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- Digo que si alguna vez necesitas algo, solo tienes que buscarme. – Salgo de mi estupor y le sonrío en agradecimiento, después se despide alejándose de mí.

Las siguientes horas son bastante estresantes, no consigo concentrarme y parece que el profesor de Biología lo sabe porque no deja de hacerme a mí las preguntas. ¿No entiende que no me encuentro con ánimos de responder?

Toda la euforia de esta mañana se ha desvanecido completamente, como si un jarro de agua helada se cayera sobre mí desde un balcón por el que justamente estoy pasando. Nunca volveré a sentirme así, me niego a pensar que algo bueno puede deparar el día para mí. Eso solo hace que el golpe sea más duro. No he visto a Daniel desde esta mañana y en el fondo lo agradezco, no aguantaría ver su cara porque estoy segura de que solo vería la misma escena de esta mañana y para colmo, la chica con la que estaba va a mi clase. A casi todas las clases en las que yo estoy. He tenido que aguantar su cara de satisfacción durante horas.

Cuando la clase que hay después del recreo termina, me dirijo hacia mi taquilla para recoger mis cosas e irme de inmediato a casa, me duele la cabeza y solo quiero tumbarme en la cama y dejar que el sueño me venza para así tal vez conseguir olvidarme de la escenita de esta mañana. En el fondo me odio por pensar en ello una y otra vez, sin embargo me causa aún mayor enfado no saber por qué razón me obsesiona tanto el tema.

Llego al aparcamiento y subo a mi destartalado coche para emprender mi viaje hacia la inconsciencia en mi cama pero justo cuando estoy arrancando, frente a mí pasa Daniel. Nos quedamos unos instantes mirándonos. Su rostro está serio y veo como aprieta la mandíbula, yo en cambio trago saliva por los repentinos nervios. ¿Qué me pasa? Presiono el pedal del acelerador y apartando la vista de él, saco el coche de allí.

No sé si tenía intención de venir a hablar conmigo. Seguramente no, pero he preferido no averiguarlo.

Cuando llego a casa descubro para mi sorpresa que mi madre está allí, tiene el día libre y ha decidido que ya es hora de organizar la casa.

- Mamá, no hace falta. Mi cuarto está bien como está, no necesito que te gastes dinero en él. – Es mentira, odio mi cuarto pero creo que hay cosas en las que vendría mejor invertir el dinero.

- ¿Cómo te va a gustar si es un desastre? He hecho muchas horas y he cubierto muchos turnos en el trabajo para conseguir este dinero y así poder arreglar la casa de una vez, así que vamos a tener una súper tarde de chicas y nos vamos a ir de compras. ¿Qué te parece? – Sonrío por la emoción que destilan sus palabras y no puedo decirle que no.

- Está bien, deja que me cambio y deje los libros. Ahora bajo.

- Muy bien cariño, te espero en el coche. – Aplaude emocionada y la dejo en el salón hablando sola sobre todo lo que tenemos que comprar esta tarde.

Me alegra verla tan ilusionada, hace mucho que no está así y tal vez, con suerte consiga transmitirme algo de su buen humor hoy. Parece que el que yo creía que sería un día genial, lo ha tenido todo en contra de mí.

Se supone que el karma te devuelve lo malo que hayas hecho... ¿Y yo, qué he hecho para que el karma me trate así? Creo que tengo que rezar algo esta noche, tal vez se compensa la balanza y mañana es el gran día.

Lo dudo mucho.

Tras comprar unas cortinas nuevas para mi ventana, pintura blanca para mi armario y un par de edredones y mantas para nuestros respectivos cuartos, volvemos a casa sobre la hora de la cena agotadas. Mi madre prepara una sopa rápida mientras yo me cambio y dejo las cosas que hemos comprado en una esquina para que no molesten. Tengo ganas de que sea mañana para empezar a pintar mi armario.

SIN ALIENTOOnde histórias criam vida. Descubra agora