la gente. – resopla mientras se pasa la mano por el pelo dejándoselo alborotado, cosa que me lleva sin poder remediarlo a recolocárselo con la mano libre que tengo.

Se queda quieto mientras le paso la mano un par de veces para dejárselo como lo tenía al principio, su cuerpo se tensa y creo que no se ha apartado simplemente por la sorpresa pero no parece agradarle el gesto. Aparto la mano en el acto y carraspeo bajando la mirada.

-Gracias por traerme y por todo lo demás, no quería molestarte y hacerte perder tanto tiempo. – Vuelvo a dar media vuelta por última vez y cuando consigo abrir la puerta para entrar me asombro al ver que sigue ahí parado, pero esta vez agarrando mi mano.

-No me has molestado y mucho menos he perdido el tiempo. No tengo nada que hacer por las tardes la verdad – se encoge de hombros y esboza una ligera sonrisa. - ¿Quieres que te ayude a subir?

No le contesto porque en realidad no he escuchado mucho de lo que ha dicho, simplemente me he quedado embobada viéndole mover los labios mientras habla. Acabo de darme cuenta de que tiene unos labios bastante bonitos, el labio superior más fino que el de abajo y juntos forman una mueca graciosa, como si los estuviera apretando para que parezca que los frunce haciendo un ligero puchero aunque en realidad no hace ningún movimiento. Así de bonita es su boca.

SIN ALIENTOWhere stories live. Discover now