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CAPITULO 8

Cuando vuelvo a abrir los ojos ya es de día. La luz del sol entra por el hueco de la cortina y dibuja una fina línea en el suelo del salón. No tengo claro la hora que es, pero teniendo en cuenta que ayer era viernes, no me preocupa demasiado que sea tarde.

Me levanto restregándome los ojos y tras estirar mis extremidades para despertarlas, camino hacia la cocina para tomar un café que revitalice toda mi existencia. Hacía mucho que no dormía tan bien y aun así, estoy cansada.

Sobre la encimera encuentro una nota con la perfecta caligrafía de mi madre, seguramente deseándome los buenos días e informándome de cómo le ha ido la noche para despertarla a la hora de comer o no. Hoy ha tenido un mal turno, así que me toca comer sola. Sinceramente, lo prefiero. No puedo dejar de pensar en la pesadilla de anoche. Aunque, en realidad, lo que no puedo sacarme de la cabeza en este instante es la decepción que he sentido al despertar y comprobar que Daniel se había ido.

Te dijo que se iría, no ha hecho nada malo.

Es cierto, él me dijo que se iría antes de que mi madre regresara de trabajar, pero en el fondo esperaba que se quedara conmigo. Por otro lado, me siento estúpida por esperar algo así. Si mi madre llega a entrar en casa y ve a Daniel durmiendo junto a mí, no sé qué cara se le quedaría. Así que, en definitiva, estoy comportándome como una lunática.

Saco una taza del armario y enciendo la cafetera para darme una ducha mientras se prepara el café. No quiero pensar en Daniel, tampoco se lo merece después de salir de esa clase con la chica del instituto. Dios, ahora no puedo quitarme esa imagen de la cabeza.

No sois nada, no puedes recriminárselo.

Por supuesto que no somos nada, ni lo seremos. Tengo que ducharme, ya.

Y buscarte un hobbie.

También.

A media mañana me encuentro frente a la puerta de mi habitación. Tragando saliva repetidas veces y con las manos sudorosas. Tengo que entrar, tengo que enfrentarme a mis miedos. No puedo dejar que quien quiera que hiciera esto, me gane. Me niego.

Respiro hondo y agarro el picaporte, vuelvo a respirar y abro la puerta poco a poco. Como en las películas de terror, aunque sé que sería mejor hacerlo como quitarte una tirita, de un tirón. La imagen que me da el cuarto me deja bastante sorprendida. Esta igual, todo está exactamente igual a como lo dejé antes de irme ayer por la mañana, a excepción de las sabanas claro está. La pared vuelve a ser blanca, como si nunca hubiera sucedido nada. Es increíble lo que Daniel ha hecho, desde luego, tengo que comprarle una camiseta nueva. Se la debo.

Entro despacio y cierro la ventana que se mantenía abierta para dejar salir el olor de la pintura. Veo una gota de sangre en el suelo junto a mi cama y se me eriza el vello entero recordando la imagen del teléfono. Respiro hondo auto convenciéndome de que ya nada puede hacerme daño ahí dentro, y tras hacerme una coleta alta, me preparo para limpiar a fondo mi habitación. La pienso dejar como los chorros del oro.

- Jamás creí verte tan decidida en limpiar una mancha.- Se burla mi madre desde el quicio de la puerta horas después de comenzar a limpiar. Sin embargo, la mancha de sangre en el suelo sigue sin desaparecer, es pequeña y pasa desapercibida, pero para mí es un recordatorio continuo de lo que tuve sobre la cama horas atrás.

- Está quedando bien ¿Verdad? – Sonrío cambiando de tema.

- Precioso. Creía haberte oído decir que habías pintado el armario. – Frunce el ceño al fijarse en él. Abro los ojos repentinamente nerviosa.

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⏰ Last updated: Feb 26, 2018 ⏰

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SIN ALIENTOWhere stories live. Discover now